Jefes amables

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Los jefes tóxicos dañan a los trabajadores de innumerables maneras, por ejemplo, bajando la moral | Foto: J. C. M
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Líder amable, jefe gentil, liderazgo suave son ideas a tener en cuenta hoy para el futuro en cualquier organización.

Frente a este tipo de jefes a fomentar, tenemos jefes tóxicos que sabemos quienes los hemos padecido que faltan al respeto, son prepotentes, son incompetentes en sus labores, no apoyan a su equipo y demuestran total ausencia por el trato humano. Los jefes tóxicos no solo son capaces de cosechar el miedo en cualquier rincón de la organización, sino que también pueden favorecer la aparición del estrés y de trastornos relacionados con la salud mental como la depresión y la ansiedad. Los jefes tóxicos dañan a los trabajadores de innumerables maneras, por ejemplo, bajando la moral, disminuyendo el bienestar y aumentando el conflicto entre el trabajo y la familia.

Obviamente, este tipo de actitudes, que suelen estar provocadas por una escasa inteligencia emocional, acaban produciendo en los trabajadores tensión, ansiedad, estrés, falta de motivación e, incluso, miedo a ir a trabajar. Lo que genera un denominado ambiente tóxico que, a su vez, aumenta la tasa de depresión entre el personal en hasta un 300%. Esto es lo que genera el burn-out.

Por mucho que un líder sea tóxico no tiene la capacidad por sí solo de propagar dicha toxicidad por la organización: necesita de trabajadores sumisos y de un entorno permisivo, además de personas de su entorno directivo que le facilitan su toxicidad. Y esto es algo que en los últimos tiempos he vivo de alguna manera en mi organización.

Varias son las maneras de aliviar o erradicar este tipo interrelaciones laborales en la que se han instaurado prácticas, prioridades y valores de gestión deficientes, pero en lo que coincide la literatura existente, así como las teorías más respaldadas, es en que se ha de instaurar una cultura organizativa que promueva la atención sobre el lado humano de la empresa: con auditorias internas, formación, sistemas de evaluación y de recompensa… Y mucha, mucha comunicación.

"Por mucho que un líder sea tóxico no tiene la capacidad por sí solo de propagar dicha toxicidad: necesita de trabajadores sumisos y de un entorno permisivo"

Ahora bien, ¿no sería más fácil, rentable y menos costoso para unos y otros empezar con unos buenos cimientos organizativos? Es decir, optando por contratar desde el principio a jefes amables.

En este nuevo milenio la tendencia se dirige hacia un nuevo concepto de líder gentil. Uno cuyo liderazgo esté basado en los valores que ponen en el centro a las personas y su bienestar: "Las investigaciones demuestran que el factor que marca la diferencia en los equipos es la seguridad psicológica. Entre los valores y comportamientos inclusivos que la crean está la amabilidad". Se sabe que la manera en que ser gentiles ayuda a nuestro ADN a regenerarse para así vivir más y en mejores condiciones.

Esta nueva concepción de liderazgo suave, la verdadera fuerza reside en no necesitar aprovechar la ira, el descontento, subirse a la ola de la frustración y el miedo para conseguir el consenso, el poder y el control, sino en tomar decisiones, con firmeza y responsabilidad, pero sintiendo y actuando a través del corazón. En definitiva, un jefe amable "prefiere la amabilidad a la autoridad, la humildad a la humillación y pone los números al servicio de los valores y no al revés. Hace que la otra persona y su bienestar sean prioritarias".

El primer paso es ser amable con uno mismo, escucharse y cuidarse. Un camino hacia la conciencia que podemos comenzar a desarrollar a través de la respiración para terminar con la práctica de la meditación. Incluso unos pocos minutos al día marcan la diferencia. Luego se pasa a las acciones concretas. El punto de inflexión es pasar del yo al nosotros y una vez superada la falta de amabilidad, comienza la fase de construcción de la gentileza.

Líderes amables, gentiles, suaves. Son personas amables, agradables, que practican la regla de oro. Y además sonríen. Su trato agradable empieza por su cara. Sonreír es una virtud enorme que no valoramos suficiente, como el sentido del humor y la alegría. Las personas que sonríen y son alegres son mucho más productivas y generan entornos mucho más eficientes.

Contagiemos amabilidad. Contagiemos apoyo, por favor, en casa y fuera, en el interior y en el exterior. Gracias por contagiar. Gracias por ser amables.







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