No es concordia

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Exhumaciones en el Barranco de Víznar | Foto: Archivo GD
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Me conmovía hace unos días el hallazgo de los restos de un niño de poco más de 11 años en una de las fosas del barranco de Víznar (Granada) que excava un equipo de la Universidad de Granada. Tenía dos tiros en la cabeza y por ahora se desconoce quien era, pues, según el director de la excavación Francisco Carrión, no hay constancia de que nadie lo haya reclamado. Tal vez su padre o su madre corrieron la misma suerte, y el silencio y el miedo que se cernieron sobre las familias en aquellos años hicieron que se olvidase su nombre y su existencia. Junto a su cuerpo quedaron dos pequeños objetos, un lápiz y una goma de borrar. Pensé que tal vez vendría de la escuela o que fuesen sus joyas más preciadas guardadas con celo en el bolsillo de su chaqueta o su pantalón. Y ahí quedaron como testigos mudos de una educación truncada, de unos sueños de cultura en ciernes, de esos cuadernos escritos con caligrafía infantil cuyos renglones nadie volvería a recorrer.

Recordé el sonajero que había en el bolsillo del mandil de otra mujer fusilada en Palencia que nunca más volvió a sonar para arrancar la sonrisa de su niño o ayudarle a dormir. Muchas décadas después ese niño, que entonces contaba nueve meses, recibía, ya anciano, ese juguete que no pudo disfrutar. Objetos que nos acercan a la vida cotidiana de gentes corrientes que vieron segadas sus vidas por el odio y la barbarie que desató el golpe de Estado de Franco contra el régimen democrático republicano.

Casi el mismo día de la noticia sobre ese niño de Víznar me sorprendían en TV las risas ufanas de los parlamentarios de PP y VOX de la Comunidad Valenciana. Eran risas triunfantes por la aprobación de la toma en consideración de una “Proposición de ley sobre concordia” que deroga la Ley de memoria existente en esa Comunidad. Como ya han hecho en Aragón y han propuesto en Castilla y León. La ley de Aragón, ya aprobada, (LEY 1/2024, de 15 de febrero) deja claro su cometido: suprimir la política institucional de apoyo a la víctimas de la represión franquista, la investigación de lo sucedido y, con ello, la verdad y reparación necesarias. Y el blanqueamiento de la dictadura franquista, a la que, por supuesto, no llama por su nombre. Suprimen el censo de memoria democrática, el inventario de lugares y rutas, el Centro de Investigación de la memoria democrática, el registro de entidades, las actuaciones en el ámbito educativo y el portal web institucional del Gobierno de Aragón sobre memoria democrática. Y por supuesto la colaboración y ayudas económicas orientadas a los trabajos de fosas e investigación. De nuevo el silencio y el olvido.

Me pregunto por qué las llaman de concordia. No, estas leyes no son de concordia. No hay concordia sin memoria. No hay concordia sin el conocimiento de la verdad. No hay concordia levantada sobre el silencio y el dolor de tantas personas que esperan recuperar los restos de sus familiares perdidos aún en las fosas de tantos lugares de España.
Llevo años investigando sobre las mujeres y la paz en la historia, y en mis trabajos he analizado la concordia como una de las virtudes de paz. Si tuviera que destacar dos de sus significados uno sería el de la amistad civil (Aristóteles), y otro el derivado de su raíz latina (cor-cordis) “el que comparte el corazón”, “el que siente con”. La amistad civil se forja sobre el reconocimiento de los otros, la consideración de iguales. Y compartir el corazón habla de los afectos, los sentimientos, la voluntad y la sensibilidad. Nada más lejos de lo que estas leyes pretenden.

No, lo que han propuesto y aprobado PP y VOX no son leyes de concordia. Este país se merece avanzar de acuerdo con las normas más avanzadas del derecho humanitario internacional, como ya hicieron otros países europeos. Verdad, justicia, reparación y voluntad de no repetición, ese es el camino de la concordia.