Regresar a casa

Granada CF Real Zaragoza
Ricard Sánchez protege el balón ante Vada durante el partido entre el Granada CF y el Real Zaragoza | Foto: Antonio L. Juárez
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Hay pocas cosas más reconfortantes que regresar a casa después de pasar una temporada fuera. Tienes el sofá a tu disposición, puedes comer lo que te apetece, pones en la tele lo que quieres ver, duermes sobre tu almohada… y también tienes tu baño, todo sea dicho, que no hay nada como el inodoro de tu casa. Algo así deben de sentir los pupilos de Karanka cuando acceden al estadio de Los Cármenes cada 15 días y se reencuentran con sus cosas ordenadas en sus relucientes taquillas, el agua de la ducha a su gusto y a su gente alentando en el graderío. Así debe de ganar cualquiera.

Además, en la victoria frente al Zaragoza, Los Cármenes se reencontró con un antiguo ritual. Un ritual, sí, aunque a muchos le chirriara. Una costumbre mucho más vieja que eso de cantar el himno a capela al comienzo de cada encuentro. Un ritual propio del fútbol de abajo, de cuando el Granada se jugaba cada quince días mucho más que los tres puntos de rigor. En una actitud más que discutible bajo el prisma del juego limpio, los recogepelotas retardaron el juego todo lo que pudieron, hasta que el árbitro se hartó y los mandó a todos fuera del terreno de juego, produciéndose entonces una procesión más que curiosa por la banda del coliseo del Zaidín. Y es que el viernes, el equipo de Karanka, a tenor de lo visto y con Sophia Yang en presente en el palco de autoridades, debía jugarse algo más que los tres puntos.

Entiendo que los aficionados maños reprocharan esta actitud, lo que entiendo menos es que también algunos del Granada lo hagan. Imagino que muchos de ellos no recordarán cómo se las gastaba este bendito club no hace tanto tiempo, cuando eso de los ascensos a Primera y las plantillas lujosas no eran más que algo del pasado. Cuando desde el banquillo se tocaba el zafarrancho y todos –y digo todos- remábamos en la misma dirección, por reprochable que pudiera parecer. Si no que nos lo digan a los que presenciamos el partido de La Roda o a los que veíamos como nuestro portero suplente, Pindado, lanzaba balones desde el banquillo sin tapujo alguno.

Ese era el Granada CF, el que malvivía, y eso eran Los Cármenes, donde se sufría. ¡Ay! No hay nada como eso de regresar a casa.







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