Hipotiroidismo...¿Ese es el que engorda?

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Cuando tuve a mi niño mi vida entera cambió de repente. Y no solo me refiero a los cambios de pañal, la responsabilidad, el inmenso amor y bla, bla, bla, bla.

De pronto empecé a sentirme muy mal, casi a sentir que me moría. Estaba permanentemente cansada, me costaba dormir, el pelo se me caía, mi piel estaba reseca, los músculos me dolían casi como si tuviese agujetas todo el tiempo, no pensaba con la misma agilidad y mi carácter cambió radicalmente. Estaba tan cansada que no quería visitas, me costaba hasta hablar.

Me sentía pesada, somnolienta, sin energía.

Empecé a engordar… pero eso era lo de menos.

La máxima frustración era esa sensación de no poder estar al 100% como antes y, ante todo, la incomprensión de mi entorno más cercano… en este caso el padre de mi hijo.

Se juntó el hambre con las ganas de comer. Acababa de tener a mi niño y la frase más recurrente en mi casa era “tú lo que tienes es una depresión posparto” o “si ves que estás engordando no comas tanto”.

Pero yo sabía que algo más me pasaba y… ¡oh sorpresa! Cuando al fin logré sacar energías para ir al médico detectaron que tenía hipotiroidismo. Un hipotiroidismo galopante.

La frase de mi endocrino cuando vio mis analíticas fue literalmente “pero hija de mi alma, tú cómo te tienes en pié”.

Y esa era la frase que resumía mi realidad en aquel momento. Al cansancio lógico de cuidar de un bebé tan pequeño se unía mi estado de salud.

La tiroides es una glándula que regula el metabolismo corporal y que tiene una importancia enorme ya que, además, interviene en la sensibilidad del organismo a otras hormonas. La mayoría de la gente que no padece hipotiroidismo (no hablaré del hiper porque prefiero escribir desde mi experiencia personal) piensa que con la pastillita que nos tomamos a diario el problema está resuelto. Pero esto no es del todo cierto.

Desde que comencé a padecer esta enfermedad no he vuelto a tener la misma energía que tenía antes, mis manos y pies están siempre fríos, padezco insomnio, mi piel se seca, a veces me duele el cuerpo como si tuviese gripe y otras veces mi carácter está… bueno corramos un tupido velo.

Hablaba de estos problemas bastante a menudo con mi endocrino que me respondía que estando regulada con la medicación todo eso desaparece y, básicamente, que sería de otra cosa porque del hipotiroidismo no era.

Pero… ¡oh sorpresa! hablando con personas que también lo padecen, resulta que no soy hipocondríaca, todas, toditas, todas tenemos la misma sintomatología en mayor o menor medida.

De hecho creo que me puedo dar con un canto en los dientes porque las hay con cuadros mucho más severos.

Leer esto tal vez no os aporte nada si no padecéis la enfermedad. Pero os pido un ejercicio de empatía.

Todo el mundo se hace cargo de los problemas que acarrean otras enfermedades como por ejemplo la diabetes, pero nadie conoce lo que conlleva el hipotiroidismo más allá del “¿ese es el que engorda, no?”.

Nadie está libre de sufrir este problema o tenerlo en su entorno y creo que ya va siendo hora de dar a conocer la enorme frustración que se siente cuando tienes días en los que quieres ser la locomotora a la que todo el mundo está acostumbrado, pero te cuesta hasta mover un brazo.

El hipotiroidismo existe y no se trata solo de engordar. De hecho, la mayoría de las personas que lo tenemos controlado estamos en un rango de peso sano.

El hipotiroidismo afecta a muchos aspectos de la vida y contar con un entorno que comprenda esto es básico para poder llevarlo con la mejor cara posible. Así que espero de corazón que, si has leído mi artículo y tienes en tu entorno a alguien que padezca este problema, hoy lo comprendas un poco mejor.







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