El verdadero Camino de Ronda: el sendero oculto que defendía la Alhambra

La popular vía que atraviesa la ciudad de Granada toma su nombre del antiguo sendero defensivo de la fortaleza nazarí

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Camino de Ronda de la Alhambra | Foto: Remitida
Toni Nogueras
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Cuando un granadino habla del Camino de Ronda, piensa automáticamente en la arteria urbana que corta la ciudad de este a oeste, entre coches, comercios y pasos de peatones. Sin embargo, pocos saben que ese nombre proviene de un sendero mucho más antiguo, silencioso y estratégico: el Camino de Ronda de la Alhambra.

Esta semana, Marta de @PateandoGranada, nos invita a descubrir un rincón oculto entre los muros de la joya nazarí, un recorrido cargado de historia que explica buena parte de cómo funcionaba el sistema defensivo del castillo granadino. “Cuando hablamos de la Alhambra, a menudo pensamos en sus palacios, sus jardines o la delicadeza de su decoración. Pero detrás de esa belleza hay una fortaleza diseñada para resistir ataques y proteger a quienes vivían en su interior”, explica Marta mientras recorre el paso estrecho que bordea las murallas.

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Un sendero de vigilancia con siglos de historia

El Camino de Ronda no era un simple paseo. Era una vía táctica, diseñada para que los centinelas pudieran recorrer rápidamente los distintos puntos de la muralla. Construido sobre la misma estructura defensiva de la fortaleza, este camino permitía una vigilancia constante y eficaz de todo el perímetro. A lo largo del recorrido, se encuentran torres de vigilancia, puestos de guardia y almenas que servían tanto de protección como de puntos de observación.

“El objetivo era tener siempre los ojos bien abiertos”, comenta Marta. “Desde aquí se controlaba cualquier intento de asalto, se transmitían mensajes de alarma y, en caso de ataque, se coordinaba la defensa”. El sistema funcionaba como una red interconectada donde cada tramo del muro estaba cubierto por la vista y el paso de un guardia.

La Alhambra fue mucho más que una residencia real; era un enclave militar y político clave. Su ubicación sobre la colina de la Sabika no era casual: dominaba la vega, controlaba los accesos a la ciudad y ofrecía una posición privilegiada para anticipar cualquier amenaza. El Camino de Ronda es una muestra tangible de cómo se integraban belleza y funcionalidad en la arquitectura islámica.

Un nombre que cruzó siglos y calles

No deja de ser curioso que el nombre de esta vía defensiva terminara siendo adoptado por una de las calles más transitadas de la Granada moderna. El actual Camino de Ronda de la ciudad tomó su nombre de los antiguos caminos para hacer la ronda que tenían las murallas, no solo en la Alhambra, sino también en la propia muralla zirí de la ciudad.

Durante siglos, los soldados patrullaban esos caminos “rondando” la muralla, de ahí el término. Con el crecimiento urbano y la pérdida progresiva de las defensas medievales, el nombre quedó flotando en el imaginario colectivo y terminó fijándose en una vía que, paradójicamente, ya no tiene nada de defensiva, pero sí mucho de tránsito constante.

Caminar por el Camino de Ronda de la Alhambra es hacer un viaje en el tiempo. El empedrado irregular, el grosor de los muros, el sonido apagado del viento al chocar contra las almenas... todo recuerda que, en otro tiempo, este lugar era escenario de estrategias, alertas y guardias nocturnas. Desde ciertos tramos del camino se puede ver el Albaicín en la distancia, y entender cómo la vista desde las murallas ofrecía no solo una postal preciosa, sino un control absoluto del entorno.

Uno de los tramos más llamativos es el que conecta con la Torre de la Vela, símbolo granadino por excelencia. Desde allí se tocaba la campana que alertaba a los habitantes de la ciudad en caso de peligro, pero también la que hoy marca el día de la Toma, cada 2 de enero.

Redescubrir la ciudad con otros ojos

Gracias al trabajo divulgativo de Marta con “Pateando Granada”, este tipo de espacios olvidados vuelven a cobrar vida. “La Alhambra no es solo la Sala de los Abencerrajes o el Patio de los Leones. Tiene mil rincones que hablan de cómo se vivía, se luchaba y se organizaba una sociedad hace más de 700 años.

Quizá la próxima vez que alguien cruce la ciudad por su moderno Camino de Ronda, pueda cerrar los ojos y, por un instante, imaginar el sonido de las botas de cuero sobre el empedrado, la mirada atenta de un centinela, el eco de una campana de alarma. Porque en Granada, cada piedra tiene algo que contar. Solo hay que saber por dónde caminar.







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