Compromiso de la literatura contra Putin y las injusticias sociales

Frontera Polonia Ucrania
Refugiados ucranianos en la frontera de Polonia | Foto: Archivo
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En esta Semana Santa raro ha sido no ver nuestras calles llenas de procesiones, ¿pero y las procesiones que llevan por dentro los que no llegan a fin de mes y pasan las más calamitosas situaciones de desamparo ante la carestía de la vida? Ellos, los que pertenecen a la indigencia tienen su pasión y dolor por dentro. Y no les quiero decir los que matan o hacen guerras con absoluta impunidad por muchas sanciones impuestas que se les impongan sin garante para la protección de las vidas, y con amenazas de armamento nuclear. Porque como diría José Luis Sampedro no se debería gobernar a través del miedo. Por tanto qué pensaría Jesús, qué opinaría de toda la crueldad humana, que llevamos sufriendo con las distintas pandemias de virus letales. Ni que decir tiene que el universo y la sociedad en la que vivimos se va destruyendo poco a poco sin pensar en los que vienen detrás.

Vivimos en un mundo de mentiras representado por el poder más cínico en todos sus ámbitos. No soy pesimista pero me alarma que haya pocos indicios de mejora. No hay más que mirar a nuestro alrededor, casi todo se vulnera y no se respeta. Vivimos en el mundo de la posverdad y del espectáculo como diría el filósofo Guy Debord. El mundo, que es experto en víctimas de guerras y sufrimientos, cuándo sus gobernantes se preocuparían por los más desfavorecidos, por aquellas personas que lo están perdiendo todo, hasta las ganas de vivir. Con la mayoría de escándalos económicos y políticos corruptos en el ejercicio de sus cargos...¿por qué favorecer tantas prebendas? Por tanto engaño y negligencia sólo queda el camino de la resistencia y reivindicar los derechos que nos pertenecen pero no a cualquier precio de desacato, acoso o mecanismos de espionaje.

Por el amparo de las personas más vulnerables, por los nuevos pobres, esos que acuden por primera vez al auxilio social, a Cáritas, al Banco de Alimentos, a la Cruz Roja o a cualquiera de las instituciones que tratan de llegar donde las prometidas ayudas no alcanzan, sólo queda facilitar los modos de exigirlos. La burocracia teje su tela de araña sobre la miseria y, mientras los funcionarios analizan documentos, el hambre, la falta de respeto, el maltrato, la violencia hacia la mujer y otras personas, y la injusticia se acomodan y visitan los hogares, y consumen la esperanza de un futuro mejor de miles de niños, jóvenes, mujeres y personas de la tercera edad que ven peligrar su seguridad y equilibrio emocional.

Si Jesús o el comprometido Quijote volvieran, no les importarían tanto las imágenes de los templos ni los despiadados caballeros, que tendrán que esperar un año más para salir a las calles a flagelar la conciencia y emocionar a los devotos semanales, o en busca de aventuras de las más variopintas para combatir al miedo. Más bien acudirían a los barrios, para apoyar a las personas más vulnerables, que no llegan a final de mes y que sufren cualquier tipo de desamparo por parte de las Administraciones. Observarían sus rostros con terror o cansados, los cogerían de las manos y los mirarían a los ojos para insuflarles un poco de esperanza ante tanta ignominia, severidad o retraso de la justicia y la insensatez de la persecución. Al menos, eso haría una fe y literatura comprometidas tan necesarias, en nuestros días a las que tanto amor y enseñanza debemos.







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