La realidad golpea al Granada (3-0)

El Sevilla pincha la burbuja en que ha vivido el conjunto rojiblanco en las últimas semanas con una goleada a cargo de Acuña, En-Nesyri y Lukebakio

Sevilla FC v Granada CF - LaLiga EA Sports
Acuña celebra el primer gol del partido ante la decepción de Bruno Méndez | Foto: E. P.
Chema Ruiz España
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La realidad golpea al Granada con dureza y pincha la burbuja en que ha vivido en las últimas jornadas. Es un equipo de Segunda División al que las matemáticas desampararán probablemente la próxima semana, en su propio estadio, ante una afición a la que el club hará pagar de más para presenciarlo. El colofón a una gestión nefasta. El Sevilla ha borrado de un soplo la ilusión que el efecto Sandoval había dibujado, con fecha de caducidad previsible. Imperturbable, el conjunto hispalense ha sacado el rodillo para descomponer a los nazaríes, aunque los visitantes no le perdieran la cara al choque hasta recibir la segunda cuchillada. La primera fue de Acuña, cuando la cita apenas comenzaba. En-Nesyri y Lukebakio sentenciaron después, tras una lectura excelsa de Quique Sánchez Flores. Los de franjas horizontales, también apuntillados por la victoria del Celta, cuentan las horas para volver a Segunda.

El discurso rojiblanco, aunque rebose optimismo y rehúya de las cuentas, no desvanece una situación inevitable que, estaba claro, volvería a engullir a la escuadra en cuanto pinchara. No es que el Granada regresara por sus fueros y apareciera en escena de nuevo abatido como en las últimas semanas de gobierno uruguayo, ni mucho menos. No hay rastro de esa apatía con Sandoval, que ha construido un equipo, cuando menos, carismático. Saltó con intensidad y descaro, revoltoso Pellistri, pero se vio superado por un Sevilla sobrio y, sobre todo, más efectivo. Se valieron los de Quique Sánchez Flores del acierto en su primera llegada para desarticular la fábula en que el cuadro nazarí había invitado a vivir a algunos hinchas desde hace un mes, por más que los de franjas horizontales se resistieran como los últimos de Filipinas. Con un chasquido más, sí tumbaron a su huésped.

Los de Sandoval, con su goleador en barbecho por no soportar el dolor con el que viene jugando, lanzaron una mirada desafiante a su adversario, como si actuar en territorio enemigo les diera absolutamente igual. Se soltó el diablillo uruguayo que el Manchester United tiene cedido en Granada y el peligro comenzó a revolotear en torno a las dependencias de Nyland. El Sevilla, en cambio, no avisó. Necesitó para desperezarse el tiempo que tardó en elaborar una acción bien cimentada. Se fue a la casilla de salida y, desde allí, fue avanzando paso a paso hasta que Lamela decidió girar el juego hacia el carril de Jesús Navas. Ocampos recortó y descargó de nuevo sobre el de Los Palacios, que envolvió con un lazo el gol y lo envió al segundo palo. A la espalda de Bruno Méndez apareció Acuña, la otra locomotora sevillista, que conectó el frentazo a la red.

No se dejaron vencer, sin embargo, los de franjas horizontales, que tardaron pocos minutos en recomponerse y emprender la ofensiva. Antes, perdonó En-Nesyri a la media vuelta, en un ataque relámpago. Se ve que esa compasión era contagiosa y acabó infectando a Arezo, indulgente en dos lances francos. El primero, tras un error de Nyland que Ignasi Miquel mandó rápidamente a la zona de remate. El charrúa acomodó el servicio con el pecho y en un escorzo maravilloso mandó el esférico a la grada. Después trianguló con Lucas Boyé hasta hallarse en la frontal con la posibilidad de elegir por dónde firmar la muesca, pero impactó blando y el guardián local se embolsó el remate.

La contienda entretenía, parecida por momentos a un duelo de baile en el que los púgiles se iban cediendo el turno de réplica. En el siguiente, Kike Salas puso en órbita un disparo tras un córner y Batalla leyó la intención de En-Nesyri en una galopada que, aun invalidada, Busquets Ferrer permitió concluir, aunque fuera solo por el espectáculo. Lucas Boyé, de inmediato, dio con un hueco entre amagos para conectar un zurriagazo al anfiteatro. Para entonces, Józwiak ya había ido entrando en calor. El polaco emprendió un zigzagueo decidido que culminó con fe desde lejos, desviado el puntapié por la espalda de Ramos. Seguidamente recibió un balón clínico de Gumbau que, por apurar el control, se le acabó marchando por línea de fondo. Su remate, estéril con el banderín en alto, fue a parar al larguero tras el palmeo de Nyland y Pellistri abrochó en el segundo poste sin que valiera.

El cansancio fue abriendo huecos conforme el cronómetro acercaba el duelo al receso, lo que otorgó a Lucas Boyé la ocasión de equilibrar. Salió en estampida con Arezo a un lado y Pellistri al otro; por delante, solo Kike Salas, que vio a los rojiblancos llegar como ñus enfurecidos. Al argentino, sin embargo, se le reinició el sistema operativo en lo que intentó decidir a quién regalar el gol y acabó marrando el pase, raudo Loïc Badé para recuperar la posición y mantener la ventaja de su equipo al intermedio. 

A la vuelta, Quique Sánchez Flores sacó el bisturí. Identificó el momento para agazaparse e incidir al toque de corneta, lectura magistral para desarmar al que fuera su aprendiz en los banquillos. El Sevilla se afiló con los mismos protagonistas sobre el escenario, pero interpretando un guion distinto. Esperó al error, en botas de Lucas Boyé, y salió echando chispas. Robó Soumaré, corrió En-Nesyri y Ocampos asistió de nuevo al marroquí, que atacó el segundo palo con vehemencia para empujar la pelota con dulzura, vencido Batalla. Ahí sí quedó sonado el Granada. 

Los rojiblancos trataron de sumar hombres al asalto en lo que el cuadro hispalense inyectaba morfina al juego. Sandoval recurrió al maltrecho Uzuni y reforzó la medular con Hongla, sin efecto. El segundo tanto había pinchado el pecho granadinista y la moral se le escapaba por la herida como el aire de un globo sin atar. En estas trenzaron los sevillistas una jugada de salón que Lamela cruzó demasiado como advertencia de que la cosa todavía se le pondría peor al Granada. Acuña proyectó después un envío al corazón del área que sirvió a Ocampos para, con un sutil giro de cuello, obligar a un gesto arácnido de Batalla. Fue el último aviso para un equipo ya hundido.

Los de franjas horizontales trataron de mantener la compostura. Saltaron Melendo y Gonzalo Villar, fútbol para tratar de levantar el ánimo, pero Lukebakio, recién incorporado, asestó una última puñalada. Recogió el rechace de un primer contraataque y sacó la cadena a Carlos Neva en una baldosa para después poner el balón allí donde duermen las arañas con una rosca exquisita. Se desangraron los rojiblancos, desahuciados en realidad hace semanas, aunque emocionados tras la dosis de orgullo que Sandoval logró inyectarles. Y nadie llorará esta vez por ellos, porque a decir verdad ya estaban muertos.


Ficha técnica:

Sevilla FC: Nyland; Jesús Navas, Sergio Ramos, Loïc Badé, Kike Salas (Nianzou, 74’), Acuña; Agoumé, Soumaré (Joan Jordán, 90’); Ocampos (Véliz, 84’), Lamela (Lukebakio, 74’) y En-Nesyri (Hannibal, 84’).

Granada CF: Batalla; Bruno Méndez, Miguel Rubio, Ignasi Miquel, Carlos Neva; Pellistri (Corbeanu, 87’), Gumbau (Gonzalo Villar, 77’), Sergio Ruiz (Hongla, 62’), Józwiak; Matías Arezo (Uzuni, 62’) y Lucas Boyé (Melendo, 77’).

Goles: 1-0: Acuña, min. 11; 2-0: En-Nesyri, min. 52; 3-0: Lukebakio, min. 80.

Árbitro: Mateo Busquets Ferrer, del comité balear. Amonestó a los locales Ocampos y Badé, así como a los visitantes Sergio Ruiz y Miguel Rubio.

Incidencias: Encuentro correspondiente a la 34ª jornada de Liga en Primera División, disputado en el estadio Ramón Sánchez-Pizjuán, ante 32.658 espectadores. Tras el calentamiento, el jugador Lucas Ocampos recibió de manos del capitán del Sevilla FC, Jesús Navas, un reconocimiento por sus 200 partidos con la camiseta del club. Asimismo, en la previa del partido, el Sevilla Atlético saltó al césped para ofrecer la copa por su ascenso a Primera RFEF.