Pinceladas granadinas contra el párkinson: "Pintar me ha salvado la vida"

María Elena García ha hecho de su pasión por la acuarela una terapia efectiva para superar un cáncer y ahora esta enfermedad

María Elena García pintura contra el párkinson
Dos de las obras de María Elena García (centro) que aparecen en su colección | Fotos: Remitidas
Miguel López Rivera
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La vida de María Elena García cambió radicalmente el día que recibió la noticia de que padecía cáncer de mama. De aquello hace ya siete años y, como todos los pacientes, mutó su carácter para luchar con todas sus fuerzas contra la enfermedad. La superó. Pero cuando todo parecía estar controlado la vida volvió a golpearla: "Empecé a escribir con letra pequeña y, como soy dermatóloga, me di cuenta de que era párkinson, pues mi madre ya lo había tenido".

Aquel no había sido el primer síntoma relacionado con esta patología que había sentido. Poco después de terminar el tratamiento del cáncer, María Elena sufrió una fuerte depresión que el psiquiatra achacó al mismo miedo por todo lo que había atravesado. En realidad se trataba de un aviso psíquico que le estaba dando el cuerpo. "Salía a la calle e iba como una autómata, iba muy lenta, pero nadie era capaz de decirme nada", relata a GranadaDigital.

Jefa de la Unidad de Gestión Clínica de Dermatología en el Hospital Virgen de las Nieves de Granada, esta mujer de 65 años ya había recibido la invalidez absoluta a causa del tumor diagnosticaron. Tras eliminarlo de su cuerpo, decidió matricularse en Bellas Artes y, aún sin saberlo, fue la mejor decisión que podría haber tomado para convivir con la enfermedad de Parkinson sin perder la ilusión y la sonrisa: "Me matriculé en Bellas Artes, en la especialidad de Escultura y Dibujo, y me di cuenta de que dibujaba muy bien figuras mitológicas. Después empecé a hacer retratos de mi familia a carboncillo y, posteriormente, mi marido me regaló una caja de acuarelas y pinceles".

Fue ahí cuando comenzó a tomarse en serio la pintura. El siguiente objeto con el que le obsequió su esposo fue un libro de grabados japoneses. María Elena, que ya había estado en Japón, se entusiasmó con la posibilidad de retratar a geishas y otras figuras de la cultura nipona, Mi marido me regaló un libro de grabados japoneses. Yo ya había estado en Japón y me entusiasmó. Y de ahí a acumular en dos años un total de 250 obras pintadas en acuarela. Casi nada. Una parte de ellas forman parte de la exposición De la estampa a la acuarela. Homenaje a la mujer japonesa y a sus pintores, que estará podrá disfrutarse en la sede central de la Caja Rural de Granada de lunes a sábado entre las 19:00 y las 21:00 horas hasta el 25 de marzo. La muestra, cuya recaudación se destinará a la Asociación Párkinson Granada, está formada por 67 acuarelas con motivos japoneses. Además de los que ella aporta, también hay dibujos de colecciones privadas.

"La exposición es exclusiva de Japón, pero yo tengo también cuadros de los alrededores de mi casa, pues vivo en el Campo del Príncipe, y del Puente de Brooklyn", matiza la artista. Para María Elena, pintar "es una forma de aislamiento". "He hecho meditación vipassana, pero no me ha servido como esto. Me aíslo totalmente y, aunque esté temblando, no pienso que tengo párkinson porque no me doy cuenta. Pintar me ha dado la vida. Creo que si no hubiese ocurrido esto me habría muerto, te lo digo de verdad", confiesa mientras su voz se apacigua momentáneamente.

Es esa pasión, asegura, la que le ha permitido recuperarse y "salir de esa angustia vital". Y ese precisamente es el mensaje que quiere transmitir a otros pacientes que estén pasando por una situación parecida a la suya: "Tengo otros compañeros con párkinson en Madrid que se dedican a pintar. Son seis, tres hombres y tres mujeres, y hacen todos los años exposiciones. Otro compañero mío talla madera. Ya ha reproducido el Corral del Carbón y ahora se encuentra haciendo la Iglesia de Santa Ana". No en vano, la propia María Elena llegó a hacer junto a su marido una maqueta de tren cuya ambientación pintó ella. Tras las maquetas, los retratos y los grabados fue cuando se pasó a la acuarela.

Una "eclosión artística" que acompaña a los pacientes

La pintura y el párkinson son dos realidades aparentemente alejadas pero entre las que por suerte o por desgracia, según se mire, parece existir un vínculo. Artistas de la talla de Salvador Dalí o Norval Morrisseau también tuvieron párkinson. María Elena recuerda que "cuando empezaron con los tratamientos, cambiaron su forma de pintar". La granadina explica que, en su caso, esta vena creativa pudo nacerle, o al menos expandirse, con los parches neupro de agonistas dopaminérgicos; uno de los dos tratamientos con los que ella comenzó junto al de la levodopa.

"Está descrito científicamente que entre un 5% y un 10% de los pacientes con párkinson que empiezan con agonistas dopaminérgicos sufren una eclosión artística. Eso es lo que me ocurrió a mí. Es un impulso que hace que me acueste pensando en pintar y levantarme pintando. Es una bendita locura, mi medicación diaria. Ha venido a enterrar el cáncer de mama del todo. El párkinson no porque se queda conmigo para toda la vida", celebra María Elena de forma entusiasta pese a que las circunstancias no se lo han puesto fácil.

Su cáncer de mama era un triple negativo, el que peor pronóstico tiene. "Me vine abajo, pero tuve la energía de irme de viaje a Polonia con mi marido antes de empezar la quimio. Después tuve tres ingresos: creía que me moría. Lo superé con la radio y, cuando ya había salido del todo, llamé a un hotel de Conil, en Cádiz, de lo entusiasmada que estaba", relata. Y es que esa palabra, 'entusiasmo', es la que repite una y otra vez y la que mejor define su manera de encarar la vida. Pero entonces vino aquella depresión que no era sino síntoma de un trastorno del movimiento.

"Tengo el mismo párkinson que Michael J. Fox. En el mismo sitio y con la misma mutación. Es una mutación vasca porque mis antepasados eran vascos. Empecé con un movimiento del dedo gordo del pie y ahora lo que me tiembla es la pierda derecha. El neurólogo me dijo de hacerme tratamientos con estimulación cerebral, pero no quise. Es una intervención con anestesia local de cuatro o cinco horas que me obligaba a raparme la cabeza. Ya la tuve con el cáncer de mama", asevera.

Aquel diagnóstico tumoral coincidió con las protestas sanitarias en Granada por la fusión hospitalaria que ella mismo combatió cuando accedió a la jefatura de la Unidad de Gestión Clínica de Dermatología del Virgen de las Nieves. Además, tenía consulta privada, por lo que trabajaba mañana y tarde. Fue aquel "tira y afloja" el que, considera, le generó el estrés que "me condicionó el cáncer". Pero entonces apareció la pintura. Y con cada traza, trazas también de vida.







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