Febrerillo el loco

Granada CF - Villarreal CF
Con la alineación ante el Villarreal, Robert completó el enésimo vaivén técnico-táctico de la temporada | Foto: Archivo / Antonio L. Juárez
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Tengo que reconocer que no me aprendí el orden de los meses hasta bien avanzado de edad. Mi enfermiza predisposición por lo 'útil', hacía que viera aquella retahíla de doce nombres como una de esas cosas que no me debían servir para nada. Hasta que suspendí un par de asignaturas por no sabérmelos. Por eso me hizo especial ilusión ver cómo el sábado por la mañana, camino al estadio, mi hija de seis años me los recitó sin fallo desde el asiento trasero del coche. Lo que nunca imaginé es que aquella estampa me serviría para iniciar esta columna deportiva.

Viéndola reflejada por el espejo retrovisor, con sus puñitos juntos y una vez terminado de repasar el listado, con una sonrisa pícara me interpeló por el primer hueco entre sus nudillos. Según ella, "Febrerillo el loquillo":

-¿Sabes por qué está loco?

Sin darme tiempo para la réplica, me explicó nerviosa que, aparte de ser el más corto de todos, el calor y el frío se entremezclaban a lo largo de sus días.

-"Como el Granada", mascullé entre dientes, sin imaginarme el partido que se nos venía encima.

Aparcamos a la primera y llegamos temprano a Los Cármenes. Con el chaquetón abrochado hasta arriba, miraba al cielo temiendo que las nubes se tiñeran de gris por completo y la lluvia hiciera acto de presencia. Sin embargo, el cielo terminó por abrirse y el sol tomó protagonismo. En ese momento, se reflejó el once inicial del Granada en el videomarcador, Robert –para mí en una decisión acertada– salía con la vieja guardia completando así el enésimo vaivén técnico-táctico de la temporada.

Empezó el partido y la temperatura no dejaba de subir. El sol apretaba y las prendas empezaban a sobrar. Me desabroché el chaquetón, para quitármelo no mucho después. Al rato me quité también la sudadera y después de que mi hija se encasquetara su gorra roja yo me arremangué la camiseta. Curiosamente, al tiempo que nos quitábamos prendas, los fallos del Granada se iban amontonando. Por momentos aquello parecía un partido de pretemporada y no solo por el calor. Parecíamos estar en pleno agosto, esperando a que ese equipo se terminara de armar. Pero en realidad era mitad de temporada y pleno invierno. 'Febrerillo el loco' parecía hacer de las suyas. Más aún cuando la segunda parte comenzó diametralmente opuesta. Ya con el cielo cerrado y mientras volvíamos a vestirnos (cremallera del chaquetón hasta el gaznate incluida), el Granada encerró al Villarreal en su área. Aquello era otra cosa, la maquinaria del Granada parecía perfectamente engrasada. La locura era completa, en el cielo, en la grada, en el césped y también en los banquillos, como no. Robert, tras el segundo penalti pitado a favor de los amarillos, pateó un balón con fuerza contra su propio banquillo mientras imploraba al cielo temiendo que éste se volviera a abrir… temiendo que su Granada se volviera a deshacer bajo el caluroso sol de mediados de 'febrerillo el loco'. Como así sucedió.