La Gran Batalla de Flores, la Carrera de la Pólvora o la Carroza del Viático: las tradiciones del Corpus desaparecidas

El historiador Juan José Montijano rememora los elementos perdidos o desvirtuados de una feria que debe mucho a José Miguel Castillo Higueras

Carroza del Viático o de San Ildefonso (arriba izquierda), Gran Batalla de Flores (abajo izquierda) y Carrera de la Pólvora
Carroza del Viático o de San Ildefonso (arriba izquierda), Gran Batalla de Flores (abajo izquierda) y Carrera de la Pólvora | Montaje: Twitter / Juan José Montijano
Miguel López Rivera
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Hablar del Corpus a principios del siglo XX era también hacerlo de la Gran Batalla de Flores, una tradición con la que Granada se llenaba de carrozas cargadas de mujeres granadinas que arrojaban claveles y rosas al público, que luego se las devolvían. En el Hipódromo de los Llanos de Armilla se celebraba la Carrera de la Pólvora, un festival árabe en el que 20 jinetes musulmanes disparaban al aire con sus trabucos a lomos de otros tantos caballos enjaezados. Y hasta hace no tanto, la procesión de La Tarasca contaba con la salida de la Carroza del Viático, o de San Ildefonso; un elemento que data del siglo XVIII y que hoy se exhibe solo en el Ayuntamiento.

Son solo tres ejemplos de cómo han desaparecido algunos de los rituales pretéritos que hicieron del Corpus la fiesta que se conoce en la actualidad. El profesor, investigador y académico granadino Juan José Montijano, una de las personas que mejor la conoce, recoge algunos de ellos en una serie de tuits que ha publicado en su cuenta personal durante estos días previos a los farolillos y las sevillanas. De su mano, es más fácil imaginar cómo ha evolucionado la festividad grande de la ciudad a lo largo de los siglos.

"Dos de las características que ha perdido son vistosidad y espectacularidad. No sé si por culpa de los propios granadino, por el momento de crisis o por la desidia de los responsables municipales, pero lo cierto es que el Corpus ya no es lo que era", resume a modo de introducción Montijano tras atender la llamada de GranadaDigital. El profesor de la UGR recuerda que recuperar ese esplendor pasa por no olvidar "nuestra tradición más intrínseca" y que el de Granada es "el Corpus más antiguo de España".

Hasta los años setenta del siglo pasado el Ayuntamiento también editaba cajas de cerrillas con el cartel de la feria de cada año o emitía junto a Correos sellos conmemorativos con fines caritativos. Otros ejemplos de tradiciones olvidadas son la carroza floreada, los altares eucarísticos en Bib-Rambla, el bombero torero, la feria de ganado, las carreras de caballos en el Hipódromo de Armilla, los carromatos de bueyes o los seises.

Tradiciones que permanecen, pero "desvirtuadas"

Pero para el historiador granadino tan grave es lo que se ha perdido como lo que se ha desvirtuado. Por ejemplo, el origen de La Tarasca. "Resurgió en 1883 gracias a Luis Seco de Lucena (director del periódico El Defensor de Granada) y algunos comerciantes de la ciudad con el fin de promocionar las telas y vestidos de la época para fomentar su compra. ¿Y quién puede comprarse hoy en día los trajes que se pone La Pública?", se pregunta.

Para el académico, el problema es que los responsables municipales "no se informan ni acuden a fuentes especializadas". Una costumbre que, teme, convierta el Corpus en "una gran verbena". En referencia a esa dilución de las tradiciones, Montijano alude a las dificultades burocráticas para montar altares, la instalación de toldos de arpillera en el centro para mitigar el calor en lugar de como resguardo del Jesús Sacramento de La Custodia. También la pérdida de identidad de los carteles, en los que aparecía la fecha y la nomenclatura de las actividades que se iban a hacer: "Se ha perdido ese exotismo que ni siquiera alude al carácter religioso".

Precisamente sobre el extravío de los carteles, algunos de ellos recuperados por coleccionistas privados, el experto concluye que "muchas veces no se saben conservar". "Hoy podríamos tener una auténtica historia del Corpus de la ciudad solo con los carteles. Todas las ciudades tienen sus luces y sus sombras con las tradiciones. Nuestro país atravesó una Guerra Civil, donde la preocupación de la población era salvar la vida y todo depende del momento histórico", argumenta. Por eso, Montijano demanda "más sensibilidad" por parte de los responsables públicos y técnicos municipales.

La Tarasca a través de los años

¿Renovar los gigantes y cabezudos?

Anteriormente se ha mencionado que el año 1883 fue clave para la recuperación de La Tarasca tras la Real Cédula emitida por Carlos III que la prohibía, precisamente, por haber perdido el carácter religioso inicial. El antecedente de La Pública de las fiestas es el llamado Paseo de la Ciudad. Un desfile organizado en torno a una temática completa sobre la que giraba toda el Corpus del año en cuestión. Un mentor eclesiástico lo decidía, y podía abarcar asuntos tan diversos como el bautismo o los siete pecados capitales. En torno a esa idea se configuraba la construcción de la empalizada y los cuadros ornamentales y también el concepto de Tarasca. Así, durante esta época, La Pública podía ser una prostituta, Eva en el Paraíso o la encarnación de la presunción.

Los gigantes y los cabezudos también tienen una historia curiosa: "Su majestuosidad es una metáfora de Cristo Sacramentado porque al ser tan altos apuntan al cielo, y luego los diablillos, cabezudos, espantan pecados con las vejigas". El historiador asegura que los cabezudos han variado en número a lo largo de los años. "Cuando se recuperó la tradición, en 1883, solo había una pareja de cabezudos (una vieja y una niña) y otra de gigantes. El Marqués de Casablanca se preocupó de adecentar las fiestas del Corpus y encargó a Don Luis Molina de Haro que hiciera representaciones de los distintos lugares del mundo. Así, apareció un chino, un indio o un negro, y hasta los sesenta procesionó un cabezudo que representaba al torero El Cordobés.

Montijano defiende que esa actualización del catálogo de gigantes y cabezudos es algo pertinente en la actualidad, y un hábito que las autoridades actuales deberían realizar. Así lo hizo, por ejemplo, el alcalde José Luis Pérez Serrabona en 1974, cuando encargó al artista fallero valenciano Vicente Luna Cervero nuevos elementos para restaurar La Pública: dragón, cabezudos y maniquí. Los de entonces los habían destrozado unos porteadores de Guadix durante unas fiestas accitanas.

Desde esa fecha hasta ahora se han comprado 14 cabezudos. El mítico restaurador Enrique Cabrera hizo seis, que representan a Paniolla, Chorrojumo, Vilorio, uno de 'Los Payasos de la tele', Don Quijote y Sancho. "Se pretendía homenajear a esos personajes históricos de Granada, y sería una bonita iniciativa encargar nuevos cabezudos. O un gigante que representara a Torquemada o el Gran Capitán", proclama el experto, quien recuerda los actuales cuatro espigados leviatanes en forma de figuras personifican a los reyes musulmanes Boabdil y Morayma, así como a los cristianos Isabel y Fernando. "Todos ellos estuvieron en una concentración de gigantes de Europa y La Tarasca, en la Expo de Sevilla", remata.

Gigantes en el Corpus del año 1956

José Miguel Castillo Higueras y Enrique Cabrera

Aquellas restauraciones de principios de los ochenta, como las que llevó a cabo Luna Cervero o la del taller Casa El Ingenio de Barcelona con la pareja de reyes cristianos, hay que agradecérselos a dos personas. De un lado, al ya mencionado restaurador Enrique Cabrera. Y del otro, al tristemente desaparecido exconcejal José Miguel Castillo Higueras.

"Si hay dos personas importantes en nuestro Corpus son ellos. Castillo Higueras le encargó a Cabrera que restaurase los elementos de La Pública. José Miguel fue un auténtico renovador porque se encargó de ahondar y recuperar elementos que no había hasta entonces como la Carroza de San Ildefonso. Hizo que los pajes se vistieran como tal y recuperó las bandas de majorette de El Padul. Ingredientes cuya desaparición, opina Montijano, han provocado que el cortejo de La Pública haya "perdido majestuosidad".