La Tarasca, un largo camino de siglos a través de la historia de Granada

Por segundo año consecutivo, la ciudad se queda sin ver desfilar a La Pública de las fiestas, algo que no sucedía desde 1909

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Collage con varias fotos de La Tarasca a lo largo de los años, incluyendo su atuendo de sanitaria del año pasado | Foto: GD
L. G. / M. L.
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Por segundo año consecutivo La Tarasca no procesionará por las calles de Granada, sino que permanecerá expuesta en estático para su contemplación. Se trata de un hecho insólito que demuestra hasta qué punto el virus ha cambiado las rutinas y costumbres de toda la vida incluso cuando la aceleración en el ritmo de vacunación hace presagiar un horizonte esperanzador. Es tradición que La Pública de las fiestas refleje en su atuendo las modas y tendencias del año en el que desfila. En 2020 no podía ser otro que la bata, la mascarilla y la cofia en homenaje a los sanitarios. Este año, la incógnita se mantendrá hasta última hora, aunque lo que nadie duda es de la importancia del maniquí y el dragón en la construcción de la identidad popular granadina.

Un camino que comenzó a recorrerse hace casi 400 años. O al menos así lo atestigua el profesor, investigador y académico granadino Juan José Montijano, que esta semana ha presentado su libro La Tarasca de Granada, el tercero en el que versa sobre la Feria del Corpus y el segundo dedicado a esta singular mujer que personifica la esencia de la fiesta. Según Montijano, la salida de la primera Tarasca está atestiguada en 1633. “Luego procesiona de la forma más diversa. Por ejemplo, como un manzano con una fruta o una estatua de Mahoma. La Tarasca era la encarnación del pecado, del mal, y no siempre era una mujer”, remarca.

El antecedente de lo que hoy es La Tarasca es el llamado Paseo de la Ciudad. Un desfile organizado en torno a una temática completa sobre la que giraba toda el Corpus del año en cuestión. Un mentor eclesiástico lo decidía, y podía abarcar asuntos tan diversos como el bautismo o los siete pecados capitales. En torno a esa idea se configuraba la construcción de la empalizada y los cuadros ornamentales y también el concepto de Tarasca. Así, durante esta época, “La Pública podía ser una prostituta, Eva en el Paraíso o la encarnación de la presunción”, explica Montijano.

Junto a La Tarasca procesionaban diablillos o enanos que pegaban y asustaban a los asistentes para espantar los males; lo que evolutivamente desembocó en golpear a los granadinos con vejigas de marrano. El origen de esto radicaba en las antiguas zambras moriscas que procesionaban. “Y ahí también estaban los gigantes. Siempre con un elemento común, que tenía que estar compuesto por siete personas, y la quintilla”, añade el profesor. Junto a lo anterior hay que destacar dos danzas, de sarao y cascabel, y unos carros alegóricos en los que se presentaban los autos sacramentales.

El punto de inflexión en 1833

Todo lo anterior, sin embargo, no había hecho más que desvirtuar el origen religioso de la celebración. Algo inadmisible para las autoridades eclesiásticas y del estado. Por eso, en 1780, Carlos III emite una Real Cédula para prohibir que, junto a la procesión del Corpus pudiera celebrarse el Paseo de la Ciudad. Es decir, La Tarasca, los enanos y los cabezudos y gigantes. Eso iba a cambiar en 1833, cuando un nutrido grupo de periodistas comandados por Luis Seco de Lucena se reúnen para intentar rescatar la fiesta del Corpus. Un hito que, según Montijano, “marca un antes y un después para entender la fiesta tal y como la celebramos hoy”.

Además de los primeros columpios, los tenderetes que luego fueron casetas y hasta los fuegos artificiales, el año 1833 va a aportar el concepto de Tarasca montada en un dragón que ha pervivido hasta el tiempo actual. Ese grupo de intelectuales rescató la leyenda de Santa Marta de Arlés, que cuenta que en ese pueblo francés había un monstruo que atemorizaba a los oriundos y para que no se los comiera tenían que sacrificarle a una doncella virginal. “Estos intelectuales encargaron entonces a Francisco Morales González la creación de un maniquí de dos metros de alto y con un brazo móvil que llevaría por debajo un dragón original que hoy puede verse en la Casa de los Tiros”, abunda el profesor.

Un nutrido grupo de periodistas comandados por Luis Seco de Lucena se reunió en 1833 para recuperar el esplendor del Corpus

De ese dragón se conservan cabeza, cuello y alas. Enrique Cabrera Heredia, restaurador municipal, renovaría a posteriori la efigie del dragón que tomó las calles desde 1883 hasta 1930, cuando procesionará junto a La Tarasca en martes. “En 1889, lo hará el domingo y el Jueves de Corpus para conmemorar la proclamación de José Zorrilla como poeta nacional. Y en 1898 y 1909, la pérdida de las últimas colonias del Imperio Español y la crisis económica, respectivamente, harán que ni siquiera salgan a la calle. Algo que nunca más volvió a suceder hasta 2020. Una década antes, en 1888, se había fijado el miércoles como jornada para su desfile.

Vaivenes en el siglo XX

Ni siquiera durante los tres años que duró la Guerra Civil, en los que la procesión del Corpus no salió de la Catedral, La Tarasca dejó de desfilar por Granada. Y es que en el siglo XX, La Pública era un verdadero fenómeno social durante la fiesta mayor de la capital. Quizás eso permita entender el afán de las autoridades por evitar su degradación, así como los sucesivos cambios en las distintas piezas de la procesión. “En el año 1931 se encarga al escultor catalán Andrés Lledó un nuevo maniquí porque el primero de Francisco Morales González estaba muy deteriorado. El dragón sigue siendo el mismo”, documenta Juan José Montijano, quien también reporta que este nuevo conjunto de piezas procesiona hasta 1946.

En 1947, nuevo encargo. Esta vez sólo de la cabeza y a Luis Molina de Haro. La Tarasca procesiona con el cuerpo de Lledó y la cabeza de De Haro. En 1953, el encargado de realizar una nueva cabeza y brazos es Antonio Martínez Olalla. Y en 1955 Francisco López de Burgos elabora una tercera cabeza más que empezará a procesionar junto con el cuerpo esculpido por Lledó y los brazos de Olalla, lo que le permite a Montijano concluir que aquella Pública de las fiestas era “un auténtico monstruo de Frankenstein, dicho con todo el respeto y el cariño del mundo”.

En 1975 desfila el dragón actual, mientras que La Pública aún iba a sufrir modificaciones

Pasada la Guerra Civil, la Falange impone que La Tarasca porte cada año sucesivos trajes regionales siempre en el orden de los lugares que el ejército del a la postre dictador Francisco Franco fue conquistando durante la contienda: Sevilla, Madrid, Valencia… Y en 1955, la expansión del tráfico aéreo como uno de los símbolos del desarrollismo del régimen la visten de azafata de Iberia. En 1961, el maniquí se parte mientras desfilaba por Cárcel Baja, muy mojada a causa de la lluvia, y el Ayuntamiento compra un nuevo en un comercio minorista de la capital que procesionará hasta 1968. Un año después se recupera el anterior, que se mantiene hasta 1974.

Este año es para Montijano “un nuevo punto de inflexión en la fiesta”. “El alcalde José Luis Pérez Serrabona mantenía que todos los elementos de La Pública estaban deteriorados. Los cabezudos, por ejemplo, se prestaron a Guadix para sus fiestas y sus porteadores, tras emborracharse, los rompieron. Por eso el Ayuntamiento encarga unos nuevos al valenciano Vicente Luna Cervero y también la renovación de una nueva Tarasca, un nuevo dragón y un carro”. El Corpus de 1975 se estrena al fin el que es el dragón actual del desfile, más estilizado, con curvas y femenino que el original, “una auténtica bestia”, en palabras del investigador. Sin embargo, ese mismo año el maniquí de La Pública, fiel a la tradición malafollá, no convence y suscita críticas entre las granadinas, quienes no se sienten representadas por sus turgentes pechos y sus labios carnosos. La solución salomónica es cortárselos con un serrucho. Algo que el concejal comunista José Miguel Castillo Higueras revirtió. Así, La Tarasca fue restaurada en la Escuela de Arte y Oficios tal y como la conocemos hasta el día de hoy.







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