Personas coherentes

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Procurar ser coherentes es clave para mejorar la situación de la que partimos | Foto: Remitida
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Esta semana he estado dando clases en el Máster de Salud Pública de la Escuela Andaluza de Salud Pública. He hablado de liderazgo, de comunicación , de h-alma, de afecto, de apertura… Y entre las palabras que han aparecido en la clase ha sido la de COHERENCIA.

Procurar ser coherentes entre lo que se dice y lo que hace, en lo que dice y como lo dice, siempre basados en unos valores, es clave en mejorar la situación de la que partimos.

Hablar de coherencia y honestidad es importante y más sabiendo que difícilmente construiremos espacios confiables y seguros si no trajanos con la coherencia como aspecto clave.

Es básica la coherencia en el pensamiento y en la acción. Es fundamental a veces anteponer la obligación al apetecer. Es importante la responsabilidad frente a culpabilidad. Es valioso sentir que una persona tiene el control de su vida. Es conveniente aceptar los límites.

Y la confianza que es el “pegamento” de la vida y de todas las relaciones. La confianza es el eslabón de acero que consolida toda relación significativa, ahí donde las personas se regalan las mejores amistades, amores o relaciones partiendo siempre de la integridad y la coherencia. Pocas dimensiones psicológicas son tan vitales, tan nutritivas a la vez que complejas como el permitirnos confiar en alguien, como depositar parte de nosotros mismos en otra persona. La confianza es una actitud hacia la vida, por tanto, la confianza NO da asco, ya que necesitamos confianza.

Una persona coherente basa sus actuaciones en que está llena de ternura, que trabaja con afectividad, con mucha historia y con muchas historias que compartir, deja huella, de confianza, con humor, con honestidad, con la humildad como una de las características más atractivas, con todo el talento de cada una de ellas, con coherencia en todo lo que hace, con prudencia, con templanza, con sinceridad responsable.

Nos gustan las buenas personas, las que son honestas, las que son íntegras, amables, las que son humildes, las que son humanas, las que tienen coraje y talento, las que buscan la coherencia, las que entrenan las habilidades que no tienen, no la gente que está todo el día enfadada, que no sigue a las personas de su organización y no aporta valor a sus personas. Nos gusta la gente fácil y con sentido del humor.

Y luego tener el coraje para pasar a la acción siendo congruente con todo lo anterior. Y allí, después de la valentía, cuando una persona percibe que lo que siente y piensa tiene coherencia con las acciones, es síntoma que con toda probabilidad el ser de una/o y el hacer están alineados.

Es importante tener como eje de lo que uno dice, piensa y hace desde la coherencia, lo que implica ligar la bondad con la afabilidad, la ternura, el cuidado, la atención, la conectividad, la empatía, la compasión, la fraternidad, todos ellos sentimientos y conductas predispuestos a incorporar al otro tanto en las deliberaciones como en las acciones personales. Se trataría de que la bondad esté incluida por todo el aparataje sentimental en el que se está atento a los requerimientos del otro.

Cambiar requiere habilidad, voluntad, tiempo y hacerlo mediante procesos rigurosos. Esta es la paradoja del cambio: requiere continuidad y coherencia. Pero mientras nuestros líderes no dediquen tiempo suficiente al cambio y no depositen confianza en los profesionales y en los pacientes, en su capacidad para desarrollar e implementar soluciones sostenibles a los problemas, seguiremos conformándonos solo con una recompensa: apagar fuegos y sobrevivir. Hay que aprovechar más nuestra energía no solo para hacerlo mejor, sino para hacer mejores cosas.

Esto es ser desobedientes inteligentes. Esa “desobediencia” es y será nuestra coherencia. Una desobediencia que te hace ir frente a la vida, frente a tus pensamientos, frente a tus emociones. Es plantear las cosas con un por qué y un para qué. Y empezar desobedeciéndonos a nosotros mismos. O que es lo mismo, desobedecer a nuestro cerebro: es una buena solución. Pero no solo tenemos que desobedecernos a nosotros mismos, sino también a los demás.

Y hablar de humanización no debe ser visto como un acto de buenísimo, sino que es un valor social que reclama la dignidad intrínseca de toda persona, de sus derechos y de la coherencia entre ellos. Y ello implica romper con la visión parcelar de la salud de las personas para pasar a tener una visión integral de su abordaje.

La coherencia, la flexibilidad, la generosidad, el agradecimiento y la lealtad son valores a tener en cuenta para consolidar una relación de amistad.