La compañía Teatro Resistente lleva su obra `Los árboles. Un Chejov andaluz’ al Teatro Alhambra

El escenario de la Consejería de Cultura y Patrimonio Histórico acogerá este espectáculo los días 24 y 25 de abril

Losárboles
`Los árboles. Un Chejov andaluz’. Foto: Gabinete
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El Teatro Alhambra, espacio escénico de la Consejería de Cultura y Patrimonio Histórico, gestionado por la Agencia Andaluza de Instituciones Culturales, presenta el montaje ‘Los árboles. (Un Chejov andaluz)’, de José Luis de Blas y Teatro Resistente en colaboración con el Teatro Central de Sevilla. La obra estará en cartel los días 24 y 25 de abril, a las 12:00 horas, y cuenta con un elenco de nueve actores, y dos músicos en escena para recrear cómo se vivía a mediados de los años ochenta. 

Los componentes de Teatro Resistente creen en la necesidad de una habitación compartida. Con este espíritu de experimentación, de crecimiento artístico, y dejando de lado cualquier consideración de índole administrativa o de producción, se centran exclusivamente en lo creativo. A partir de ese convencimiento, ponen en marcha un laboratorio con la obra de Chéjov ‘El jardín de los cerezos’, como uno más de muchos otros materiales potencialmente escénicos. 

La idea fue hacer un Chéjov andaluz, es decir, más cercano a la historia reciente. El desarrollo, lo sitúan a mediados de la década de los 80, y a partir de esa realidad compartida con los actores, trabajan sobre lo que de él les sirve, abandonan lo que les es ajeno e inventan lo que les falta. Ahora, justo tres años después de los inicios del laboratorio, les llega la oportunidad de mostrar su trabajo, y poner nombre a este equipo humano al que han decidido llamar Teatro Resistente.

‘Los árboles’ cuenta la historia de  Doña Luisa Medina que tras cinco años en Londres regresa a la finca andaluza donde nació, con el motivo de su inminente subasta: La propiedad sale a la venta para hacer frente a las deudas. Estamos a mediados de los años 80, en España. Un sistema político se apaga, y nuevas derivas inician sus primeros movimientos. La casa, como un barco que se hunde, hace de metáfora de este clima de incertidumbre y acoge a diferentes personajes, cada cual intentando encontrar un lugar donde permanecer a salvo.

La compañía dice textualmente que “nadie en su sano juicio montaría una obra de teatro con un elenco de once personas sobre el escenario. En nuestra comunidad es inviable y cualquiera que lo intente está abocado a la ruina, aunque también con elencos más pequeños. Corren malos tiempos y hemos decidido resistir, plantando cara al sistema de producción, porque no creemos en el que impera. Venimos tan solo con nuestros cuerpos, el aval de amar y conocer nuestro trabajo, la convicción de tener cosas que contar en escena, y la necesidad de dar cuenta de hasta dónde hemos llegado (o podríamos llegar), sin que las condiciones de producción marcaran con el hierro de la precariedad nuestro impulso y vocación de teatro”. 







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