Dorantes: "Tocar mi piano a los pies de la Alhambra es como un sueño"

El artista de Lebrija, autor del exitoso 'Orobroy', cierra este jueves el festival 'A la vela de la Alhambra' con su obra 'Identidad'

DORANTES identidad
'Identidad' es el trabajo con el que Dorantes se presenta en el Palacio de los Córdova | Foto: Gabinete
Miguel López Rivera
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David Peña Dorantes (Lebrija, Sevilla, 1969) puede presumir de ser el autor de una de las 'bandas sonoras' de Andalucía. Orobroy la compuso con 14 años pero no la publicó hasta 1998, en el que fue su primer disco, del mismo nombre. Es nieto de La Perrata, sobrino de El Lebrijano, hijo de Pedro Peña Fernández y está emparentado con Fernanda y Bernarda de Utrera. Sin embargo, a pesar de proceder de una familia de estirpe flamenca, Dorantes ha conseguido forjarse un nombre propio en el arte jondo gracias, entre otras cosas, a su afán por formarse --fue uno de los primeros gitanos en ir al conservatorio-- y a un carácter iconoclasta que le permitió por ejemplo introducir el piano en un género hasta entonces dominado por la guitarra, la caja y las castañuelas. Viene del Festival de Cante de Las Minas y este jueves se asoma al Palacio de los Córdova para presentar Identidad, su último trabajo, 'A la vela de la Alhambra'.

Pregunta. En su anterior disco, La Roda del Viento, evocaba aquella primera vuelta al mundo de Elcano y Magallanes de la que ahora se han cumplido cinco siglos. En Identidad se sumerge en sus raíces pianísticas y flamencas. ¿Compone con la idea de que todas sus obras tienen que estar dotadas de un sentido y lenguaje propios más allá de la música?

Respuesta. No siempre es así. Estas dos obras tienen un hilo constructor y un porqué, pero no es siempre mi forma de trabajar. Es una opción más que tengo que a veces uso y otras no.

P. Viene de una familia de artistas flamencos y en este nuevo trabajo bucea en su infancia. ¿Cómo de presente están sus padres, su abuela o sus tíos en esta nueva obra?

R. Como en la vida misma. Intento reflejar a través de mi obra mi identidad propia desde la infancia hasta ahora. Y aún sigue evolucionando. E incluso lo seguirá haciendo un segundo antes de subir al escenario en Granada. Está claro que mi familia está ahí dentro y el lenguaje musical está desde mi niñez. Luego uno vuela y hace sus propios nidos y su vida, pero eso sigue estando ahí. Estoy teñido de ello.

P. ¿Se puede decir que estamos ante su trabajo más íntimo?

R. Se puede decir que sí, claro. En general se puede decir que este trabajo sí es el más íntimo. Sí que es cierto que hay otros tipos de composiciones en los que echo mano de otros temas. Pero aquí destapo la intimidad y la pongo sobre la mesa.

P. ¿Y qué señas de 'identidad' de su música va a poder reconocer el público el jueves en el Palacio de los Córdova?

R. Por supuesto, el flamenco. Está claro que es mi raíz y esa identidad me marca, así que lo van a ver por muchos lugares. Luego va a haber muchas historias de mi niñez, que fue muy bonita, o de lo que pasé en Lebrija. Vivía lindando al campo, donde había unos trigales verdes muy bonitos. Había un momento en el que se secaban y yo jugaba allí. Todo eso lo dejo reflejado. Más luego también la crispación de pasar de Lebrija, un pueblo tranquilo, a Sevilla, una ciudad donde yo notaba el olor a tubo de escape, la cantidad de gente por la calle. Había una disonancia. Recuerdo que veía las sombras de los paseantes agarrado de la mano de mi padre y jugaba a ver cómo esas formas se deformaban entre los adoquines, que se quebraban. También cuando me independizo. Lo dejo un poco claro todo.

P. O sea que hay como dos Dorantes, el que vive en Lebrija y luego un punto de inflexión cuando se traslada a Sevilla...

R. Sí, hay dos personas a las que le influyen estos acontecimientos en su forma de ser. El hecho de no tener piano cuando me traslado a Sevilla. Yo soñaba con que ponían un disco de piano sobre una mesa y yo era el pianista que estaba sonando y jugaba con las manos encima de la mesa, como el que tocaba, porque perdí de vista el piano cuando me vine a Sevilla. Todas esas cosas también las intento reflejar. Mis vivencias, mi madre y un montón de cosas.

"Al llegar a Sevilla desde Lebrija empecé a notar el olor a tubo de escape y mucha gente por la calle. Había una disonancia"

P. La puesta de largo de esta nueva obra la hizo en la Bienal de Flamenco de Sevilla. En aquella ocasión fue en la Iglesia de San Luis de los Franceses. Esta vez, a los pies de la Alhambra. Dos escenarios muy distintos, dos acústicas diferentes. ¿Cómo se prepara esto instrumentalmente, el pasar de un recinto cerrado al aire libre?

R. Sobre todo con mucha ilusión porque realmente hasta que no me siente ahí y vea la acústica no te podré decir exactamente. Tengo la oportunidad de tocar en ese lugar tan especial con mi piano y es como un sueño. Tocar al aire libre allí, a la luz de las velas, es como un regalito de la vida y estoy deseando que llegue. Cuando esté allí y vea la acústica veré si tengo que usar el pedal, o normal, o si tengo que usar diferentes técnicas.

P. ¿Impone a nivel artístico tocar a los pies de un monumento con tanto embrujo como la Alhambra y frente a dos barrios de tanto significado y simbolismo flamenco como el Albaicín y el Sacromonte, y además de noche y rodeado de velas? 

R. Claro que impone porque es algo muy especial. Pero al final yo siempre en mi vida intento elevar más las ganas de tocar. Hago un ejercicio de decir "qué maravilla, pero qué ganas tengo de tocar, expresar y contar en este sitio tan maravilloso". Todo ese factor y ese sentir de que me imponga algo lo paso a un plano mucho más bajo. Pero de corazón digo que lo que tengo es muchas ganas de sentarme allí, y mucha ilusión, y rodearme de todo lo restante que se pueda.

P. He leído una anécdota que le pasó en un concierto en Japón, donde nadie aplaudió hasta el final y usted pensaba que no les gustaba. Imagino que aguantó ese mal trago bajo esa premisa, la de estar muy centrado en la ilusión y no desmoronarse...

R. (Ríe). Claro, claro. Es que era en una sala clásica de estas con un público súper clásico. Los japoneses son muy respetuosos y es verdad que ahí tuve que echar mano de la concentración y de la ilusión absoluta. Yo iba allí para exponer, ganar terreno y conseguir más gente que me escuche y me sienta. En aquel momento no tenía aún la experiencia de cómo ellos aplaudían o respetaban y tuve que echar mano de eso que dices: la concentración y la ilusión. Aunque a veces me inundaban pensamientos del tipo "pero esto qué es, ¿es que estoy tocando muy malamente o qué?", al final se pusieron de pie y todo.

"Los instrumentos son voces y yo elegí la del piano, pero lo más importante es la creatividad del músico"

P. Pese a sus antecedentes familiares, usted tiene un nombre por sí mismo en el mundo del flamenco. Y lo forjó con una apuesta arriesgada como fue la del piano. ¿Considera que fue gracias o a pesar de aquella decisión?

R. Está claro que el piano es un instrumento diferente que te identifica. Yo siempre digo, y lo tengo muy claro, que los instrumentos son voces y yo elegí la del piano para expresar mi cantar, mis melodías, mis armonías y mis sentimientos. Pero lo más importante al final es la creatividad del instrumentista, del músico. Yo tocaba la guitarra también y gané premios y despuntaba. Pienso que no, que está en el propio músico. El instrumento en un momento dado fue la novedad, pero como luego no tengas nada, dentro se queda sólo en la voz. Creo más en el hecho de la creatividad y en el trabajo diario de ir evolucionando, aprendiendo y no quedarte sólo en lo que recibes por herencia, en este caso, de mi familia; sino ir al conservatorio, trabajar, estudiar, interesarme por otro tipo de músicas --como el jazz, la árabe oriental, sudamericana, de los grandes compositores argentinos o cubanos--.

P. Es que además fue uno de los pioneros en introducir el piano en el flamenco, fue de los primeros gitanos en ir al conservatorio y también uno de los primeros artistas que mezcló el arte jondo con la música clásica y el jazz. Dorantes, usted que siempre ha sido tan transgresor ahora resulta que alguna vez se ha autodenominado como purista...

R. Yo creo que la creatividad y la música no tienen cadenas y cada uno puede hacer lo que le plazca del principio al final. Yo eso lo respeto muchísimo. Por otra parte, no soy purista, sino reconocedor del pasado. Y lo valoro. Muchas veces se confunde. Una cosa es que yo valore mucho a los grandes maestros de otra época y los escuche y disfrute, y otra que sea purista, que es decir "esto es lo que vale y todo lo demás no". En la música clásica se hace con todos los grandes maestros como Mozart, Beethoven, Chopin y otros de hace siglos se valoran, pero luego se valora también lo vanguardista. Tienen que convivir ambas cosas. No tiene ningún sentido obsesionarte con eso.

"No soy purista, sino reconocedor del pasado. La creatividad no tiene cadenas y el purismo es más del ser humano que de la música en sí"

P. Imagino que entonces no entiende muy bien estos debates en torno a la pureza del flamenco. Recuerdo que en un reportaje que hice en el Centro de Documentación del Flamenco de Jerez había un cartel de un concurso de cante jondo de principios del siglo XX en el que ya se debatía sobre esto... ¿Usted entiende que siga ese debate con artistas como, por ejemplo, Rosalía?

R. Sí, pero verá: eso es más propio del ser humano en sí. Yo espero no caer nunca en ese error --creo que no lo haré porque lo tengo muy presente-- pero los que ahora tiran del carro, cuando pasen 40 años, dirán que eso qué es lo que es. Que lo que vale es su momento. Forma parte del ser humano en sí defender lo que conoce. Le da miedo sentarse a reconocer algo que no conoce, tiene temor. Defienden su pastela. Es más del ser humano que de la música en sí, que está ahí y cada uno hace lo que le da la gana. La interpretación de cada uno, de los espacios y de defender su terreno, es otra cosa.

P. Va ya por su séptimo trabajo, pero Orobroy no sólo sigue siendo su obra más famosa, sino que es una de esas que suenan a Andalucía tanto como el propio himno de la comunidad. Usted incluso ha llegado a decir que ya no es suya, "sino del pueblo" o que la toca "de prestado". Para un artista, ¿es agradable o no el hecho de que se le asocie tanto a una canción en particular?

R. Yo realmente he pasado varias etapas. Al principio decía "yo no soy solamente Orobroy, tengo otras composiciones incluso más complejas". Luego te das cuenta de que te equivocas porque es un regalo y me ha tocado a mí. No todos los artistas pueden decir que tienen un tema que el público ha hecho suyo. He tenido suerte, y la tengo, y doy las gracias a la gente por tocarlo y hacerlo suyo. Y ya está. Sigo mi camino, sigo componiendo y tocándolo con muchas ganas porque sé que la gente lo siente y lo disfruta. Es un regalo y doy gracias a Dios.

P. Usted ha dicho que ese tema ha crecido a lo largo de estos 23 años desde que se compuso. A ese crecimiento de Orobroy ha ayudado un poco el hecho de que haya sido la banda sonora de campañas turísticas de Andalucía o de la provincia de Sevilla. Es algo que hemos visto en muchísimas otras ocasiones con anuncios, series o películas. ¿Cómo de importante puede llegar a ser ese 'apadrinamiento' de una canción u obra por parte de la industria del cine o la televisión?

R. Es importante porque es un escaparate y hace que llegues a más gente. Aquel que no conozca el tema, a nivel mundial pasa también, y que le llega a través de esos 'apadrinamientos' pues es perfecto. Se puede decir que amplifica mucho más el conocimiento del tema al público. Eso ayuda y es importante. Es un escaparate. Hay gente desde todos los puntos del mundo que me siguen haciendo llegar que les gusta Orobroy y eso es gracias a todos estos apadrinamientos. Puede pasar al contrario, que si el tema es muy chungo, muy malo, puede ser perjudicial. Pero yo nunca pienso en éxitos cuando compongo. Hago las cosas muy a mano, las disfruto y las dejo ahí. No las hago con ambición. Dejo que la vida me enseñe y me lleve.

"Al principio decía que yo no era solamente 'Orobroy', luego me di cuenta que era un regalo el que la gente lo hubiera hecho suyo y doy gracias a Dios por ello"

P. ¿Y la industria del flamenco, y la cultura en general, se va recuperando o no de los avatares del Covid?

R. Parece ser que sí, que se va recuperando poco a poco. Es verdad que ha dejado muchos heridos por el camino. Compañeros que no han tenido la fortuna de poder aguantar todo este parón. Hay mucha gente que no ha tenido ni para comer en la nevera. Hay que tenerlo en cuenta y no se puede uno olvidar de ellos. Parece ser que va saliendo el sol poco a poco y que se van viendo las nubes.

P. Recientemente dijo, antes de actuar en el Festival de Cante de La Minas, con quién por cierto coincidió con Pedro El Granaíno, que el duende no está en el instrumento, sino en el artista. Que es algo que también ha defendido cuando hablábamos en esta entrevista del piano. ¿No hay un poco de duende en cada parte? ¿En el artista, en el instrumento, en el público, en el entorno, el aura o el embrujo?

R. El duende es difícil de explicar. No he conseguido encontrar todavía las palabras para definir el duende y no sé si alguien lo ha hecho. Es como aquello que realmente... Eh... No es el tiempo que estás escuchando algo, es un tiempo determinado que no dura siempre y que no sabes por qué, pero aparece unas coordenadas que... Yo qué sé, fíjate, me estoy liando a la hora de decírtelo...

"El duende puedes encontrarlo en todos lados: en la música, en la pintura o cuando te levantas y te asomas por una ventana"

...Sí, sí sí...

(ríe) No dura siempre. El duende tiene un tiempo y en ese tiempo parece que todo se alinea y todo es lógico, flexible, amable y como que el alma se abre para recibir más todavía y que tu cuerpo vibre como campanas de catedrales. El duende es eso. Eso no está solamente en el flamenco, sino en todo tipo de músicas. Incluso no sólo en la música, sino en la pintura o en la vida diaria. Cuando te levantas y te asomas por una ventana puede ser que encuentres el duende. El duende está en todos lados y en el flamenco se le pone duende a ese momento. Y claro que existe. Y los instrumentos son voces y por tanto servidores propios del instrumentista, que es responsable del duende, no el instrumento en sí.







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