El dolor desgarrador de la vida apacible

Ana Labordeta, Fernando Tejero y Dani Muriel brillan en 'Camino al zoo', la obra que visita este fin de semana el Teatro Isabel La Católica

'Camino al Zoo'
Ana Labordeta y Fernando Tejero en 'Camino al Zoo' | Foto: Gabinete
Fran Arráez
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El dramaturgo estadounidense Edward Albee no fue un escritor que se acomodara a los estándares. Rompió con el realismo burgués que habitaba la escena norteamericana en los 50, importando algunos elementos del teatro del absurdo europeo de Beckett o Ionesco, pero desarrollando a la vez un lenguaje propio muy crítico que se apoya en una cruda simbología. Sus retratos de la familia y la sociedad son despiadados, y a día de hoy su literatura sigue removiendo y desmontando lugares comunes, llegando a herir en una suerte de poesía contemporánea demoledora.

La obra 'Camino al zoo', que este fin de semana visita el Teatro Isabel la Católica de Granada, es una combinación de dos piezas de Albee: 'Historia del zoo' (The Zoo Story), escrita en 1958, y su precuela, 'Vida del hogar' (Homelife), escrita mucho después, en 2004.

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En la primera parte conocemos al matrimonio neoyorkino conformado por Peter y Ann. Él se esconde en sus libros; ella, harta de que su mayor emoción sea que se le pasen las espinacas, pronunciará las temidas palabras: 'tenemos que hablar'. La incomunicación, siempre presente en la obra de Albee, aquí es afrontada desde el personaje de la mujer, que reclama atención, escucha, deseo, sexo, riesgo… Vida, en definitiva.

Eres muy bueno, pero estaría bien que alguna vez pudieras ser un poco malo

La vida apacible se ha convertido en un infierno de invisibilidad, de sordera absoluta, y Ann demanda un cambio a su marido, que, sin apartar la mirada de su libro, del que desconoce el nombre y el tema ya que solo es un oscuro escondite cotidiano, sonríe complaciente sin permitir que las palabras de su esposa le saquen de su fortaleza evasiva.

Ann necesita romper esa rutina asfixiante y provoca una fantasía de destrucción, un crescendo delirante de ruptura de la paz hogareña que podría comenzar con el metafórico gesto de abrir la puerta de la jaula: "Si soltamos a los periquitos, los gatos se los comerán, y los niños se comerán a los gatos, y nosotros nos comeremos a los niños... Pero… ¿quién nos comerá a nosotros?"

La sensualidad algo agresiva de Ann y la crudeza de sus palabras—"Estoy pensando que me voy a cortar las tetas"—obligarán al marido a enfrentar su ausencia y a confrontar un episodio de juventud en el que hizo daño a una mujer. Afirma que fue muy malo, pero no está dispuesto a volver a serlo y mucho menos con su esposa.

Aquí Albee brilla en su modernidad al retroceder a la bestialidad ancestral masculina retratando a un hombre complaciente e inactivo como un potencial violador mucho antes de la era del Me Too, si bien en este caso el dramaturgo describe la complejidad casi contradictoria de los mecanismos afectivo-sexuales al mostrar a ambos como víctimas de los instintos o de la represión de los mismos.

El libro que está leyendo no resulta ser una fortaleza imbatible, así que Peter decidirá continuar en un banco de Central Park, introduciéndonos en la segunda parte de la obra (la primera que se escribió cronológicamente). Allí conocerá a Jerry, un joven empeñado en hablar de su vida. Una vez más su refugio literario demostrará ser una débil barrera. La ficción no puede detener a la realidad, ni en casa ni en un banco del parque.

La crispación creciente del joven subraya el giro social de la obra; si en casa es la intimidad y el afecto doméstico el que reclama atención y acción, aquí se pondrá sobre la mesa la desigualdad social y la injusticia de los privilegios de una pequeña parte afortunada de la sociedad.

Las metáforas que escribe Albee son hermosas: la mujer que llora en la habitación de al lado, o las jaulas que separan a los animales de los humanos comparadas con las calles que delimitan los barrios que separan a los pudientes de los demás.

El recurso de los animales aparece en la obra de Albee en varias ocasiones. Aquí con los periquitos, los gatos, el zoo del título y el famoso monólogo del perro que Dani Muriel interpreta con excelencia, cargado de un dolor contenido a punto de desbordarse en su enfrentamiento con ese animal. Ese perro convertido en amenaza, límite, instinto, territorio, enemigo, espejo, y a la vez amigo.

En su obra 'La cabra, o ¿quién es Sylvia?' Albee relataba la relación de un hombre con una cabra y cómo esta destruía su matrimonio y su familia. La transgresión en los temas y en la forma es una constante en su obra.

En esta producción el ser humano como animal acorralado queda mostrado desde la aparición de Jerry en escena recorriendo nervioso las paredes del escenario como un felino atrapado en una pequeña jaula.

El sofá del hogar en este segundo acto se convierte un banco, metáfora del lugar en el mundo por el que competirán Jerry y Peter desde sus mundos opuestos.

La producción que nos visita exprime la esencia del texto de Albee, gracias a una adaptación excelente de Juan Carlos Rubio y Bernabé Rico y a una eficaz dirección del primero con un pulso sólido y un máximo aprovechamiento de la técnica actoral de los tres intérpretes.

Ana Labordeta, Fernando Tejero y Dani Muriel brillan en la función que está agotando entradas en su gira nacional. Si aún quedan, no duden en ir a verla.







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