Liderato en juego. Con el Darro al aire

1) 40-02-18 Gr 2 Ca 1
Los Cármenes a reventar de personal para recibir al Cádiz
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Los Cármenes, 18 de febrero de 1940, 15,30 horas. La preciosa foto que va delante, tomada desde la portería de la Cárcel, es en blanco y negro pero rezuma luz y color (y sabor), y da testimonio de lo que fue una sin par panorámica granadina, lamentablemente ya desaparecida como tantas, macizada de cemento y ladrillo, sacrificada en aras de una incívica especulación que troca lirismo y singularidad para todos por adocenamiento y fealdad en beneficio de unos pocos, algo tristemente aplicable a otros muchos bonitos paisajes granadinos ya irrecuperables. En la foto se ve de perfil a la formación recreativista que dentro de unos instantes se enfrentará a su rival más cualificado de la temporada 39-40, el Cádiz CF. Acaban de cumplirse 79 años.

No hace ni un año muchos de los que abarrotan las gradas y también de los que posan sobre el césped, manejaban un fusil y luchaban para salvar el pellejo pero, afortunadamente, ya las únicas batallas que hay que dirimir por estos pagos son deportivas. Después de tres años sin catarlo, en Granada hay hambre de fútbol. Bueno, también la hay de la otra, de la de verdad, de la que hace que los instestinos estén en serenata continua y el pensamiento fijo en acabar con ella como sea. Por eso mismo, una buena terapia de evasión que ayude a olvidar aunque sea por un rato la obsesión gazucística es este espectáculo de once contra once en calzoncillos corriendo detrás de un pelotón, este -en el fondo- tonto juego que, sin embargo, es capaz de incendiar pasiones y hacer que, a pesar de la precariedad de unas infraestructuras de transporte recién salidas de una guerra, miles de personas se hayan desplazado de su lugar de residencia y se den cita en este recinto en el que no cabe ya ni un alfiler. Se calcula que los presentes son más de 17.000, por lo que hay que pensar que todos tienen que ver el espectáculo de pie y a presión hombro con hombro, porque el aforo del campo de la carretera de Jaén no superaba por entonces las 12.000 almas (y cuerpos). Han venido seis autobuses de Almería, dos de Jaén y de Málaga y también un tren botijo directamente desde la Tacita de Plata. Y hay hasta quien para estar aquí ha recorrido muchos kilómetros en burro, como el hincha Juan Gutiérrez, natural y vecino de Lanteira, que de ninguna manera quiso perderse el partidazo aunque tuviera que salir un día antes y atravesar en su jumento toda Sierra Nevada, según cuenta Ideal en su sección titulada Chismorreos. En unos instantes, antes de que empiece a rodar el balón, como mandan las ordenanzas, futbolistas y público asistente, brazo en alto saludando a la romana, han de entonar los himnos patrióticos de rigor, pero habrá muchos que a pesar de sentirse muy imbuidos de fervor nacionalsindicalista no podrán sacar un brazo de la prisión a que se ven sometidos.

Está en juego el primer puesto del grupo V -andaluz y norteafricano- de Segunda División, y con él la posibilidad de dar el salto a máxima categoría. El Cádiz es el líder desde hace varias semanas, pero el Recreativo, cuando se ha llegado a la jornada 12 y antepenúltima está segundo, a sólo dos puntos, así que si gana desplazará del liderato a su rival por el golaveraje (en Cádiz empató a dos goles) y tendrá opción a entrar en la liguilla de ascenso a primera que jugará sólo el campeón del grupo. Por eso la expectación es superlativa. Tanto que muchos se han tenido que quedar en la calle al acabarse el papel. Radio Granada EAJ 16, con el patrocino de numerosos comercios locales, va a a radiar el acontecimiento, cosa que es la primera vez que ocurre en la historia de este joven club que todavía no ha cumplido los nueve añitos de vida.

La alineación recreativista, ahora de frente. Forman por líneas, de izquierda a derecha, agachados defensas y portero: Millán, Floro y González; semi agachados, la línea de medios: Maside, Manchado y Fernández; de pie la delantera: Timimi, Nin, Trompi, Gaspar Rubio y Aguileño

Una vez puesto el balón en juego, el espectáculo a nadie defraudó. Fue un partido épico y de los que hacen afición, por emplear dos tópicos muy futboleros. Se adelantaron los gaditanos por medio de su mejor hombre, un futuro granadinista, Camilo Liz, pero derrochando entusiasmo, la nota más característica del Recreativo 39-40, los rojiblancos le dieron la vuelta al marcador en un minuto con dos goles de Nin y se anotaron los dos puntos y el liderato. Doble mérito el de los nuestros, que derrotaron a los amarillos a pesar de jugar casi una hora en franca inferioridad ya que Aguileño sufrió fractura de clavícula en un choque fortuito y Maside fue expulsado (porque sí, según la prensa local) por el árbitro Domínguez. El Rey Mago Gaspar Rubio, ex internacional y gran figura recreativista, dio su mejor partido desde su incorporación y fue el conductor del juego granadino. Jornada redonda en lo deportivo y en lo económico.
Lo malo fue que al domingo siguiente, en Córdoba, el Recreativo sólo pudo sumar un empate mientras que el Cádiz venció y recuperó el liderato. Y ya en el último partido de la corta liga nuestro equipo apalizó 5-1 al Ceuta en Los Cármenes, pero una nueva victoria gaditana dejó a los nuestros definitivamente segundos y sin derecho a nada. Un punto faltó. No obstante, casi justo un año después de lo que aquí se narra, en abril de 1941 y ya con el nombre de Granada CF, sí que se conseguirá el ascenso a primera.

En otro orden de cosas que nada tienen que ver con el deporte, el año 1940 en Granada se caracteriza porque a lo largo del mismo se iniciaron unas grandes e importantes reformas urbanas que trataban de cambiar la cara de la ciudad, especialmente la de sus zonas céntricas, buscando adecentarla pero sin que perdiera su solera histórica. Son unas reformas impulsadas por el alcalde desde 1938, el camarada Antonio Gallego Burín, aunque la mayoría de ellas estaban ya previstas por los sucesivos ayuntamientos republicanos, que no dispusieron de tiempo ni de medios. Granada está patas arriba en 1940. Las obras lo invaden todo y entre ellas destaca la que en febrero, apenas una semana antes del partidazo, acaba de acometerse sobre el cauce del Darro. Ese arroyuelo al que los granadinos hemos ascendido a la categoría de río puede contemplarse en estos momentos atravesando un insólito Embovedado desembovedado, o sea, sin la bóveda propiamente dicha. Para poder ver algo parecido habría que remontarse a casi un siglo atrás, que fue cuando se perpetró el caudalicidio para hacer más real aquello de agua oculta que llora, que dijo tiempo después Manuel Machado.

El Darro, al descubierto

El principal pretexto esgrimido para llevar a cabo a mediados del siglo XIX el cubrimiento del Darro fue que éste era más cloaca cantarina que linfa espejeante, y en aras de unas inaplazables medidas sanitarias se había optado por la tabla rasa de poner un velo de piedra y cemento a las vergüenzas pestilentes que para las poco poéticas autoridades de la época significaba el Darro a cielo abierto por el corazón de la ciudad. Pero está claro que al propio Darro nunca le gustó su impuesto encorsetamiento, y así, en mayo de 1887, en plena Puerta Real, el río escapó de su prisión y lo hizo a las bravas y por sorpresa, con un reventón que mandó volando por el aire los sillares de 500 kilos de su bóveda hasta la calle San Antón, y de forma que algunos de los vecinos de la zona tuvieron que ir días después hasta Loja o más allá para recuperar sus ajuares o lo que quedaba de ellos. El gran cráter de Puerta Real y el consiguiente enorme susto para el paisanaje se repetirían en septiembre de 1951 con una nueva venganza darrianesca por haberlo convertido en cautivo perpetuo, cuando otra descomunal tormenta volvió a convertir el hilillo de agua que normalmente es el curso del Darro en un grandísimo turbión que se lleva por delante mobiliario urbano y hasta personas.

Pero aquel soterramiento decimonónico fue algo chapucero ya que el Embovedado quedó coronado por una fea joroba que hacía que desde la Acera del Casino a la del Darro -y viceversa- los transeúntes sólo vieran el sombrero de los de la acera de enfrente, dicho esto sin segundas. Ésa es la razón de los trabajos que acaban de empezar y que han vuelto a dejar el Darro al aire libre: acabar con la antiestética giba.

 







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