"Llevo con la cabeza bien alta que me llamen enfermera"

Dos mujeres y un hombre que se dedican a la enfermería exponen su experiencia, narran algunas de sus vivencias y resaltan en su Día Internacional las reivindicaciones que vienen realizando desde hace tiempo

Imagen de archivo de Luis Manuel Roldan
El enfermero Luis Manuel Roldan durante un turno de trabajo | Foto: Archivo
Carlos Planells
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En el buen funcionamiento de un centro sanitario, el personal de enfermería desarrolla una función esencial. Son quienes lo conforman quienes mantienen un mayor trato con los pacientes, quienes destinan la primera asistencia y, con frecuencia, quienes atraviesan con ellos los momentos más complejos, a pesar de que su profesión habite a la sombra de la labor de médicos o cirujanos. Este jueves, en su Día Internacional, dos enfermeras y un enfermero exponen en GranadaDigital su experiencia, narran algunas de sus vivencias y resaltan las reivindicaciones que vienen realizando desde hace tiempo.

Lourdes Sánchez ejerció como enfermera durante 23 años. "Comencé a trabajar en el año 92 y deje de trabajar en el 2015". Lamenta la imposibilidad que tuvo para encontrar trabajo en Granada durante sus primeros años. "Tuve incluso que salir de Andalucía para conseguir experiencia, pasé por Toledo y Murcia. Después, de regreso a Andalucía, encadené diferentes trabajos con contratos temporales, algunos incluso de días, en distintas provincias cercanas a Granada", relata, bromeando sobre que de algunas provincias no había escuchado ni siquiera el nombre.

Lourdes también critica los horarios que sufrió a lo largo de los años: "La mayoría de los turnos son rotativos, todos hemos pasado navidades y fines de año sin poder estar con nuestra familia por estar haciendo guardia en algún pueblo perdido”. La ya exenfermera explica las diferentes situaciones que ha vivido. "La gente se sorprende cuando ve que estás libre por la mañana pero no saben que vienes de un turno de diez horas o de una guardia de 24 horas". Además, denuncia la inestabilidad laboral y la temporalidad de los contratos. "Tuve que esperar 15 años para conseguir plaza fija en Granada", expone.

Como enfermera, ha trabajado en todo tipo de centros, desde consultorios de atención primaria a hospitales locales, pero gran parte de su carrera la ha destinado en el servicio de la UCI, tanto en pediatría como de adultos. Cuenta además que sus vivencias más duras fueron durante su estancia en pediatría. "Ver a un niño morir te pone al límite, pero también tengo que decir que es enormemente gratificante salvar una vida".

Lourdes crítica la situación de rol de género que sufre la mujer dentro de la profesión. "La situación no ha cambiado mucho desde que yo lo dejé, el hecho de que un 85 por ciento de mujeres se dedique a la profesión indica que hay una clara separación entre el rol del hombre y el de la mujer. Esta es una profesión que responde a estereotipos de género y, por supuesto, el que esté asociada a los 'cuidados' hace que se le reste valor sin reparar en que detrás de ella hay una preparación universitaria de 4 años, que requiere cualificación". Lourdes explica cómo a lo largo de su carrera sufrió comentarios machistas y despectivos totalmente injustificados. "Desde la perspectiva de los pacientes, el machismo es palpable, ya que hay distinciones en el trato dependiendo de si se dirigen a una enfermera o a un enfermero. Es frecuente que te llamen 'niña', 'rubia' o 'guapa', teniendo que estar continuamente marcando los límites, y ya ni hablamos del estereotipo sexual ligado a la enfermera, que es aún más denigrante para la profesión".

En esta misma línea, también denuncia una situación vivida en el pasado: "El primer paciente que entró a la consulta (un hombre), al verme, preguntó: 'Niña, ¿cuándo viene el practicante D. Pedro?', desconfiando de que yo pudiese hacer una cura”. "Aunque estamos inmersos en un proceso de cambio, aún falta educación social para modificar actitudes machistas", sentencia.

Por otro lado, Luis Manuel Roldan Sánchez es un enfermero de 23 años que se encuentra también en Granada. "Estoy trabajando en el sector privado, en el hospital HLA La Inmaculada, y hasta hace muy poco he tenido una jornada completa de horario rotativo de mañana, tarde y noche. Ahora mismo me han concedido media jornada y estoy bastante agradecido", expresa. "Cuando ‘más falta hacemos’ en verano y vacaciones de navidad, he tenido que compaginar dos jornadas completas. Es algo más común de lo que la gente piensa realmente y es una situación insostenible", abunda.

Luis comenta que lleva dedicándose un par de años a la enfermería. "Desde que acabé la carrera no he parado", asegura. "Las vivencias que me han marcado más son de las que más he aprendido. Y cualquier enfermera que me lea puede que me entienda. Con esto me refiero a la primera vez que tienes que dar una mala noticia, o preparar la sedación de un paciente terminal con el que has tenido mucho cariño por tantos días compartiendo historias y mucho tiempo", exterioriza. Luis comenta que, después de la segunda ola pandémica, decidió acudir al psicólogo. "Al salir, decidí pedir ayuda psicológica por mi cuenta y la verdad es que me ha salvado más de lo que imaginaría", confiesa. Respecto a la situación laboral, el enfermero opina que "actualmente, parece que no ha cambiado mucho la situación". "Se reforzó todo el sistema con muchas enfermeras, pero, pasado el miedo, la gran mayoría hemos tenido que buscar otras opciones porque el sector público no nos ve necesarios", sostiene.

Luis cree que la enfermería sigue siendo un trabajo marcado por la discriminación por sexo. "Ahora mismo, el rol de género está más integrado, aunque a veces la gente se sorprende cuando ve a un enfermero, porque está muy acostumbrada a ver a más personas del género femenino. Aunque a mí me gusta que me llamen enfermera, lo llevo con mucho orgullo y con la cabeza bien alta”, argumenta.

Ariadna Robledillo Gutiérrez ha sido enfermera durante dos años en Granada, pero decidió dar un giro a su vida. "Después de casi 2 años trabajando sin descanso en distintos servicios, he decidido cambiar de aires y tomarme unos meses de descanso en otra ciudad. Entre otras cosas, porque en Granada no nos han renovado el contrato a todos los sanitarios, aunque la carga asistencial es la misma”, justifica.

Ariadna Robledillo | Foto: GD

Ariadna Robledillo | Foto: GD

Ariadna ha desarrollado este periodo de su carrera profesional en el Hospital Virgen de las Nieves. "He estado trabajando, sobre todo, en el servicio de Urgencias, con unos turnos muy duros, ya que, dependiendo de la suerte que tengas, puedes saber el mismo día dónde vas a trabajar o cuántas horas a lo largo de ese mes. Yo he estado trabajando todo este tiempo sin saber bien, a tres días de empezar el contrato, cuál iba a ser mi servicio o que días iba a trabajar en el mes", narra.

La enfermera explica que comenzó a trabajar cuando estalló la crisis sanitaria y que la situación fue por momentos insostenible. "Comencé a trabajar durante la pandemia, hace ya más de dos años, y, debido a la situación del SARS-COV-2, tuve dos trabajos simultáneos, tanto en la pública como la privada, por lo que mi media de trabajo diaria era de 14 horas", detalla. Ariadna recuerda como su "peor experiencia" las vivencias durante la segunda ola de Covid. "Aún no había vacunas ni medios suficientes y convertimos la capilla y los pasillos del hospital en una UCI improvisada. Reutilizábamos durante una semana la mascarilla y los EPIS por falta de medios", relata.

Además, asevera que, por la falta de recursos, sucedieron situaciones horripilantes, más propias de una casa del terror que un hospital. "A veces, tenías que decidir a quién ibas a intentar salvar porque no teníamos todos los medios necesarios. Una persona que estaba bien y hablando contigo tan normal, al día siguiente, cuando volvías de turno, podía no estar. Aún me despierto por las noches pensando en eso", se encoge. Ahora, incide, las condiciones de trabajo siguen siendo "demasiado precarias" y el volumen asistencial es "muy alto", a pesar de que "ya no se ve morir a nadie en los pasilllos".

No obstante, su experiencia también le ha permitido vivir momentos positivos. "Mi recuerdo más bonito fue durante un turno en el que no podía parar. Una persona me saludó por mi nombre, y yo no la reconocí, pero ella me recordó que había cuidado a su padre durante dos semanas y que no lo podía haber hecho mejor. Saber que dejas huella de esta manera a una persona te recarga las pilas para seguir adelante".

Respecto a la acentuación de los roles de género en la profesión, Ariadna considera que todavía se esta trabajando en su supresión. "Aunque en la facultad aún escuchamos a veces que la enfermera sirve para llevarle el café al médico, en la vida real no es así. Nuestro grupo sanitario está muy bien formado y somos un gran equipo. Debemos cambiar la idea en la población de que el médico es hombre y la mujer, enfermera", defiende, para seguidamente agregar que "cuidar de las personas no depende tanto de género como del corazón". "Por suerte, cada vez vemos más hombres enfermeros y TCAEs, y más mujeres en Medicina. Nos queda mucho camino por delante, pero con pequeños gestos podemos hacer todos un gran cambio, como dejar a un lado los micromachismos que nos han inculcado, como 'la enfermera sexy' o llamarnos 'nena' y 'guapa', tras haber repetido muchas veces nuestro nombre", concluye.







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