Buen líder que incluye a la gente en el proyecto de todos

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Un jefe en su despacho | Foto: StockSnap en Pixabay
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Todo líder, toda persona con capacidad de liderazgo, debe incluir a su gente en el proyecto y, además, tener en cuenta para motivar al equipo:

1. El valor de la tarea y aprendizaje. Diversos estudios muestran que el sentido o valor de la tarea y el aprendizaje cuentan más que la variable puramente económica y ayuda significativamente a la hora de aumentar la motivación.

2. Escuchar. Está claro que cada trabajador tiene necesidades e intereses particulares. Escuchar e identificar esas necesidades o esos intereses es fundamental a la hora de buscar soluciones.

3. Reconocer el aporte de cada trabajador. Los trabajadores no dejan a las organizaciones e instituciones, sino a sus jefes. Por eso, tiene un enorme impacto reconocer (con nombre y apellido, si es posible) lo que los trabajadores o el equipo han hecho bien. El estudio que durante 10 años llevó a cabo HealthStream Research sobre más de 200.000 empleados mostró que el 79% de los consultados renunció al trabajo por falta de reconocimiento.

4. Valorar a la persona en su conjunto. Los trabajadores aprecian que sean valorados en su totalidad, tanto en su vida profesional como personal, pues todos tenemos una vida que combina ambos ámbitos.

5. Equilibrio entre familia y trabajo: Además de la motivación, otro de los aspectos que valoran los trabajadores y que puede contribuir a aumentar tanto su rendimiento como su satisfacción es el equilibrio familia-trabajo. El tener una jornada que permite compatibilizar nuestras responsabilidades tanto en el trabajo como en casa es muchas veces más apreciado que un aumento en el salario. Hoy existen muchas posibilidades, como el teletrabajo o las jornadas flexibles, que permiten encontrar soluciones a este tema sin perder de vista los objetivos laborales.

De todas estas cualidades, la primera y más importante cualidad de un buen jefe de equipo es saber escuchar, para después incidir en otras como saber comunicar, apoyar, delegar y desarrollar a los miembros del equipo.

Todos tenemos la capacidad de aprender independientemente de la etapa de vida o posición en la jerarquía en la que nos encontremos. Tomar conciencia y buscar apoyo profesional es un excelente punto para comenzar.

Una organización no puede prosperar a menos que todo el equipo esté de acuerdo con el compromiso conjunto. Las cosas se tienen que hacer consensuadas, se tienen que hacer por el fin común.

Para ejercer un liderazgo inclusivo es imprescindible escuchar lo que uno muchas veces no quiere escuchar, pues las personas somos críticas por naturaleza, pero si podemos desarrollar la inteligencia emocional de no tomarnos las cosas personales y deteminar que sí puede ser valioso, tendremos mejoras continuas.

Otro aspecto importante es tener claridad como líder sobre a qué se dedican, cómo lo hacen y qué quieren las personas de nuestra organización, para transmitir su visión, creatividad, innovación y ganas de construir. La claridad también significa tener siempre el mismo discurso con todos, no tener preferencias, sino ejercer el liderazgo con valores y principios.

Para mucha gente, el trabajo en equipo lo es todo. Es necesario un modelo de liderazgo de servicio: la pirámide invertida, que consiste en garantizar que la base operativa, siempre sea lo primero. El liderazgo tiene que ver con los valores. Es lo más valioso. Pero para lograr aplicar la pirámide invertida en el liderazgo es importante saber rodearse de las personas adecuadas, gente que comparta los valores y la misma idea de salir adelante con trabajo, sacrificio y saber esperar. Convertirse en un gran líder es una tarea titánica.

Cómo implementar la metodología de Pirámide Invertida:

1. Capacitación.

2. Reforzar.

3. Insistir en la aceptación:

Desarrolla habilidades de liderazgo efectivas:

1. Desarrollar una visión y un plan claros. Muchas organizaciones sufren debido a la falta de un plan. El primer paso es escribir la visión de liderazgo. Ser específico e incluir descripciones de trabajo y elementos de acción.

2. Elegir el modelo. Es fundamental identificar el sistema operativo y adaptar el modelo de negocio en consecuencia. El sistema operativo es lo que nos hace funcionar.

3. Examinar el equipo actual. Asegurarse de que cada miembro del equipo sea el más calificado para el puesto.

4. No tener miedo de hacer los cambios necesarios.

5. Obtener ayuda externa.

En más de un sentido, la cabeza de una organización establece el estilo de comunicación que se vive en una organización. La comunicación crea cultura, y la manera en que un jefe se comunica con su equipo determina la potencia, lealtad y creatividad con la que resolverán los retos que han de enfrentar juntos. La tarea del jefe consiste en poner a las personas correctas en los lugares correctos… Y permitirles el éxito.

Entre el líder y su equipo es importante que exista una larga conversación y desarrollar una relación humana que favorezca el crecimiento de todas las personas involucradas.

Por eso se ha dicho, con perfecta razón, que los trabajadores no renuncian a las organizaciones, sino que renuncian a sus malos jefes. Muchos directores optan por una comunicación directa, agresiva y autoritaria, pensando que demuestran poder y control. Estos jefes pronto se encontrarán en una organización ineficaz. Hay formas distintas de conectar como preguntar:

1. “¿Cómo están tus hijos?” Cada persona con que nos cruzamos en el día a día tiene en sí un universo entero y opiniones. Las personas no son máquinas o computadoras que podemos encender cuando las necesitamos y apagar cuando salimos de la oficina. Un buen líder conoce a las personas con las que trabaja directa e indirectamente, y sabe hacer preguntas dirigidas (y prudentes) para conectar con las dimensiones del otro.

Una buena regla de oro es preguntarnos ¿conoces de memoria el nombre, su pareja hijos/as de los colaboradores inmediatos? Acostumbrarnos a preguntar ¿Cómo estás? ¿Cómo están tus hijos? ¿Cómo sigue tu padre?

Escuchamos a aquellos en quienes confiamos, y confiamos en aquellos que nos conocen y nos dejan conocerles. Es una gran inversión.

2. “¿Qué opinas de esto?” La comunicación en el trabajo es una larga conversación. Las conversaciones son bidireccionales. No basta que el jefe sepa siempre qué hacer, cómo hacerlo y dé órdenes que se han de acatar sin pestañear. Los buenos líderes saben pedir consejo y opinión porque saben que todos podemos equivocarnos.

Tras presentar una idea, preguntar: “¿Qué opinan de esto?” Si el entorno es seguro y de confianza, los colaboradores podrán sumarse inmediatamente, aportar algunas mejoras o, incluso, decir que el proyecto no les gusta.

No solo tendremos mejores resultados, sino que generaremos un banco de confianza que sostendrá proyectos presentes y futuros. La confianza se paga con confianza y lealtad.

3. “¡Gracias por las malas noticias!” Es casi seguro que a la cabeza de una organización que no funciona encontraremos un jefe que no sabe recibir malas noticias.

Todas las organizaciones tienen días buenos y malos; trimestres buenos y malos; proyectos exitosos y fallidos. Google intenta docenas de nuevos productos cada mes; y solo unos cuantos llegan a ver la luz: fallar mucho es la vía más rápida hacia el éxito.

Los jefes de cortas miras no quieren escuchar malas noticias, o reaccionan de forma violenta cuando alguien les dice que las cosas van mal. Como resultado, sus colaboradores optan por decir siempre que “todo va bien, perfecto, sin problemas…”, causando errores de comunicación grave que puede terminar con la organización. Las malas noticias pueden ser las mejores noticias si se reciben a tiempo.

4. “Logramos esto gracias a “Juana”” Hay que decir mucho “gracias”. Una de las quejas más constantes entre los colaboradores es que no se sienten apreciados en el trabajo. Decir “gracias” es gratis, es rápido, es sencillo y es espectacularmente efectivo para lograr bienestar y lealtad.

Podemos ir un paso más adelante, porque existe una forma de multiplicar el poder del “gracias”; y esto es haciéndolo en público, frente a otras personas. No solamente eleva la cuota relacional de la gratitud, sino que eleva el coeficiente de prestigio de la persona reconocida. Esto, a la larga, es más importante que el sueldo.

5. “¡Qué buena idea! Dime más”. Dirigir saliendo a pasear es clave: abandonar las oficinas para caminar por la organización, saludando a las personas, preguntando cómo están y permitiendo comentarios e ideas novedosas, para abrir los oídos a problemas, soluciones y ocurrencias. Abrir la puerta, salir a caminar, divertirse y prepararse para escuchar de todo.

6. “Vamos a resolverlo juntos ¿Ideas?” A veces las cosas salen mal. Muchos líderes miopes dedicarán horas y días y años a encontrar culpables. Cuando un problema o una crisis irrumpe, se buscan soluciones y responsables.

Es la señal inequívoca de un jefe mediocre, el buscar culpables ante un problema, porque es una forma cobarde de cubrirse las espaldas con un chivo expiatorio. Preguntar por ideas ante un problema no nos hace menos sabio. Por el contrario, mostrar vulnerabilidad y disposición fortalecerá la autoridad moral entre los colaboradores, sentando bases para una relación duradera.

7. “Nos equivocamos. ¿Cómo lo corregimos?” Por supuesto, todos nos equivocamos de vez en cuando, y nos hace muy bien contar con una persona que pueda corregirnos. Esta tarea suele caer en las espaldas del jefe; que hará tan mal al evitarlo como al regañar con demasiada severidad.

Aprender a corregir con amabilidad es una de las cosas más difíciles; y también una de las que crean mayor unidad en el equipo. Si un colaborador ha cometido un error, hacerle saber que lo hemos notado, y buscar pronto una solución, sin emplear el miedo o la amenaza sino, por el contrario, apalancado en la confianza y la certeza.

8. “No sé”. Las dos palabras más difíciles de pronunciar en el idioma español no son “te amo”, “lo lamento” o “por favor”, sino “no sé”. Como líder, podemos tener una presión constante por mantener la apariencia de autoridad técnica: que todo el mundo sepa que sabemos qué hacer, cómo hacerlo y cuándo hacerlo. Las personas no siguen a “jefes perfectos” sino a “jefes humanos”, con errores, iguales que ellos. Si una persona no sabe, es necesario que diga simplemente “no sé, pero prometo investigar”.

9. "Esta junta termina a las 12:30”. Los jefes mediocres causan un aura de incomodidad a su alrededor porque no respetan el tiempo de su gente. Pueden llamar a quien sea, en cualquier momento, y pedir lo que sea, porque son “el jefe” y todo el mundo debe acudir a sus caprichos. Las juntas de trabajo pueden ser una tortura si el jefe no les pone hora de entrada, de salida y puntos a definir. Todo el mundo vive en incertidumbre permanente: “¿Terminaré mis tareas? ¿Iré a comer a mi casa? ¿Podré recoger a mis hijos? ¡No lo sé! Porque mi jefe es absolutamente miope”. Los trabajadores tienen su propia vida, sus propios temas, y sus propios sueños. Y los van a lograr dentro de la organización… o fuera de ella.

10. “Queremos lograr… algo imposible”. La tarea principal de un líder no es el control de sus empleados. Sus tareas principales son tres:

⁃ comunicar un propósito
⁃ ejercer la virtud de la prudencia y
⁃ formar un equipo que sea más que la suma de sus partes.

Un líder recuerda constantemente a su equipo el “porqué” de la organización: su visión que siempre consiste en un sueño imposible, y que los mantenga siempre hambrientos y motivados.

Este es uno de los secretos de la comunicación: las personas buscan información, pero siempre necesitan inspiración. Comunicar el propósito (y recordarlo tantas veces como sea necesario) es la labor más trascendente de un líder, porque unifica y ordena todos los esfuerzos del equipo, hacer crecer a las personas y las introduce al sentido. Las personas entran a trabajar a una organización por el dinero, pero se quedan por el propósito. En eso se distingue un líder grande de un jefe pequeño.







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