Ramon Fontserè: "Hemos vuelto a ciertas formas de puritanismo, ahora todo ofende"

Els Joglars, compañía que dirige el actor barcelonés, estrena este sábado en Santa Fe 'Que salga Aristófanes', su última obra

Ramón Fontserè
El director de Els Joglars, Ramon Fontserè, durante una representación de 'Que salga Aristófanes' | Foto: Remitida / Els Joglars
Miguel López Rivera
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España todavía olía a Brummel cuando Els Joglars ya ponía la realidad social y política del país contra el espejo de su propia realidad. Corría el año 1962 y, por aquel entonces, eran unos jóvenes Albert Boadella, Carlota Soldevila y Anton Font quienes se aventuraron a fundar una de las compañías de teatro independiente que más impacto ha causado a lo largo de este tiempo. Franco, la Iglesia, los partidos del 78, el nacionalismo en sus varias formas, personajes como Salvador Dalí o Josep Pla y también las doctrinas dogmáticas relacionadas con el puritanismo. Nada ni nadie ha escapado de su humor ácido e incómodo que lleva exactamente seis décadas sonrojando a propios y extraños. En su 60 aniversario les ha dado la vena de reflexionar sobre los límites de la moral, la libertad de expresión y las redes sociales. Cuestiones que aborda Que salga Aristófanes, la obra con el que está girando la compañía en este momento, y que ya ha agotado las entradas para el pase con el que este sábado se abre la vigesimoséptima edición del Festival de Teatro de Humor de Santa Fe. Su director desde 2012 es Ramon Fontserè (Torelló, Barcelona, 1956), quien desentraña lo humano y lo divino de la obra y también la censura de la sociedad en una entrevista concedida por teléfono a GranadaDigital.

Pregunta. Els Joglars cumple 60 años de crítica en crítica. Desde Franco hasta Felipe González. ¿El teatro sigue siendo uno de los últimos reductos donde realmente se puede ejercer la libertad de expresión?

R. Claro. El teatro es el espacio supremo de libertad. Eso es un elemento fundamental. El teatro tiene que cumplir esa función de mostrar una realidad insospechada al espectador. Es decir, mostrar la realidad que el espectador piensa en realidad en su foro interior. Muchas veces los espectáculos de Els Joglars han sido catárticos porque el espectador ve sobre el escenario, en un cuerpo ajeno, lo que realmente piensa y que, por pereza, mecanización o complejo, no se atreve a manifestar. Es lo que hacía Aristófanes, lo que señalaban Shakespeare o Molière. En el ADN del cómico siempre tiene que ir esa cosa de, con la máxima gracia, belleza, poesía y malicia, poner en solfa los tabús de la sociedad. Pero bueno, esto es algo que es de Aristófanes y que han venido practicando todos esos autores de los que hemos hablado.

P. En Que salga Aristófanes denuncian esa sobreprotección que ejerce la sociedad actual a la hora de abordar ciertos temas. ¿Cómo se enlaza eso en el argumento de la obra?

R. El hilo argumental de Que salga Aristófanes está situado en el ahora. Es un viejo profesor que ha sido expulsado de la universidad por sus propios alumnos, lo que le produce unas secuelas mentales que hace que le internen en un centro de reeducación psicocultural para que vuelva un poco a las normas marcadas por lo políticamente correcto. Pero como es un profesor de Clásicas, allí asume, por momentos, ese personaje de Aristófanes, imaginándose que es el dramaturgo griego como modelo de libertad frente a una sociedad cada vez más repleta de tabús intocables. Ese es el argumento de Que salga Aristófanes, con humor e ironía. Es un espectáculo muy catártico, también, por eso que hemos hablado antes de que nomina o retrata una parte de esa realidad que, a veces, no queremos ver.

P. ¿Hacer humor descendente es la nueva manera de ejercer la libertad?

R. ¿Hacer humor...?

P. Descendente. Es decir, no entender el humor solo como atacar al de arriba, sino entender que a veces uno se puede reír de las desgracias...

R. En esto le voy a contestar en palabras de Aristófanes: "No os ofendáis, espectadores, porque un simple cómico [...] os pueda decir palabras amargas pero verdaderas". La realidad es la realidad. A través del teatro nos acercamos a la verdad más real. A través de este simulacro que se hace sobre el escenario, uno se puede acercar más a esa verdad insospechada, como también ocurre con la poesía o con la tragedia.

"El teatro es el espacio supremo de libertad"

P. Más allá de que el bofetón de Will Smith estuviera mal, ¿lo de Chris Rock era gracioso?

R. Yo creo que aquello fue un calentón, no tengo ni puñetera idea. Supongo que debía salir si estaba su mujer allí. El hombre tenía que reaccionar de alguna manera...

P. ¿Pero qué le parece más transgresor? ¿El chiste en una gala como esa o la reacción de Will Smith?

R. Es que del chiste tampoco me acuerdo. A mí estos eventos, si me permite que sea sincero, me la sudan bastante. No tengo ni puñetera idea. Pero bueno, un dechado de juegos florales o de diplomacia no fue aquello. Fue más bien una cosa de patio de recreo. Creo que se tienen que conservar las formas. Ya que te prestas a estos eventos, uno tiene que tener cierto encaje.

P. A veces da la sensación de que hacer humor con temas como el machismo, la xenofobia o incluso algo con una profundidad histórica como el Holocausto solo está en manos de la izquierda y el progresismo. ¿Es así actualmente?

R. No creo que sea así. No tengo esa sensación. Creo que cuando un artista o autor de teatro afronta un tema, tiene que lanzarse sobre él como un tigre, aceptando las consecuencias. Sé que es difícil en estos tiempo porque, con las redes sociales, la censura y la autocensura del que se atreve a tocar el tema es muy grande. Por eso digo que tengo la certeza de que el 80% de lo que nosotros hacíamos en las series de televisión de los ochenta y los noventa ahora no se podría pasar. Seríamos lapidados por las redes sociales. Antes no. Por lo que fuera. Porque España salía de la dictadura y había unas ansias de cachondeo y también una moral más laxa, pero también más divertida y libre. Quizás también porque el público reclamaba unos actores más asilvestrados y más dinamita, por la contención de lo que habían pasado.

P. Y usted que lleva desde 1983 en Els Joglars, y cuya carrera en la dramaturgia viene de antes, ¿qué detecta que reclama la sociedad actualmente?

R. A diferencia de entonces, ahora se ha vuelto a unas ciertas formas de puritanismo y de una piel más fina. Ahora todo ofende. Antes el que pensaba diferente era como loado, como escuchado. Ahora eres un traidor si te sales del redil y no piensas como la mayoría. Ahí ya eres el peor. Esto son las redes sociales. Está muy bien y tiene una parte muy buena. Yo vivo en el mundo rural y puedo comprar libros y leer los artículos, etcétera; pero también está la otra parte del odio y de que si yo opino esto y tú diferente, ya has pasado a ser lo peor.

P. ¿Sesenta años después, en qué momento se encuentra Els Joglars? ¿Cómo definiría el momento actual de la compañía?

R. Estamos cabalgando, que no es poco. Y aquí estamos con 60 años. Yo tengo ganas de continuar y de seguir haciendo esta cosa fantástica que es el juego teatral y lo que me ha gustado siempre. Estamos con ánimos y, como siempre, después de esto tocará preparar otro... Como siempre, haciendo las producciones a 100 kilómetros de Barcelona, aquí en 'La Cúpula', para preparar nuevo espectáculo y estamos con ganas.

P. Son 60 años en los que, además, han tenido problemas con gobiernos de todos los signos: desde Pujol hasta Aznar...

R. Oh, sí. Hemos pasado a ser anarquistas, rojos, fachas, traidores, botiflers... Tenemos una amplia gama de epítetos a lo largo de estos 60 años, lo que quiere decir que hemos dado guerra. Eso nos ha llevado a pasar momentos extraordinarios.

P. ¿Qué aporta a su teatro un escenario como el del Festival de Teatro de Humor de Santa Fe? Creo que es la primera vez que vienen...

R. Sí, es la primera vez. Y estamos encantados porque esto siempre es bueno, aunque nos gustaría también ir a Granada. Usted sabe que los cómicos cuantos más bolos tengamos, mejor. Aportaremos entretenimiento, humor y reflexión. Y si hay polémica o controversia, mejor que mejor. Significa que habrá valido la pena, que es lo que yo noto por las voces que nos han llegado después de las funciones. Hay gente que está a favor, otra que no está tan a favor. El teatro, sobre todo, es la manera en cómo se da. El tema es solo relativamente importante. Lo importante es la manera. Si se da con gracia, belleza, poesía, malicia y todas estas cosas se acerca al arte. El teatro es una elevación sobre la vida. Que sea una experiencia casi litúrgica. Es un ritual. Y los últimos rituales que quedan son los toros y el teatro. Y la Iglesia.

P. Sé que él ya no está en la compañía, pero se me hace muy difícil no preguntar. ¿Lo de Albert Boadella con Tabarnia confirma eso que dicen de que el humor es algo muy serio?

R. Sí, claro. El humor es el distanciamiento, la cara amable de la desesperación. Y también demuestra que el sentido del humor también es un escudo contra el delirio, el fanatismo y los dogmas. Sobre todo contra el fanatismo, contra los extremismos. Está sociedad está sociedad abocada a la 'polemización', quizás también gracias a las redes. Pero el humor demuestra esto. En Auschwitz había humor. Yo he leído libros de gente que ha estado en campos de concentración y que hacían pases de modelos con los trapos que tenían. Es decir, que es la parte civilizada y racional del horror.

"Durante una representación del 'Teledeum' en Madrid a principios de los ochenta acuchillaron a un compañero nuestro del culo para abajo"

P. Desde que usted relevó a Boadella en la dirección de Els Joglars han pasado ya diez años. ¿Qué impronta personal cree que ha dejado usted en la compañía durante este tiempo?

R. (Titubea) Yo qué sé, ni idea. Yo he intentado seguir una idea y una estética como carne de Joglars que soy. He intentado seguir con esta ética y con esa estética y pasármelo lo mejor posible haciendo teatro. La personalidad de Albert es distinta a la mía y, naturalmente, la mirada es diferente; pero no, digamos, los referentes. Hay una manera de entender el teatro y la construcción de los espectáculos. Eso sí que lo he mantenido. He sido un conservador de ese espíritu que yo he mamado toda la vida.

P. ¿Recuerda una representación de Els Joglars en Granada durante los ochenta en la que aparecieron miembros de Fuerza Nueva con una cruz y la intención de agredirles?

R. No. Pero es verdad que yo soy de la generación del Teledeum. Un espectáculo que, en muchos sitios a los que íbamos, parecía el 18 de julio del 36. El Teledeum fue un impacto enorme en la sociedad de aquella época. Hablamos del Gobierno de Felipe González. Era una cosa de curas. Era una celebración ecuménica en un plató de televisión. Y aquello provocó un impacto brutal. Desagravios, atentados... En Madrid acuchillaron a un compañero nuestro del culo para abajo. Tuvimos que suspender. Había avisos de desagravio, querellas por blasfemos y todo eso. Era el año 83. Hay un libro que se llama El via crucis del Teledeum porque sitio donde íbamos, sitio donde teníamos que buscar el parque de bomberos o el de policías municipales para aparcar los dos camiones y la furgoneta que llevábamos para que no nos tiraran nada ni nos hicieran perrerías de esas.

P. Un calvario, ¿no?

R. Bueno, no se crea. En aquella época éramos jóvenes y nos lo tomábamos a guasa. También había mucha gente que nos protegía. Pero siempre había amenazas de bomba. Fue un espectáculo que dio mucha guerra en ese sentido. En el hall de los hoteles teníamos policías, que uno pensaba si es que le iban a detener. Y era para protegernos, pero nos decían que si salíamos del hotel no estábamos protegidos. Pero imagínese. En aquella época, los años ochenta salíamos de marcha, volvíamos de madrugada y aún estaban allí. Es esa cosa de la juventud y la insensatez. Lo recuerdo como una de las épocas más cojonudas en ese sentido.

P. Hablaba antes de volver a Granada. Para la dramaturgia, las artes escénicas en general y en definitiva el arte, es una ciudad que bebe de muchas fuentes de inspiración...

R. Hombre, claro. Nos ha 'jodío'. 'Graná' es una de las ciudades más bonitas por monumentos y por todos los barrios que tiene. Es una ciudad que ya tiene arte solo con salir por la calle. Esto ya es una gran ventaja. La hemos visitado en todos nuestros espectáculos.

P. ¿Es una de esas ciudades como Barcelona o Madrid en la que se respira libertad cuando se llega de fuera?

R. Los cómicos, allí donde vamos, pasamos solo unos momentos. Pero te puedes hacer una idea de Granada. La Granada que yo recuerdo de hace muchos años ha cambiado sobre todo con el tema universitario, que le ha dado mucho empuje y mucha fuerza. Bueno, como toda España, que ha cambiado mucho. En los años ochenta, los teatros parecían decimonónicos y estaban todos que se caían. Ahora, un pueblo de 3.000 habitantes tiene un teatro municipal fantástico. Granada es como todo. Una ciudad fantástica. No voy a ser yo quien descubra ahora Granada.







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