Ramón Díaz, el granadino que sueña con la NBA
De entrenar minibasket en su ciudad a dirigir en México, Venezuela y Canadá, y rozar el universo NBA sin soltar la bandera de su tierra
Dicen que el sueño americano se escribe desde los grandes rascacielos de Nueva York o los focos de Hollywood. Pero a veces, ese sueño comienza en una pista de minibasket de Granada. Ramón Díaz es uno de esos casos. Un granadino de cantera, forjado entre canastas en el CB Granada, que un día cambió la comodidad de su tierra por la incertidumbre de un vuelo a México… con billete de vuelta en un mes. Aquel mes se ha convertido en más de una década de baloncesto, aprendizaje, sacrificios y gloria en tierras mejicanas, venezolanas y ahora también canadienses.
Desde acompañar a una leyenda de los banquillos como Serio Valdeolmillos en la selección mejicana, a capitanear a al primer equipo azteca en la G-League —la antesala directa de la NBA— o formar parte del equipo técnico de la selección canadiense liderada por Jordi Fernández, Díaz ha puesto su nombre y el de Granada en el mapa global del baloncesto. Pero detrás de la carrera brillante, está la historia humana de un hombre que ha perdido nacimientos, despedidas y celebraciones, por no renunciar a su pasión.
Ahora, de vuelta en su ciudad por unos días, se pasa por La Redacción de GranadaDigital para contarlo todo. Su historia es la de un pionero, la de un currante del aro que sueña en grande sin olvidar jamás de dónde viene, ni de donde le gustaría volver algún día.
Pregunta (P): ¿Qué Granada te has encontrado?
Respuesta (R): Para mí volver a Granada es increíble. Volver a mi casa, a mi tierra, ver a mis amigos, a mi familia… No puedo decir nada más que cosas bonitas y buenas de mi ciudad. Desgraciadamente, deportivamente no están pasando por el mejor momento ninguno de los dos equipos, pero esperemos que el fútbol este fin de semana nos dé grandes noticias. Pero, como te digo, agradecido de estar aquí.
P: Para quien no te ubique... ¿Quién es Ramón Díaz?
R: Primero, un granadino, y orgulloso de representar la bandera de Granada por todos los rincones que el baloncesto me ha permitido visitar. Segundo, un jugador de cantera, que empezó en el CB Granada cuando tenía 11 o 12 años. Jugué en todas las categorías. Cuando estaba en Liga EBA, por ciertas lesiones y porque también era un poco malo (risas), no pude dar el salto definitivo al profesionalismo. Entonces decidí seguir estudiando —soy licenciado en Economía—, pero tenía ese gusanillo del baloncesto. Empecé a entrenar, saqué los tres títulos de entrenador nacional de la Federación Española, y volví a pasar por todas las categorías del club: desde Minibasket hasta Liga EBA.
P: Y entonces, Sergio Valdeolmillos te cambia la vida…
R: Exacto. Con los problemas económicos del club, Sergio me invita a irme a Raca, una temporada donde casi conseguimos el ascenso a División 2. Justo entonces, Sergio ficha en Méjico y me da la oportunidad de irme con él como asistente. Ahí empieza a cambiar todo.
P: ¿Cómo fue esa conversación?
R: Surrealista, si te soy sincero. Me dijo: “Ramón, vuelvo a México, solo va a ser un mes, una experiencia, vamos a un campeonato de América, no tenemos nada que perder, y luego volvemos a Granada.” Yo estaba a punto de casarme, tenía mi negocio en Granada que no tenía nada que ver con el baloncesto… pero surgió esta posibilidad. Le pregunté a mi familia: “¿Cómo lo veis?” Y me dijeron: “Vete, coge unas vacaciones, vive la experiencia.” El problema es que ese mes han sido 12 años y medio.
P: ¿Qué pasó ese verano para que todo cambiara?
R: De todo. Fuimos campeones de América. Por circunstancias, tuve que dirigir la final y la ganamos. Mi nombre empezó a sonar fuerte en México. Luego fichamos por uno de los mejores equipos del país, después por otro en Venezuela. Ahí apareció Capitanes, que me dio la oportunidad de ser primer entrenador. Conseguimos dos subcampeonatos, una Final Four… y entonces la NBA se fija en Capitanes para ser el equipo que represente a Latinoamérica en su estructura. Fue todo muy rápido. Pero sí, un sueño. El sueño americano.
P: ¿Qué supone entrenar en la G-League?
R: Es la liga de desarrollo de la NBA, donde jóvenes estrellas (y no tan jóvenes) buscan una oportunidad para llegar a la NBA. Hace dos temporadas, el 50% de los jugadores que jugaron el partido inaugural de la NBA habían pasado por la G-League. Cada vez tiene más nivel, más talento, más entrenadores de calidad. Es una liga durísima e increíblemente atractiva.
P: ¿Cómo explicas a tu entorno que ese “me voy un mes” se convierte en un "me quedo"?
R: Al principio fue fácil, porque era una oportunidad única de dedicarme a lo que amo. Pero sí he tenido que sacrificar mucho: bodas, despedidas, momentos únicos. Perdí el nacimiento de mi primer hijo por el baloncesto. Nadie ve eso. Luego te dicen: “Qué suerte tienes”. Sí, suerte fue irme. Mantenerme 12 años allí ha sido trabajo, sacrificio, dolor a veces… pero también un privilegio.
P: ¿Qué te baloncesto encontraste en Méjico?
R: Pensaba que el nivel de baloncesto no sería muy alto, pero me sorprendió muchísimo. Jugadores como Gustavo Ayón, Jorge Gutiérrez, Juan Toscano, Paco Cruz… Algunos han jugado en la NBA y otros en Europa al máximo nivel. Había talento sin estructura. Aplicamos la metodología española, trabajamos duro y los resultados llegaron. Eso me abrió las puertas de Capitanes.
P: ¿Qué te encontraste al llegar a Capitanes y qué proyecto dejas ahora?
R: Cuando firmé, Capitanes no existía como club. Fue una idea loca de Moisés Cosío, un aficionado al baloncesto que soñaba con impactar a los jóvenes. Me entrevistó, conectamos al instante y me dijo: “No me digas nada más. Te quiero como entrenador.” Nunca me presionó por ganar, sino por crecer, por hacer que los niños llevaran con orgullo la camiseta del equipo. Después vinieron los éxitos deportivos, el cariño de la afición… Ha sido muy duro despedirme. Pero prefiero irme en lo alto, no tras una mala temporada.
P: ¿Qué le falta al baloncesto mexicano para dar el gran salto?
R: Unión. A nivel federativo, ligas, clubes… cada uno hace la guerra por su cuenta. Si se unieran todos, podrían cambiar de verdad el baloncesto mexicano. Además, hay mucho talento físico, sobre todo en el norte del país. Y por supuesto, me encantaría ver a Capitanes algún día en la NBA. Sería un sueño.
P: Y de pronto, Canadá. ¿Cómo surge esa llamada de Jordi Fernández (primer español en entrenar en la NBA)?
R: Otra historia loca. No conocía a Jordi. Cuando Capitanes entra en la G-League, pensé: “Necesito aprender de esta liga. ¿Quién la ha entrenado siendo español? Jordi.” Busqué su teléfono, le escribí y me llamó al minuto. Me ayudó siempre. Y un día me propuso para un puesto en la selección de Canadá con los equipos U19/U18/U17, para trasladar la filosofía del senior. Pasé entrevistas y me eligieron. Y ahí estamos.
P: ¿Cómo es el baloncesto canadiense?
R: Es el polo opuesto a México. Tienen todo: físicos, presupuestos, infraestructuras… pero les falta competitividad. Jordi y yo intentamos inculcar eso. Si lo logran, serán una potencia fija entre las cinco mejores del mundo. Tienen un futuro brutal.
P: Cuando acabe el Mundial U19, no tienes equipo. ¿Cómo lo afrontas?
R: Paso a paso. Una llamada puede cambiarlo todo. Desde hace año y medio trabajo con una psicóloga y me ha ayudado a vivir el presente. Tengo una familia increíble, me siento afortunado. Si no llega nada, me iré de vacaciones con ellos y estaré feliz. Por supuesto, quiero entrenar en la NBA algún día, pero no me obsesiona. Ya me siento un triunfador.
P: Te he preguntado por el baloncesto mexicano y canadiense… ¿Cómo ves el baloncesto granadino desde lejos?
R: Este año ha sido triste. Óscar Fernández y Pablo Pin, dos grandes amigos, han hecho un trabajo espectacular. Pero no sé si Granada lo valora lo suficiente. Mantenerse en la ACB es muy difícil sin apoyo institucional, empresarial y de la afición. ¿Queremos baloncesto de élite? Hay que empujar todos. Si no, estaremos siempre entre un equipo bajo de ACB o alto de LEB. Yo me siento muy orgulloso del trabajo hecho, pero necesitamos más implicación de todos.
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