Humilde, grande e importante

En este puñetero país en el que vivimos, uno llega a ser grande e importante y hay que esperar a que se muera para poder rendirle un homenaje

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Aunque no se lo reconozcan, Pablo López ha sido uno de los mejores directores teatrales de este país | Foto: A. S.
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En este puñetero país en el que vivimos, uno llega a ser grande e importante y hay que esperar a que se muera para poder rendirle un homenaje. Entonces sí que aparecen los 'amigos' de siempre para llorar abiertamente y clamar al cielo explicando lo fenómeno que era el difunto, lo bien que se portaba con todos, los favores que hacía y lo mucho que enseñó en su profesión. Eso es así y me temo que nunca cambiará. Aunque decía mi padre que las flores y los elogios en vida, que ya después uno no se entera de nada.

Con esto por delante, les voy a escribir sobre alguien que vive y que merece todo lo que el mundo del arte, del teatro granadino específicamente, le debe. Se trata de un pequeño y enjuto caballero -ahora mayor ya ha cambiado físicamente algo- que se llama Pablo López y, aunque no se lo reconozcan, ha sido uno de los mejores directores teatrales de este país. Humilde y de 'provincias', que dicen los de Madrid, pero un genio.

Pablo formaba una pareja ideal con una enorme actriz y excepcional persona, a la que le podías encargar cualquier papel, desempeñaba a la perfección cualquier idea y tenía el teatro metido en la sangre como muchos de los que pasamos por las manos de su marido. Me estoy refiriendo a Josefina Ramírez, quien nos dejó hace poco, muy poco, así de pronto, sin hacer ruido y con una salida de escena silenciosa y callada como hacen las grandes. Una pareja que siempre soñó con un escenario y que llevó junto a sus hijos una vida humilde y grandiosa con una máxima que Pablo repetía siempre: "La nevera siempre tiene que estar llena y es lo importante, digan lo que digan".

Y esa forma de pensar en privado lo trasladó al teatro. Actor, apuntador y director de escena. Esa fue su carrera conociendo todos los escalones y haciendo ver a los actores que en el teatro aficionado hay que hacer de todo. Y los que estuvimos a su lado lo sabíamos. Una noche eras la estrella estrenando 'La Heredera', por ejemplo, y al día siguiente eras el apuntador en 'Luisa Fernanda'.

Porque hubo teatro y zarzuela, y los locales se llenaron siempre con un público fiel que nunca dio la espalda y aceptó hasta cambios inimaginables cuando Pablo tuvo que inventar escenarios distintos porque no había dinero para unos decorados profesionales y aceptables.

Fue el alma máter, con el resto de los directivos de la última etapa, de la Agrupación Lírica Francisco Alonso, y todos los que tengan una edad y sean aficionados al teatro echaran de menos aquellas repletas sesiones de teatro o zarzuela en el Teatro Isabel la Católica o el Corral del Carbón, sin olvidar el Teatro de los Salesianos y el Hotel Meliá, porque hasta en eso fue precursor en Granada y llenó haciendo lo que en aquella época se llamó café-teatro con el 'Tic-tac de un reloj'. Y ojo, compitiendo duramente con compañías profesionales que estaban dos calles más abajo con Lucio Romero, 'No somos ni Romeo ni Julieta', como cabeza de cartel, por ejemplo.

Salió de Granada y poblaciones cercanas, más algunas de la provincia de Jaén y hasta Melilla, conocieron su forma de hacer teatro y manejar a una plebe de aficionados-profesionales que estábamos a su servicio siempre. ¿Y cómo lo conseguía? Pues teniendo la cabeza muy clara y estando siempre en la tierra para que los actores lo entendiéramos mejor. Y haciendo lo increíble.

Como imagino que leerá esto les contaré algo. Hacíamos una obra con el que suscribe de protagonista. Yo era más bien vago en ocasiones para recordar el texto, aquello parecía no tener arreglo, pero había que estrenar. Pablo pensó en una salida, poner un sofá en mitad de la escena, acostarse detrás y desde allí hacer de apuntador. Pueden imaginar los diálogos y risas de la compañía. Años después hice televisión y cine. Siempre, absolutamente siempre, hice lo que él me dijo fuera y ante las cámaras, y nunca salió mal.

La agrupación murió lamentablemente con lo que Granada perdió una de sus grandes bazas culturales. Pablo vio otro horizonte, miró a la asociación de sordomudos y los hizo brillar en el escenario hasta llegar a recoger el premio de la crítica en el certamen de teatro para sordos celebrado en Barcelona en 1982. Con ellos recorrió muchas localidades y siempre triunfando. Mas tarde, en 1984, formó un equipo de ajedrez con ellos y ganó un campeonato nacional celebrado también en Barcelona.

Este ha sido y es mi director y amigo Pablo López. Ahora en Santa Fe, en la Residencia Perpetuo Socorro, donde pasa sus últimos años después de haber perdido a la gran compañera de su vida. Allí soñando y hablando de teatro, pensando con los escenarios que hay que llenar y el público al que hay que contentar. Atendiendo a los que le llaman y charlando animadamente con los que le visitan. Porque mi 'canijo' está mayor, pero no incapacitado, y da la misma lata, que es mucha, de siempre.

Habría que pensar en él y darle ese homenaje que se merecen los grandes, y a los que fueron mis compañeros entonces y aún están aquí, les digo que tenéis que ir a verlo para recordar, charlar y volver a vivir con él.

Recordad aquello de mi padre: "Las flores y los elogios en vida, que ya después uno no se entera".







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