La lucidez de la utopía: Hasta pronto, Galeano

Nacido en Montevideo en 1940 en el seno de una familia relativamente acomodada -término que él mismo habría detestado-, Galeano nunca dejó de luchar y de posicionarse 'inquebrantablemente del lado de los condenados'

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La última vez que Eduardo Galeano estuvo en Granada levantaba a las masas como si se tratara de una estrella del rock. Fue en mayo de 2012, en su presentación de Hijos de los días, en un auditorio desbordado de jóvenes y mayores, que habían hecho cola desde varias horas antes de la aparición del escritor para conseguir entrar. Cuando por fin apareció, el público estalló en ovaciones. Afuera, al otro lado de las puertas, podían escucharse los gritos desesperados por entrar de cientos de personas. Aunque lo cierto es que el auditorio estaba tan expectante que la seguridad no fue capaz de echar a aquéllos que ocupaban pasillos y se sentaban en el suelo para escuchar al maestro.

La emoción que despertaba una charla de Eduardo Galeano era electrizante. Ni el propio Sócrates habría podido imaginar sentirse tan adulado y admirado durante sus lecciones.

Nacido en Montevideo en 1940 en el seno de una familia relativamente acomodada -término que él mismo habría detestado-, Galeano nunca dejó de luchar y de posicionarse 'inquebrantablemente del lado de los condenados', tal y como afirmaba el jurado del Stig Dagerman cuando le otorgó el premio en 2010. Sus más de cuarenta obras publicadas son una crítica constante a la desigualdad, un aliento a la lucha por la justicia social y una voz para los que no tienen voz, para los que él mismo bautizó como los nadies. Asimismo, obtuvo el premio Casa de las Américas en 2011, cinco doctorados honoris causa por diferentes universidades, o el premio Alba de las letras en 2013, entre otros.

Pero más allá de galardones y premios, Eduardo Galeano se ha convertido en un símbolo, en una bandera para la lucha, un estandarte de la interculturalidad y del respeto. Tanto con sus libros y artículos, aclamados y leídos en todo el mundo -incluso Hugo Chávez le regaló un ejemplar de Las venas abiertas de América Latina a Barack Obama en un gesto de lo más emblemático- como con sus actos y su apoyo público a decenas de causas políticas controvertidas: él mismo fue un exiliado político de su país y su obra fue censurada en Uruguay, Argentina y Chile durante los convulsos años de las dictaduras.

Aquel día en Granada hace apenas tres años, los allí congregados nos supimos hermanados por aquella voz suave y profunda que convertía cualquier texto en un alegato. Lágrimas de alegría y emoción, aplausos interminables que nos mantuvieron en pie durante muchos minutos, la lucidez de la utopía hecha carne.

Galeano se ha ido hoy, un trece de abril que él titulaba en su libro-calendario como 'No supimos verte'. Nosotros sí que supimos verte a ti, Eduardo, verte y leerte hasta el tuétano. Hoy te vas -o te llevan- dejándonos un poco huérfanos a todos los que soñamos con un mundo más justo, un mundo diferente y esperanzador. Por ti y por tu voz silenciada nos mantendremos firmes ante nuestro derecho al delirio, y soñaremos más fuerte gracias a los caminos que abrieron tus palabras.







Comentarios

Un comentario en “La lucidez de la utopía: Hasta pronto, Galeano

  1. Que título más bonito! Buen artículo, enhorabuena.

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