Carmen Ruiz Repullo: "Casi no encuentro ninguna alumna que diga que no ha sufrido violencia sexual"
La profesora de Sociología de la UGR, especialista en este campo, pone el foco en las políticas de prevención y el trabajo en las aulas
La lucha contra la violencia sexual vive un punto muy álgido en el presente. La conciencia de la sociedad se encuentra más despierta tras conocer casos como el de Gisèle Pelicot, la mujer que fue drogada por su propio marido para que docenas de hombres abusasen de ella. Carmen Ruiz Repullo (Córdoba, 1976), siempre ha ido más allá de la conmoción de historias tan terribles como esta. Este uno de los motivos por los que ha recibido el 'Reconocimiento 25 de noviembre a la Educación para la Igualdad y contra la Violencia contra las Mujeres'. Su perspectiva busca las políticas de prevención y una educación constructiva que cuente con la visión de los jóvenes. Asimismo, advierte que todo avance conlleva una respuesta por parte de quien está en contra del mismo. Por ello, señala a los discursos negacionistas o a la culpabilización de las víctimas como prácticas tan peligrosas como habituales. Además, la socióloga especializada en violencia de género en adolescentes y jóvenes y docente de la UGR no se corta a la hora de hablar del caso Errejón y otros recientemente acaecidos en Granada.
Pregunta: Hay ocasiones en las que una sensación hace más mella que los datos. El mismo 25N amaneció con la noticia de que un chico de 17 años mató a su expareja de 15. Ahí es imposible no preguntarse qué está pasando
Respuesta: Bueno, pues lo que está pasando es que seguimos teniendo un contexto hostil, donde creo que al final lo que está pasando es que no vemos que la consecuencia de ese asesinato viene por una causa. Entonces, la causa tiene que guardar relación con el sistema machista, con el sistema patriarcal y con la socialización desigual que siguen recibiendo una y otro. A esto también hay que añadirle muchísimos componentes de lo que consumen, las novelas románticas que siguen viendo, el tema de la música, de como nos educan en el amor y en las relaciones, en la romantización de la violencia y del control o en el silencio de muchas víctimas. En definitiva, estamos hablando de que, para prevenir ese asesinato de una cría de 15 años, tenemos que saber detectar cómo surge la violencia, cómo empieza esa relación de violencia. Y no empieza con una violencia explícita, sino que empieza con comportamientos mucho más normalizados, que eso es lo que nos debe o donde se debe poner el foco.
Si ponemos el foco en que la violencia es un asesinato, que lo es, estamos invisibilizando también que violencia es que te controle, que te vigile continuamente las redes sociales o que esté presente en tus redes continuamente. Tenemos que trabajar mucho como son los comienzos de esa violencia. Después, una vez que vemos el problema, tenemos que hacer todo lo posible por implementar políticas de prevención que vayan a la raíz del problema. La raíz del problema sigue siendo el sistema machista. No tenemos a un chico de 17 años con una enfermedad o con una patología. Tenemos a un chico de 17 años que representa el modelo de masculinidad tradicional en sus relaciones, en su vida cotidiana, y ese es el problema que hay en la base de ese asesinato.
"El discurso negacionista está influyendo"
P: ¿Cómo se puede alejar a los jóvenes de esas voces que niegan la existencia de la violencia de género?
R: A ver, claro, a mí lo que me preocupa es que estemos hablando de un problema que tiene cifras, que tiene datos, que tiene evidencia científica y que no puede cuestionarse. Es como cuestionar el cambio climático u otro tipo de problemas sociales. Creo que ya hay evidencia y ya hay investigaciones que apuntan que el negacionismo, de hecho en el informe ‘Silenciadas’ de Save the Children que hicimos, se presentó en marzo, queda claro por parte de los profesionales que trabajan con menores agresores y víctimas de violencia sexual, que el discurso negacionista está influyendo en el aumento de los casos y está influyendo en una reacción por parte de la adolescencia y la juventud en cuanto a esta temática. Es cierto que los mensajes van más dirigidos hacia los chicos que hacia las chicas, mensajes como ‘la violencia no existe’, ‘nosotros sí que somos las verdaderas víctimas de esta violencia’ o ‘la mayoría de las denuncias son falsas’. Son mitos que no tienen ningún argumento, ni de datos ni de relatos, es decir, no se asemejan a la realidad del problema, pero tienen un impacto. Si a ti voces que están sentadas incluso en sillones de la política, en sillones de los medios de comunicación, a veces, y en muchísimos espacios de influencia, te están diciendo que la violencia de género es una mentira, que no existe, esto al final hace que muchos chicos crean que la violencia de género es un invento ideológico, que le estamos hablando de un problema que no está. El no reconocimiento del problema es la primera dificultad que nos encontramos a la hora de prevenirlo.
Para prevenir estos discursos negacionistas tenemos que volver al aula. Creo que hay que hacer mucho hincapié en el papel de los medios de comunicación. Hay que hacer mucho hincapié también en el papel de las redes sociales, porque nuestra adolescencia y nuestra juventud no consume televisión y medios tradicionales, entre comillas. Consumen redes, donde se cuelan toda esta ideología, todos estos mitos y todos estos bulos, que al final tienen un impacto en su vida cotidiana. Es como ‘oye, ¿cómo te crees esta denuncia falsa?’ Y dice ‘pues me la creo porque piensa lo que yo pienso’. Me conviene. Esto es lo que le está pasando a la gente joven, especialmente a los chicos. Me conviene creerme que yo no tengo que mover nada, que yo no soy responsable de este problema. A ver, si tú ejerces determinadas formas de machismo y de estar reproduciendo la base de la violencia. Creo que no podemos perder de vista que la violencia machista es la consecuencia del machismo en el que estamos. No podemos separar estos dos comportamientos, estas dos problemáticas porque una es la consecuencia de la otra. Hay que trabajar mucho en la prevención, el pensamiento crítico, el ir aula por aula, trabajar mucho con el profesorado también para que tenga argumentos para darle la vuelta a esos mitos y a esos bulos. Hay que trabajar mucho en la responsabilidad de las redes, en campañas que estén dirigidas hacia la adolescencia con un lenguaje adolescente porque también tenemos el problema de que las instituciones hacen campañas dirigidas a la adolescencia, pero esas campañas no le están llegando. Yo creo que aquí hay que sentarnos a hablar con la adolescencia y ver de qué manera podemos diseñar políticas públicas que impacten en su vida diaria y que prevengan todas estas violencias. Hay que trabajar desde lo pequeño, no podemos llegar a un aula y decir ‘un asesinato es violencia’. Claro que lo es, pero antes del asesinato ocurren muchísimas otras cuestiones que, especialmente, los primeros estadios de esa violencia están normalizados. El control, la manipulación, el chantaje o el aislamiento. Tenemos que ir a eso, tenemos que desromantizar que mi novio quiera dormir conmigo por videollamada. No podemos romantizar eso.
P: ¿Qué origen tiene la romantización de la violencia que usted ha mencionado a través de comportamientos como el control o el chantaje?
R: Por ejemplo, hay determinadas series que se están viendo ahora y que tienen como mucho impacto en la gente joven, que al final lo que hacen es normalizar que tu novio te persiga, te controle o te exija determinadas prácticas sexuales, aunque tú no las desees, porque es una muestra de amor. Esto es lo que tiene que llegar a los medios de comunicación. Si sólo nos llega lo último, la fase más extrema de la violencia, hay muchas chicas, incluso los chicos que la ejercen, que no van a ver que el control es una forma de violencia. Que tú no tienes que mandarle continuamente a tu pareja mensajes por WhatsApp para ver donde está, con quién está, que te mande ubicación, que te mande una foto para saber que estás bien o dormir con ella por videollamada porque es una muestra de amor. Hay que desromantizar esa violencia del inicio. Para mí, eso ahora mismo es el principal elemento de prevención que tenemos que tener.
Lo trasladamos al caso de violencia sexual. Si nosotras vemos en los medios de comunicación el caso Pelicot, lo que estamos haciendo es decir ‘esta es la violencia sexual’. Está muy bien que salga en los medios, pero es un caso paradigmático, un caso extremo. El caso Pelicot no es un caso cotidiano de los que se denuncian. Entonces, si no sale la cotidianidad de la violencia sexual, hay muchas chicas que no van a identificar que lo que les ha pasado es una forma de violencia sexual porque no es tan extrema como lo que sale en los medios. Un reto de los medios de comunicación y de la sociedad es irnos a los primeros estadios de la violencia para realmente que no haya un inicio en esa violencia. Hay que hacer hincapié en los primeros estadios y en las primeras pautas de esa violencia.
P: Dentro de esas primeras pautas hay conceptos como la pornografía o la masculinidad, ¿cuál es su perspectiva de estos dos elementos?
R: La pornografía es un elemento más. No es la responsable de las agresiones sexuales porque estas se dan desde antes de que llegase la pornografía y esto es muy importante. Quiero hacer hincapié en que la sola prohibición de la pornografía a menores, que debe de ser una urgencia de las políticas públicas, no va a acabar con la violencia sexual porque se inscribe en algo más que la pornografía. Se inscribe en el poder, en el dominio, en la socialización del agrado por parte de las chicas o en la socialización de imponer un deseo por parte de los chicos. Lo que es agudizar el relato, agudizar el relato del placer de los chicos y de la erotización de la violencia. Es un instrumento más.
Nos pasaba lo mismo con las redes sociales. Cuando llegaron los smartphones y trabajábamos la violencia en el entorno de la pareja, hay muchas voces que decían ‘esta violencia ha aumentado desde que han llegado los smartphones’. La violencia estaba de antes, el smartphone lo que hace es ser un instrumento más para seguir ejerciendo esa violencia por parte del agresor, y además un instrumento que le permite estar 24 horas pendiente del control de la víctima. Pues lo mismo ocurre con la pornografía. La pornografía es un instrumento más de erotización de la violencia. Pero no solo podemos poner el dedo en la pornografía, sino que hay muchas más cosas que a mí me preocupan que tienen que ver con lo que yo denomino la ‘pornosocialización’. No tiene que ver únicamente pornografía expresa para identificar como a las chicas se las está colocando en una posición en la que su capital sexual es un elemento de explotación. Plataformas como TikTok están normalizando que las chicas vean su capital sexual como su principal recurso, en lugar de su capital cultural o social. Esto es especialmente peligroso con plataformas como OnlyFans o Sugar Baby. La pornografía es un elemento a prohibir para que no le llegue a menores, especialmente, y hay que tomar medidas concretas para que veamos el impacto de la pornografía en estos.
También hay que trabajar el contexto. No podemos trabajar un fenómeno como la pornografía fuera del contexto en el que se inscribe. Si quieres trabajar el impacto de la pornografía también tienes que hacer un análisis grande del entorno. Después, cuando decimos ’bueno, prohibiendo la pornografía, ya acabamos con el problema de la violencia sexual’. Eso es muy fácil y es mentira. Acabando con la pornografía lo que hacemos es que no le llegue un mensaje directo que erotiza la violencia y que normaliza la violencia. Pero ahora tenemos que trabajar más. Tenemos que trabajar todo el impacto de las redes y tenemos que llevar la educación sexual a las aulas, a las familias y a los medios. Y esta educación sexual no puede venir en cuarto de la ESO. Tiene que llegar desde la más tierna infancia. Tenemos que evidenciar que cuando hablamos de educación sexual no hablamos de prácticas sexuales, sino de mucho más trabajo de prevención, trabajo de límites, trabajo del cuerpo, trabajo de las emociones. Hay muchísimo más que las prácticas sexuales.
No hay que olvidar que la pornografía llega cada vez a edades más tempranas, que hay una normalización dentro de los grupos de WhatsApp y de los grupos de Telegram. Incluso en quinto y sexto de primaria. Ya nos están advirtiendo que donde se están detectando más problemas en los centros educativos son en quinto y sexto de primaria y en primero y segundo de la ESO. Son las primeras etapas donde llega el móvil, os primeros grupos de WhatsApp y están compartiendo determinados stickers o determinados vídeos pornográficos que ni las criaturas saben lo que están compartiendo, que una parte de lo que comparten son delitos sexuales. No puedes compartir vídeos donde están agrediendo a un menor con la mal llamada ‘pornografía infantil’. No estamos hablando de pornografía infantil, sino de delitos sexuales.
En relación a todo el tema de la masculinidad tradicional o masculinidad hegemónica, creo que aquí hay que hacer mucho hincapié. Hay voces en las redes sociales que defienden ese modelo de la masculinidad tradicional. Que defienden incluso que los hombres tienen que cobrar más que las mujeres, que los hombres por naturaleza tienen una serie de comportamientos que las políticas de igualdad están coaccionando o coartando. Recuerdo un programa de Jon Sistiaga en Cuatro donde le preguntaba en qué se basaba para argumentar que los hombres tienen que cobrar más que las mujeres o que los hombres tienen que responder a un modelo de ‘ser hombre de verdad’. Los influencers decían ‘biología’. Es el discurso que yo llamo el discurso de comida rápida o el discurso de hamburguesa. No tienen argumento alguno, pero al final están fomentando volver a un modelo de masculinidad que no tenían ni nuestros abuelos.
Las políticas de igualdad te están interpelando y te están diciendo que hay cosas de tu modelo de masculinidad o cosas del modelo de masculinidad que son peligrosas, un riesgo, no solo para las chicas, sino también para los propios chicos, aunque no al mismo nivel. Lo que están haciendo estas voces de las redes sociales y de podcasts, que yo a veces veo algunos, que son difícilmente asumibles, que rozan la apología de la violencia. Cuando damos una intervención en prevención de las violencias machistas y hacemos mucho hincapié en que no se nace agresor, sino que es la cultura, la socialización y al final el propio agresor el que asume esa responsabilidad y nos dicen ‘se nos está criminalizando a todos los hombres'. Si tú estás viendo este tipo de podcasts donde te están diciendo que biológicamente los hombres tienen más fuerza que biológicamente los hombres, tienen que cobrar más que las mujeres. En el fondo, ese tipo de discurso, que no te engañen, son los que están patologizando a los agresores. No todos los hombres son iguales, ni muchísimo menos, porque la biología no es un factor que responda a la violencia. El factor que responde a la violencia y al machismo es la cultura, no la biología. Entonces lo que tenemos que cambiar es la cultura. Y ese modelo de masculinidad está conformado por pautas culturales machistas muy normalizadas en nuestra sociedad y que de nuevo están volviendo a las redes. Te dicen que los hombres lo que quieren es una mujer exclusiva y que las mujeres exclusivas son aquellas que son mujeres decentes que no tienen experiencia sexual nada más que con él. No podemos volver a este relato porque al final colocamos a las ‘decentes’ en una posición de reconocimiento social por parte de los chicos, incluso de las propias chicas y aquellas chicas que desde su libertad deciden tener las relaciones sexuales que quieran al final son colocadas en una posición de riesgo porque no son mujeres exclusivas, no son mujeres decentes.
"Te dicen que los hombres lo que quieren es una mujer exclusiva y que las mujeres exclusivas son aquellas que son mujeres decentes que no tienen experiencia sexual nada más que con él"
P: Este tipo de discursos de evaluación de la víctima se dieron en redes sociales cuando se conoció el caso de Iñigo Errejón
R: Bueno, creo que no sólo le ha pasado a la víctima del caso de Errejón, sino que le pasa a todas las víctimas de una u otra manera. Lo que pasa es que cuando un caso se hace mediático lo vemos más fácilmente. Detectamos esa reacción y detectamos la revictimización. Pero cuando, por ejemplo, tú te vas a un centro educativo, a un instituto y trabajas, por ejemplo, el caso de una chica que le mandó una imagen erótica a un chico en una relación de afectividad y este chico llega un momento que la comparte o la difunde, nos seguimos encontrando muchísimas voces que dicen que la culpa de eso la tiene la chica que mandó la foto. No el chico que la publica o difunde.
"Siempre buscamos culpabilizar a la víctima y justificar al culpable"
P: ¿Eso es lo que percibe cuando acude a un centro educativo a un taller o a impartir una charla?
R: Eso es la mayoría. Totalmente. Eso que pasa en lo pequeño pasa en un caso tan mediático como el de Errejón, ¿por qué? Porque al final estamos viendo las voces que cuestionan que no era una chica decente, que tenía a la hija mala con fiebre, que no respondía al modelo de feminidad que se espera de una mujer. Entonces el relato de una víctima es puesto en duda cuando esa víctima no responde al modelo de víctima que se espera. Y es un modelo de víctima que sepa reaccionar, es decir, que se oponga a la relación sexual desde primera hora. Cuando dicen ‘es que todo esto le pasa porque ellas subieron en el taxi’ o ‘todo esto le pasa por seguir en la relación’. Estos mismos relatos nos los encontramos hace 20 años y hace 10 años. Por desgracia, nos los seguimos encontrando cuando dicen ‘bueno, una mujer que está en una relación de violencia desde hace 20 años aguanta porque quiere’. No vemos la base, no vemos la cultura del miedo, no vemos la cultura de la dependencia, no vemos la cultura del silencio, no vemos esa base de la sumisión del agrado, no vemos esa socialización.
Lo que hacemos es que como no lo entendemos porque no tenemos la formación, culpamos a la víctima. Bueno, con este caso, claro, cuando tú ves los medios que se culpabiliza a una víctima, que al final se pone todo el foco sobre ella y no sobre el que ha agredido, eso silencia a muchas chicas. Dicen ‘yo no quiero vivir lo que estas chicas’. Ella ha dado la cara, pero lo mismo nos pasó con la víctima de la manada. Hubo muchas voces de ‘ella entró al portal con los cinco, quería liarse con uno, estaba borracha, se quedó con ellos hablando’. Como si eso fuesen justificaciones de lo que cinco hicieron con ella, de cinco agresores. Siempre buscamos, y esta es la base de la cultura de la violación, culpabilizar a la víctima y justificar al culpable. Es mucho más fácil culpabilizar a la víctima cuando ésta no reproduce el modelo de mujer decente que se espera.
P: A raíz de la cuenta de Cristina Fallarás y la base que usted acaba de desgranar, ¿es comprensible que una mujer prefiera denunciar en redes a ir a una comisaría?
R: Totalmente. Estamos viendo lo que ocurre cuando una mujer lo decide, que esto es parte de lo que se llama violencia institucional, pero en toda regla. Ahora también lo estamos viendo con el caso de Juana Rivas, que este es otro tema a ver por dónde sale y espero que se resuelva y que tomen medidas urgentes para reparar el daño en estos dos niños y en su madre. Pero al final es, si yo decido denunciar y lo hago público, al final estoy recibiendo una revictimización, una culpa, que gente que no conoce la problemática y que gente que no sabe lo que a mí me ha ocurrido pueda opinar de lo que me ha ocurrido a favor o en contra. Muchas veces en contra. Muchas chicas y muchas mujeres lo que hacen es guardar silencio. Es cierto que los perfiles como el de Cristina Fallarás, que ya lo tuvo en 2017 cuando tuvo el hashtag ‘#Cuéntalo’, que fue en quince días cerca de tres millones de relatos de mujeres y lo que estamos viendo ahora con Instagram con todos los relatos de violencia sexual y cómo al final un relato de ese grupo nos lleva al caso de los raperos de Granada, de agresiones sexuales, Denuncias Granada.
Cuando una chica rompe el silencio abre camino a que el resto de las chicas lo rompa. Si nos sentamos a analizar, que yo lo estoy haciendo, cada uno de los relatos que están ocurriendo con el caso de los raperos en Granada, es que hay un modus operandi. Hay una forma del establecimiento de esa agresión. Eso da veracidad al relato de las víctimas. Lo que ocurre es que si una se anima a denunciar jurídicamente también sabe que puede correr el riesgo de esa reacción en contra de ella. Y eso la pone en una situación de vulnerabilidad y de violencia estructural. A mí me encantaría que todas las mujeres y todas las chicas que han sufrido violencia tuvieran la oportunidad, no es una obligación, pero tuvieran la oportunidad de denunciar. Pero entiendo que hay una estructura social tan hostil que muchas de ellas quieran quedarse en la denuncia social y no lleguen a la denuncia jurídica. Esto por una parte es entendible porque las víctimas deciden dónde colocan el relato, si en la justicia o en la sociedad. Pero por otra parte también yo espero que toda esta ruptura del silencio tenga consecuencias en la impunidad de los agresores.
¿A qué me refiero? A que creamos a las víctimas. No es baladí que más de 100 relatos en un grupo sobre un comportamiento y sobre agresiones sexuales de, en este caso, de los dos raperos, pero puede pasarnos con otros muchos casos, sean mentiras. No.
"Si nos sentamos a analizar, que yo lo estoy haciendo, cada uno de los relatos que están ocurriendo con el caso de los raperos en Granada, es que hay un modus operandi"
P: En el caso de que quede en denuncia social, quien defienda a esos agresores podrá decir que no están condenados por ello. Así ocurrió con Plácido Domingo
R: Lo hubiesen defendido incluso con condena. Esto nos pasa. Incluso con condena defienden a los agresores. Porque siempre hay algo que ha hecho la víctima que la culpabiliza y que justifica la actitud del agresor. ‘Están locos, tienen una enfermedad mental, son monstruos, depredadores’. Esa patologización sirve para no reconocer que la masculinidad hegemónica y tradicional está detrás de esos modelos de agresión. Queremos sacarlos de lo cotidiano, de la cultura machista y patriarcal. No podemos sacar a ningún agresor de ahí porque todos comparten esa cultura patriarcal, esa es la única. Dice Miguel Lorente que ‘¿quién hay detrás de los hombres que agreden, de los hombres que asesinan? pues el hombre, blanco, masculino y se acabó’. No hay más. Es que esto es lo que hay. No hay un perfil, pero sí hay un modelo de masculinidad y una cultura que los arropa.
A mí me preocupa mucho no sólo eso, no como a veces ante una denuncia, una condena y demás, no hay un aislamiento social de los agresores, ni social, ni laboral. Pero sí hay una culpabilización de las víctimas. La víctima de la manada no vive en este país. Nevenka Fernández no vive en este país. Eso quiere decir que cuando tú te expones mucho y al final llevas tu relato, tu vivencia y tu violencia a los tribunales y a los medios de comunicación, esto tiene consecuencias en las víctimas. Veremos a ver después el caso de Giselle Pellicot. Veremos a ver cómo una vez que pase el juicio ella rearma su vida. Cómo miramos también a las víctimas.
Por ejemplo, ahora mismo en Granada tenemos otro caso. Que es el caso de la Escuela de Teatro la Seducción. Hay momentos en los que el contexto social en el que estamos permite que se vayan rompiendo más silencios. Si es un contexto hostil, eso conduce a un silenciamiento de las víctimas. Pero siempre en torno al 25 de noviembre o en torno a algún caso paradigmático como el de Giselle Pellicot. Eso propicia que el entorno sea menos hostil para hablar. Es en esos momentos de menor hostilidad, que siempre hay hostilidad ante estos temas, donde surgen las voces de las víctimas. Pues es que lo hemos visto en la seducción, lo hemos visto con los de los raperos y lo vamos a seguir viendo en la medida en que el contexto permita que las víctimas hablen.
"Silencio" tras sufrir "violencia extrema"
P: ¿Tiene conversaciones con sus alumnos de la UGR sobre estos temas? ¿Qué le transmiten ellos?
R: Es muy curioso porque lo he trabajado en mi asignatura en las últimas semanas. Sobre todo la violencia sexual y la violencia dentro del entorno de la pareja. Al final yo tengo mucha confianza con mi alumnado. Los chicos y las chicas hablan muchísimo en clase y todos conocen muchos casos en los que ha habido agresiones sexuales y en los que ha habido agresiones dentro del entorno de la pareja.
Muchas de ellas la han sufrido y te dicen ‘a mí esto me ha pasado o ‘yo he estado en una relación así’ o ‘yo un día que mantuve una relación sexual’. Esto es lo que ocurre. Por ejemplo, hacen mucho hincapié en cómo impacta la pornografía en las relaciones sexuales a su edad. Hay una normalización de prácticas violentas. Ahorcar, abofetear o insultar. Esto está muy presente. Esto hay que abordarlo porque con ellas y con ellos es con quienes podemos tomar caminos de prevención. Y ya que detectáis esto, ¿qué podemos hacer a vuestra edad? Porque claro, yo no tengo 18 años ni 19. Son ellas y ellos quienes tienen que decir y quienes tienen que trabajarse que podemos hacer para romper este tipo de violencia en la cotidianidad. Si tú le preguntas a tus alumnas si alguna vez han sufrido violencia sexual de cualquier tipo en un espacio de ocio, en un medio de transporte, en un espacio público como la calle, en un parque, dentro de una relación de pareja, en las redes sociales, en un espacio escolar o docente, yo casi no encuentro ninguna que te diga que no la ha sufrido. De hecho, todas lo han sufrido en una o de otra manera. Y hay algunas que han sufrido violencia muy extrema, pero que están en silencio, que no las han querido contar.
P:¿Puede hablarme de alguno de los proyectos institucionales en los que participa?
R: Ahora mismo estoy en un proyecto con la Universidad Complutense de Madrid sobre cibermisoginia y sobre violencia sexual digital. Estamos analizando con profesionales, adolescentes y gente joven como se materializa la violencia sexual digital, cuales son las formas en las que se establece, como detectar, por ejemplo, con profesionales, pues como están trabajando con víctimas esa violencia sexual, que medidas institucionales y que políticas en concreto necesitamos, no sólo para prevenir, sino cuando tenemos un caso de violencia sexual digital, como la estamos abordando. Desde la justicia, los centros de información a la mujer o los centros que trabajan con víctimas, desde los centros de servicios sociales, desde los cuerpos y fuerzas de seguridad, desde aquellos ámbitos en los que trabajan con menores agresores o con menores víctimas.
También estoy en otro proyecto con la UGR que lidera Jesús López Megías, que es catedrático de psicología. Ahí nuestra parte de investigación tiene que ver con todo el impacto de la pornografía en la juventud. Cómo impacta la pornografía y qué relación guarda el consumo de pornografía con determinadas prácticas violentas. Como en todo esto, también media el consentimiento. El concepto de consentimiento es clave a la hora de abordar la violencia sexual. El concepto clave de la ley orgánica de garantía de la libertad sexual y el concepto clave que tenemos que llevar a la vida cotidiana para identificar que cuando no hay consentimiento siempre hay violencia.
"No podemos hacer campañas de prevención en un sillón"
P: Ha dado una pincelada previa sobre que la comunicación no llega a los jóvenes, ¿es lo que echa en falta en el trabajo de las instituciones para erradicar la violencia machista?
R: Una parte de lo que he echo en falta es que las políticas públicas de prevención escuchen a la adolescencia. No podemos trabajar medidas sin escuchar lo que ocurre en la adolescencia. A veces una chica de 19 años tiene una hermana de 14 y dice ‘Carmen, somos totalmente diferentes, de otra generación’, pero son de la misma. Lo que ocurre es que los cambios de una edad a otra, a partir de las redes sociales y de las estructuras sociales en las que habitamos, varían. Entonces, si ya una chica de 19 ve otra generación en su hermana de 14, ¿cómo gente que trabaja en las políticas públicas de prevención puede llegar a estas generaciones tan dispares? A una generación en la que tenemos una disparidad de socializaciones y de incidencias.
Creo que lo que hay que hacer es hacer comités de adolescentes, grupos adolescentes, que nos acompañen en el diseño de políticas públicas y campañas de prevención. No podemos hacer campañas de prevención en un sillón con gente adulta. Tenemos que, gente adulta y gente adolescente, construir de manera conjunta. Que sean ellas y ellos quienes te digan cual es su realidad y cuales son sus urgencias. Para poner el foco ahí, ver lo que habitan, los riesgos y como podemos avanzar hacia la igualdad en esas edades.
P: Son 20 años de trayectoria en este campo, ¿cuáles son los cambios más drásticos que ha vivido?
R: Los inicios fueron interesantes porque todavía no estaba ni aprobada la ley de violencia, la 1/2004. Yo empecé con toda la intervención de la educación sexual. Talleres de intervención o talleres de dudas sobre la sexualidad. Ahí es donde empecé a identificar que había muchas formas de violencia en el noviazgo y mala interpretación de lo que era el amor. Empecé con todo el tema de los mitos del amor romántico, como impactan en las relaciones de pareja y la violencia que conllevaba. Era una etapa que puedo definir como etapa de descubrimiento. Tú llegabas a las aulas y tenías un alumnado que no había escuchado ni lo que era el feminismo, ni la igualdad, ni el amor romántico, ni la violencia, ni la sexualidad. Era una etapa en la que descubrían y preguntaban. Estaban como en la incredulidad de ‘esto no teníamos ni idea’
He vivido la etapa en la que empezábamos con el plan de coeducación en Andalucía, en ese año 2005. Empezábamos con políticas de prevención muy potentes por parte de instituciones. Había mucha formación y mucha intervención con profesorado, alumnado, familia o personal técnico. Era una etapa de crecimiento total, de sembrar. Creo que gran parte de lo que recogimos en 2018, de esa manifestación del 8 de marzo, de ese aflorar el feminismo en la juventud, es parte de lo que sembramos desde 2005. Antes otras muchas compañeras, pero creo que esa etapa de 2005 a 2016 fue clave en la toma de conciencia del movimiento feminista, lo que se conoce como la cuarta ola del feminismo.
En ese romper el silencio, en ese movimiento Me Too, todo eso venía muy de la mano de lo que se sembró en intervención y en concienciación y en sensibilización en esos años. Claro, todo avance conlleva una reacción por parte de quien no quiere el avance. Ahí es donde vienen los discursos negacionistas y misóginos. Como esos discursos negacionistas que ocupan las redes sociales. Ahora lo que estamos viendo es una etapa de dificultad, de reacción, de cuestionamiento de la violencia, de la igualdad, de victimización que está abrazando la masculinidad. ‘Nosotros somos las víctimas, nosotros tenemos menos derechos, las leyes nos discriminan, las leyes feministas y de violencia van en contra de los hombres’. Estamos viviendo una etapa compleja, pero que ahora es más necesario que nunca el establecimiento otra vez de esas políticas de prevención y de esa intervención del ‘poco a poco’ en grupos pequeños que empezamos a hacer hace dos décadas.
Tenemos que llegar al grupo clase, a lo pequeño, al debate, al dejar hablar, al incorporar el pensamiento crítico en nuestros chicos, en nuestras chicas. Ese trabajo continuo con el profesorado, que es fundamental, con los medios, con las familias. Tenemos que volver a esa fase de intervención y de diálogo.