"Las redes sociales generan una sociedad con nula tolerancia ante la frustración"

La depresión, la ansiedad y los trastornos alimenticios son algunas patologías que pueden alimentar estas plataformas sin un uso adecuado

Redes sociales y salud mental
Los jóvenes españoles invierten una media de una hora y diez minutos al día en redes sociales | Foto: Freepik
Pancho Spínola Bautista
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Cerca de 28 millones de españoles utilizan las redes sociales, según los datos del Estudio de Redes Sociales 2022 elaborado por la asociación de comunicación y publicidad IAB Spain. Este informe también detalla que los jóvenes de 18 a 24 años son el grupo de población que más tiempo invierte cada día en ellas, para una media de una hora y diez minutos cada jornada. WhatsApp, Tinder, Twitch, Instagram o TikTok son algunos de los líderes en consumo de redes dentro del país.

Desde hace años, son muchos los profesionales que advierten del riesgo que entraña un empleo irresponsable de estas plataformas. Rafael Santandreu, psicólogo catalán autor de libros como 'El arte de no amargarse la vida', declaró recientemente en El Heraldo de Aragón que las redes son "el peor invento para la salud mental", mientras nos hemos acostumbrado a ver a personajes famosos como Tom Holland, Selena Gómez o Ed Sheeran tomándose descansos o incluso eliminando por completo sus perfiles en estos medios, aludiendo a síntomas de malestar emocional, ansiedad y depresión.

Eva Flores, psicóloga granadina especializada en psicología clínica, explica a GranadaDigital que las redes sociales "generan un proceso similar al de las drogas. Es decir, si acudimos al teléfono cada vez que tenemos un problema en el trabajo, estamos estresados o nos aburrimos, esto genera una sociedad con nula tolerancia a la frustración".

Este tipo de plataformas crea una cultura de la inmediatez que, en palabras de la especialista, lleva como consecuencia un abanico de trastornos mentales: "Todo es inmediato. Tenemos historias de Instagram que se consumen en 24 horas, si necesito comprar ropa tengo Shein, tengo Amazon, si necesito comer tengo Glovo... todo es aquí y ahora, y al final las cosas que generan orgullo, satisfacción y felicidad requieren de esfuerzo, persistencia, tiempo y constancia. Las redes nos muestran comidas caras, viajes de lujo, estar constantemente divirtiéndote, saliendo, y esa no es la realidad de la vida cotidiana".

Algunas de las patologías más relacionadas con los medios digitales son la depresión, la ansiedad o los trastornos alimenticios, al margen de problemáticas añadidas que, sin poder llegar a calificarse como enfermedad, siguen limitando nuestro día a día, como falta de concentración, fatiga u opiniones poco realistas sobre la vida, según explica Flores.

El grupo de población más expuesto y vulnerable ante los efectos de Twitter, Instagram o TikTok son los jóvenes, comenta la psicóloga, dado el momento vital en el que se encuentran: "cuando una persona se encuentra en esas edades está construyendo un autoconcepto sobre sí misma, está decidiendo quién quiere ser, qué objetivos vitales tiene y demás. Si estamos constantemente expuestos a perfiles de gente con una vida aparentemente perfecta, esto conduce no solo a problemas de identidad, sino también a una autoestima muy baja, porque asimilamos estándares que nunca vamos a alcanzar".

La búsqueda del perfeccionismo deriva en ansiedad, culpa y frustración, según los profesionales | Foto: Freepik

Ahondando en plataformas como Instagram, que se basan puramente en fotografías y que están muy relacionadas con las apariencias y la estética, la especialista advierte que "estar expuesto constantemente a imágenes poco realistas puede llevar a una búsqueda del perfeccionismo que luego se manifiesta en síntomas de ansiedad, trastornos alimenticios, adicciones... el uso de Instagram o similares refuerza mucho el narcicismo, una conducta que camufla y potencia una baja autoestima".

Esta búsqueda de la perfección, además, puede derivar en ocultar sensaciones que son naturales e intrínsecas al ser humano, como la rabia, la tristeza o la ira, detalla la psicóloga. "Muchas veces tenemos que evitar perfiles de supermodelos o gente con una vida perfecta, porque nos genera culpa y frustración, son perfiles que invisibilizan la tristeza, la ira, la rabia y todas esas emociones pertenecen a nuestro día a día. Si no las normalizamos, esos sentimientos arraigan en nuestro interior", aconseja.

Para combatir estos efectos adversos que pueden generar las redes, Flores recomienda hacer cambios en la manera de utilizarlas, más que establecer límites de tiempo de uso. "Si te pones un número de horas máximas, eso va a provocar frustración. En cambio, lo que tenemos que hacer es preguntarnos a nosotros mismos si nos estamos excediendo de horas o si estamos huyendo de responsabilidades por estar con el móvil. Para mí, lo más importante es tomar conciencia y limitar nuestro tiempo en las redes, pero no por obligación, sino para estar conectados con la realidad", sugiere.

En paralelo a estos temas, Flores hace énfasis en ser consciente y sensible en la utilización de unas plataformas que, a pesar de todas las facilidades que ponen para llegar a cualquier persona en el mundo, también provocan que sea extremadamente sencillo dirigir rabia y desprecio hacia quien nos venga en gana, un problema que suele afectar especialmente a celebridades. "Hay que vivir en equilibrio y ser constructivo a la hora de usar Instagram o TikTok, porque creo que en ellas se vierte muchísimo odio, y detrás de ese odio hay miedo, inseguridad y envidia", explica.

Irónicamente, las redes sociales también pueden provocar cierto aislamiento, como explica la especialista: "Creo que nos aíslan de experiencias sociales más auténticas. Cuanto más tiempo estás conectado, menos estás en el mundo real. Hace poco leí un término japonés muy interesante, Hikikomori, que es un término que habla de la influencia de la tecnología moderna en el aislamiento, es un estilo de vida silencioso, en el que la persona se aísla del mundo, no sale de su cuarto y todo gira en torno a la tecnología y las redes. Yo lo veo como algo más común en Asia, pero se está instalando poco a poco también en países europeos como el nuestro".







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