Mis conversaciones con Dani: Voluntarios

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Oye, papá. ¿Qué es el Banco de alimentos? Alguna vez, como imagino a todos, llegué a pensar que eran pamplinas, invenciones de nuestro ego, una bonita forma de acallar nuestras conciencias haciendo como que damos de lo que en realidad nos sobra en abundancia.

¿Y Cruz Roja? ¿Qué es Cruz Roja? Hoy, cuando a veces no sabemos en qué dilapidar nuestras vidas, hoy cuando todo nos da igual; hoy que ni morir de forma violenta a manos de alguien es noticia que nos impacte, hoy que el hambre es negocio, hoy que medimos hasta los minutos de exposición pública que necesitamos para que los demás aprecien lo buenos que somos y lo superiores que seguiremos siendo, hoy viene mi Dani como un torpedo a martillear el alma. No lo termino de entender. Será por el frío y la nieve de la sierra. Vamos, que esas preguntas las acompaña el tiempo. Y la Navidad, que se nos echa encima.

Con lo cansino que es, estoy seguro detrás vendrá Proyecto Hombre, el comedor de San Juan de Dios, las Hijas de la Caridad, Calor y Café, Médicos sin Fronteras, Cáritas… Dani con lo suyo: aprender, preguntar, descubrir, emocionar. Pasito a pasito. Nosotros, como siempre: Navidad, un kilo de arroz para ellos, uno de cigalas y cordero para mí. Si no, no sería Navidad. Si no, se confundirían los papeles. Si no, cómo sentirme orgulloso, cómo sacar pecho por lo bien que lo hice en estas fechas. Claro, pensándolo bien, si esta reflexión sirve de excusa para enmudecer, si sirve para fundamentar una crítica más a la labor de la Iglesia o cualquiera de estas organizaciones, si sirve para calificar de vil limosna a ese kilo de arroz que entregamos en el Mercadona, si sirve para dormir tranquilo mientras justificamos no hacer nada… venga acá ese kilo de arroz. A alguien seguro va a servir. Todo suma, que es lo importante. Aunque a veces no sume lo que debiera sumar.

Papá, ¿Y voluntario? ¿Qué es ser voluntario? Uff Dani, no lo sé… aún no lo sé. Decía García Márquez que “un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse”. Pues de eso va, Dani, de eso va. De ayudar a los demás, sí, pero de tú a tú. De sentir que, aunque la vida les golpeó con fuerza, no por ello ocupan lugar distinto al tuyo y al mío, del derecho a ser hombre o mujer, de dejar a un lado el “deseo hacer”, y de una puñetera vez cambiarlo en nuestro día a día por un quiero hacer, necesito hacer, o, simplemente, hacerlo.

Sentirse voluntario. Voluntario de la vida, de la esperanza, de la dignidad, de sentirse persona. Porque todos tenemos derecho a disfrutar de la esperanza, a encontrar la dignidad, a no ser distinto. Mucho y muchos lo dijeron con palabras infinitamente más emotivas y acertadas que las que hoy escribo. Martin Luther King: “Si ayudo a una persona a tener esperanza, no habré vivido en vano”. Dalai Lama: “Casi todas las cosas buenas nacen de una actitud de aprecio por los demás”. John Maxwell: “Nos ganamos la vida con lo que recibimos, pero hacemos la vida con lo que damos”. Son tantos los que definieron la esencia del voluntario… aportar, dar. Lo que podamos. Lo que sepamos. Lo que nos corresponde hacer. Y si es sólo Navidad y un kilo de arroz… pues bendito sea. Serás también voluntario si, por la noche, cuando todos se acuesten, cuando no haya nadie y se apague el derecho a autocomplacerte, puedas estar satisfecho con lo que hiciste porque no dabas para más. Y puedas dormir feliz. “A veces sentimos que lo que hacemos es solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara esa gota” (Madre Teresa de Calcuta).

Felicidades. A vosotros. A los voluntarios. A los que aprendisteis a ser felices cuando disteis vuestro trocito de vida por los demás. A los que un día deseasteis, y hoy disfrutáis haciendo. A los que se duermen profundamente porque el día, uno más, ha merecido la pena. Vaya si lo merece….

Felicidades. De parte de Dani. Y mía también.







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