No favorecer la 'victimitis'

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Bandera de Cataluña | Foto: ArchivoGD
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Sinceramente, no creo que el encarcelamiento preventivo de 'consellers' ayude a la normalización de la vida cotidiana y política en Cataluña y, por ende, en toda España. Más bien al contrario, vuelve a enconar a ese sector muy movilizado del independentismo en unos momentos en los que el diapasón de su ruido había disminuido notablemente. Esta noche pasada ya estaban otra vez en las calles...

Un comentarista político catalán que no tiene nada de independentista hablaba en la misma tarde del jueves de "autogol" del Estado que se volverá contra sus propios intereses. Que son los nuestros. La prisión de Jonqueras y adláteres alimenta el argumentario de quienes tratan de trasladar a Europa la idea de un Estado represor que no garantiza un juicio justo y encarcela a disidentes. A la vez, eleva el nivel del victimismo en una zona de España como es Cataluña donde la 'victimitis' alcanza tradicional e históricamente unas tasas altas sin parangón en el resto del mundo.

No traten de convencerme a mí, que yo ya estoy convencido. No traten, por tanto, de convencer a otros que compartan esta opinión, incluso con criterios jurídicos: la inoportunidad de la decisión judicial adoptada. Antes de que alguien me recuerde que los tiempos judiciales no coinciden ni guardan consonancia con el calendario político les diré que sí y no. Sí, porque así debería ser. No, porque es la Fiscalía -un órgano jerarquizado que puede recibir instrucciones del Gobierno- la que solicitó la medida, atendida por la juez. Y, en cualquier caso, comparar los desesperantes ritmos temporales que la Justicia se toma en España con la vertiginosa velocidad con que ha evolucionado este caso nos da algunas claves sobre la inoportunidad de la medida.

Soy de los sorprendidos por la normalidad con que se aplicó y aceptó la entrada en vigor del 155. Era de temer mucha mayor resistencia y afortunadamente no la hubo. Aplaudo el envite de Mariano Rajoy cuando, la tarde del viernes de la locura en que se proclamó de boquilla la república catalana, abandonó su proverbial 'tancredismo' y anunció elecciones el 21 de diciembre, dejando con el paso cambiado al independentismo de todo pelaje. Al tiempo, la manifestación 'unionista' del domingo siguiente terminó de aclarar y tranquilizar el panorama. No me gustan nada los 'banderazos' con que se recibe en El Prat y en Barajas a los 'consellers'. Porque tampoco ayudan. Pero esta reacción propia de 'hooligans' preludiaba la citación del jueves. Parece ahora evidente que esta calma reinante en los días que siguieron al 155 ha envalentonado al sector más extremo, que sin duda este jueves habrá recibido con cohetes la prisión de Junqueras.

Todo lo contrario de lo que ahora interesa: calma hasta el 21 de diciembre. No dar ni facilitar ningún pretexto que el independentismo pueda 'exportar' a Europa. No alimentar el victimismo al que se aferra Puigdemont y los que quedan en Bruselas para agarrarse al clavo ardiendo, la última baza que les queda por jugar tras el fracaso de su envite separatista. A la vista de las movilizaciones que se anuncian, incluida la posibilidad de una huelga general en Cataluña, un Puigdemont alargando los trámites todo lo que pueda y más en Bruselas, la probabilidad de una campaña electoral con candidatos en prisión que -digan lo que digan- les dan ventaja entre determinados ámbitos... emerge de nuevo la formulación: ¿por qué no se actuó antes? ¿Cómo no se cortó en origen?

Estamos en el momento más sensible de todo este episodio y lo que conviene, más que nunca, es convencer a los que dudan. Porque esos son los que van a decidir la partida.







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