“Los problemas psicológicos por la pandemia ya están aquí y van a seguir empeorando”

GranadaDigital habla con COPAO para analizar los efectos en la salud mental de la población derivados de la crisis sanitaria del Covid-19

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La crisis sanitaria ha incrementado los problemas de ansiedad, estrés o frustración | Foto: Archivo
Ainoa Morano
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Hace casi un año que la vida de las personas cambió por completo. Allá por el mes de marzo, cuando el coronavirus irrumpió en la que conocemos ahora como la antigua normalidad, nadie se podía imaginar en qué situación se encontraría el país meses después. La pandemia ha traído consigo graves consecuencias tanto a nivel económico como social, efectos visibles que se pueden cuantificar y tratar, pero hay un problema aún peor, más silencioso y que no cuenta con una vacuna, los relacionados con la salud mental.

Con la llegada del confinamiento, la ciudadanía afrontó aquellos meses con “incredulidad e irrealidad”, según Mariano Vera, decano de COPAO. En las primeras semanas nadie aceptaba lo que estaba ocurriendo, se confiaba en que iba a ser algo pasajero. Con el paso de los días, lo primero que se experimentó fue “tristeza, cambios de humor y mucho estrés, además de, agravar aún más los problemas psicológicos de aquellas personas que ya los padecían, sobre todo en los sectores de mayor vulnerabilidad”. 

Tras tres meses de incertidumbre, viendo pasar la vida a través de una ventana, comenzó la desescalada, algo que “vino muy bien para el cerebro ya que este está preparado para la armonía y la normalidad. La gente pensó que ya se había acabado todo y se habló de la nueva normalidad”. El siguiente problema vino con la segunda y tercera ola. El decano de COPAO hace especial hincapié en los cambios continuos de las administraciones en cuanto a los criterios, medidas de seguridad y restricciones. 

“No se dejó claro que la nueva normalidad era una tregua. Los mensajes contradictorios de las administraciones no son buenos, hay que tener mucho cuidado y, sobre todo, dar mensajes claros y veraces, no lo que venga bien en cualquier momento. Es obvio que hay que mantener la moral alta con noticias buenas, pero sin dar falsas expectativas. Con la segunda y tercera ola de la pandemia se agravaron los problemas psicológicos, se pensaba que todo había acabado y se tenían otras expectativas. Venimos de una situación muy cómoda y esta se nos hace grande. Nuestro sistema psicológico lo rechaza. Los problemas psicológicos ya lo tenemos aquí encima, rebotados de la primera hora y vamos a seguir empeorando”. 

En función del sector de la población del que se trate, las consecuencias psicológicas y la actitud ante la pandemia son muy diferentes. Las personas de riesgo han tenido una mayor conciencia en cuanto a la crisis sanitaria, mientras que los jóvenes, evidentemente no en su mayoría, han mostrado un menor “respeto” hacia el Covid-19. “Explicaciones como ‘es que a mí no me va a pasar nada o esto es un montaje’ se asocian a la juventud porque responde a unas creencias marcadas por la adolescencia”, asegura.

Las fiestas o reuniones en las que se incumplían las medidas de seguridad establecidas se han convertido en un habitual en las redes sociales y medios de comunicación. Para Mariano Vera, la ciudadanía se ha visto incentivada a llevar a cabo estos actos poco recomendables en la pandemia porque esas personas “no tienen las cosas claras, tienen mensajes contradictorios en su mente y escogen a los que más se amoldan sus circunstancias vitales”. 

Estas situaciones crean sentimientos de frustración y contradicción, según los psicólogos, derivados por el poco castigo que se le impone a aquellos que se saltan las normas. “La gente piensa: yo me sacrifico, pero el resto no. Unos harán caso y criticarán las actitudes de los que no respetan las restricciones, mientras que otros se conducirán movidos por la falta de castigo que se le aplica a los que se atreven a dar esas fiestas. Esto hace que la población conviva con un sentimiento de frustración continuo”. 

La consecuencias derivadas de todos estos factores se reflejan en la población en forma de estrés, depresión, problemas de sueños, pérdida de apetito y, una que que va en aumento, la ansiedad social. La ciudadanía se enfrentan a un gran agobio cuando sale a la calle o cuando se encuentra en lugares con una gran afluencia de gente, situaciones que antes se percibían como normales y ahora generan un gran temor.

"El problema es que no dejen claro que va a ocurrir. Se produce mucha ansiedad y tristeza, por no llamarlo depresión. Nuestro cuerpo se va hacer a aquello a lo que tengamos que acostumbrarnos, pero sin contradicciones. No podemos vivir en la tesitura de si estamos haciendo bien o mal o si nos están diciendo la verdad o no. Esa contracción produce una grieta y nos puede llevar a conductas no deseables que nos lleven a esa ansiedad y que deriven en problemas psicológicos crónicos. El ser humano es vulnerable, en cualquier momento puede cronificar un problema que no estaba previsto y, por lo tanto, necesita ayuda de un psicólogo", afirma.







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