El aroma de la aceptación es la serenidad

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Una actitud serena nos ayuda a gestionar las situaciones difíciles con más calma | Foto: Remitida
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No sé dónde leí la frase pero me encantó. El aroma de la aceptación es la serenidad.

Sabemos que la falta de aceptación de lo inevitable es fuente de sufrimiento y de desarmonía. Aceptar los límites de la vida y los reveses del destino, sin instalarnos en la rebelión o en la amargura, no nos evita el dolor, pero sí si lo tomamos con serenidad. Conozco a alguna gente que sus adentros le impiden mantener la serenidad ante el conflicto, ante la situación incómoda, ante los momentos difíciles o ante personas capaces de defender a otras personas ante la injusticia. Y así nos va.

Es necesaria la aceptación frente a aquellas cosas que no podemos cambiar. Sin esta aceptación, corremos el riesgo de meternos en una dinámica por la que invertimos gran cantidad de esfuerzo por cambiar cosas que, simplemente, no pueden modificarse. Se suele confundir la aceptación con la resignación, y por eso muchas veces nos negamos a aceptar las cosas. No nos gusta la resignación. Creemos que si aceptamos lo que viene, nos damos por vencidos. Y no nos damos por vencidos sin luchar hasta el final. Además de aceptar, también es necesaria la fortaleza. Y finalmente es necesaria la sabiduría para ser capaces de distinguir las situaciones que van a requerir de nuestro esfuerzo y determinación, de aquellas que simplemente debemos aceptar.

La importancia de la serenidad

Aparte de la aceptación, dice la frase también de lo importante que es la serenidad. Y es que la serenidad es el valor de mantener la calma en medio de la dificultad. El término sereno además puede emplearse como adjetivo para calificar a quien se encuentra tranquilo, relajado o reposado. La serenidad, dice el diccionario, es la actitud de algunas personas en responder ante cualquier evento o situación sin dejarse llevar por sentimientos o emociones que puedan desestabilizarlo. La serenidad es, sin duda, un estado de paz interior, ante situaciones que nos agobian o con las que no nos sentimos a gusto. Una persona serena mantiene la calma ante cualquier situación difícil y busca alternativas posibles para poder conservar su serenidad. En realidad, estar sereno es un proceso de autoconocimiento y autocontrol que se pueden alcanzar.

Dicho de otra forma, la serenidad es un estado físico y mental que nos permite una actitud adecuada y autoprotectora ante lo que nos ocurre. Se identifica con la capacidad para observar cómo estamos respirando, la capacidad para analizar la información con claridad, los pensamientos ajustados al tema y a la situación que estamos abordando, la sensación de capacidad para tomar decisiones y para asumir las consecuencias de esas decisiones.

La serenidad es fundamental en nuestro día a día y en el momento de incertidumbre que vivimos, aún más. Es básica para poder aliviar el estrés, la ansiedad y los miedos. Una actitud serena nos ayuda a gestionar las situaciones difíciles con más calma y así poder encontrar un equilibrio emocional.

La serenidad es la quietud, es el silencio de la vida, es el goce de cada paso, es la ausencia de ansiedad y de ruido alrededor nuestro. Es primordial, por tanto, trabajar con uno mismo para poder encontrar esta calidad o actitud sin caer en la inquietud que nos estorba muchas veces por el día a día que llevamos o por situaciones de la vida.

Es cierto que estamos viviendo un año y medio, o más, donde es difícil encontrar la serenidad y el equilibrio emocional. Hay muchos factores externos que nos dificultan estar serenos: nerviosismo, tensión, preocupación, miedo… Ahora más que nunca, debemos hacer un esfuerzo para poder recuperar el equilibrio emocional. Porque cuando uno está y se siente más sereno, esto nos ayuda a poder ver las cosas de forma distinta: más relajada y más positiva. Hay que tener en cuenta que las mentes calmadas son mentes más centradas y con más consciencia.

Estamos en un momento de inmediatez, de hacer mil cosas a la vez y con una situación externa que muchas veces se hace difícil de gestionar. Es todo un lujo alcanzar esta calma y este equilibrio de emociones, pensamientos, tareas… que conlleva la serenidad o, mejor dicho, ese aroma de la aceptación, que es la serenidad.

Técnicas para ayudar a trabajar la serenidad

1. Meditar, esto ayuda a relajar la mente y sentir estabilidad.
2. Realizar ejercicios de respiración.
3. Hacer deporte nos ayuda a desconectar la mente y a su vez a quemar y quitar ese nerviosismo o estrés que nos inquieta.
4. Practicar Yoga, técnica del mundo oriental que es idónea para relajar nuestro cuerpo y nuestra mente y así poder encontrar nuestro equilibrio emocional y serenidad que buscamos.
5. Llevar una dieta sana y equilibrada. Tener una buena salud nos aporta mayor bienestar y nos hace sentir bien.
6. Responder en lugar de reaccionar
7. Escuchar sin apropiarse de los problemas ajenos

La paz interior perturbada por el estrés

Hay que tener en cuenta que cuando no sentimos serenidad, la paz interior se ve perturbada por el estrés. Hoy en día vivimos en una sociedad de mucha rapidez y llevamos una rutina llena de ajetreo. Es muy frecuente que en momentos sintamos estrés y una sensación de bloqueo y nerviosismo.

Cuando hablamos de estrés, hay tres aspectos importantes a tener en cuenta:

1. El estrés no afecta a todo el mundo por igual, dependerá de muchos factores.
2. El estrés provoca que nos sintamos mal.
3. Es posible manejar el estrés.

Cuando nos falta serenidad, es probable que nos encontremos delante una mala gestión de nuestras emociones, que a menudo nos hacen darle demasiadas vueltas a las cosas.

Cuanto mayor sea la ansiedad, la angustia o el miedo, menos control tendremos para mantenernos (física y mentalmente) serenos y templados.

La tranquilidad, la serenidad y la calma, nos ayudarán a conseguir el beneficioso lujo de acumular sosiego. Y el sosiego nos ayudará a prestar y prestarnos atención, a reflexionar, a meditar de forma introspectiva, observándonos hacia adentro, evaluando nuestro comportamiento. También ayudará a pensar de forma contemplativa, es decir, valorando y apreciando el mundo exterior que nos rodea y sus circunstancias.

Pero hay algo más importante aún: una vez que seamos capaces de asociar “el dominio de la serenidad” a la capacidad de soportar como compañía nuestra soledad sin dramas, sin escaparnos de nosotros mismos, sin provocar ruidos ajenos con nuestros miedos, entonces tendremos un gran terreno ganado.

También es importante reconocer cuándo estamos realmente serenos y cuando sólo nos lo parece. Se puede aprender a reconocer el estado de calma real por las sensaciones físicas y el estado mental. Esto se hace entrenando y reconociendo identificadores de calma cuando estamos tranquilos de verdad, de manera que se pueda chequear, en otras circunstancias, el grado de relajación y control mental del que disponemos. Si nuestro estado no es el más sereno, es mejor posponer la toma de decisiones. Saber parar cuando el momento, el lugar y nuestro estar no son los más adecuados, es otra habilidad importante en el manejo de la serenidad. Mejor, parar.

El control de los sentimientos y la serenidad se retroalimentan; a mayor control, más capacidad de serenidad y viceversa. Entrenar serenidad cuando no nos está ocurriendo nada, cuando estamos bien, es una manera de incrementar progresivamente la calidad de nuestro estar habitual y de facilitar una mejor actitud ante lo imprevisto. Mejor serenos.







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