Hay una planta más en el sótano del fracaso rojiblanco (1-0)

Un gol de Raíllo en un saque de esquina tumba a un Granada inoperante en Son Moix y noquea al Cacique Medina

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Raíllo celebra su gol ante el Granada | Foto: LaLiga
Chema Ruiz España
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En el sótano del fracaso de este Granada siempre hay una planta más. Es un equipo sin alma condenado a pasar de nuevo por el purgatorio de Segunda División por los pecados de una directiva incapaz y un técnico cualquier cosa menos acertado. No aspiraba en Mallorca más que a sacar una vida extra, pero pareció que ya no hubiera nada por lo que luchar. Inoperante, se fue desintegrando ante un rival que pensaba más en su aventura copera que en la cita de este sábado hasta caer en las postrimerías del duelo. Lo hizo por la intervención de Alexander Medina, que rompió en un córner una de las normas no escritas en el fútbol con un relevo que desajustó a los suyos en el área. Remató Raíllo y cayó el Cacique, presumiblemente destituido en las próximas horas. La agonía será larga para la hinchada.

El conjunto rojiblanco es un equipo vulgar que se esfuerza en alcanzar la mediocridad. Un grupo gobernado por la apatía que deja escapar las jornadas con la mordiente de un recién nacido. Vivió su mejor momento hace meses, cuando empató tres jornadas consecutivas todavía bajo la dirección de Paco López, y más bien porque en sus filas jugaba un Bryan Zaragoza que despertaba emociones. Pero hace tiempo que el cuadro nazarí está sumido en una depresión que, de manera irremediable, contagia a su hinchada. Tognozzi persiguió una revolución que ha tenido escaso efecto y ahora el helado del italiano se derrite mientras sus compatriotas inauguran la temporada en Gran Vía. En Son Moix, el Granada saltó como si la realidad a la que se enfrenta le fuera esquiva, amodorrado e impreciso hasta la exasperación de sus aficionados. Sobrevivió con orden al primer tiempo, seguramente porque la cabeza del Mallorca tampoco estaba en el encuentro, sino en la final de Copa. Claudicó a balón parado tras un segundo acto que superó a jugadores y entrenador.

Sin Sergio Ruiz, sancionado, el Cacique encomendó la batuta a Gonzalo Villar, uno de los señalados en la pasada jornada. Lo asumió con profesionalidad, pero sin la soltura de otros momentos del curso. Le costó arrancar, como a todos los que vistieron la elástica nazarí, sesteantes a la hora de la sobremesa, abrazados al pase de seguridad hasta dotar al duelo de un espesor que invitaba a olvidarse del partido y salir a disfrutar del sol por la ciudad de la Alhambra. Los bermellones, bastante cómodos, no necesitaron exigirse demasiado para generar peligro, ociosos ante las facilidades que su adversario brindaba. Cualquier mirada al frente parecía asustar a los granadinistas, erráticos en conexiones sencillas y ajustes defensivos. En uno de estos fallos se giró Cyle Larin, tras la descarga de Muriqi, con la mirilla en las nubes. Después peinó  Raíllo también arriba en una acción ensayada.

Cada construcción se le atragantaba a los de franjas horizontales, enfundados este sábado en su indumentaria dorada. Tampoco había fluidez entre los de rojo, pero con poco les bastaba para merodear las dependencias de Batalla. De un pelotazo sin cálculo alguno brotó un envenenado remate de Muriqi, infantil el despeje de Ignasi Miquel. El ariete no quiso compartir y conectó el latigazo desde el balcón del área, levemente desviado por Bruno Méndez, lateral por sorpresa en la isla. Respondió el arquero, felino para palmear. La pelota duraba un parpadeo en las botas granadinistas, desapercibidos los intérpretes en la medular. Józwiak pretendió agitar antes del descanso, sin más fruto que un saque de esquina desperdiciado. A Boyé, desgastado en la porfía con los zagueros, se le hizo de noche en la media luna. Dani Rodríguez le enseñó después cómo debía hacerlo para inyectar temor, raso junto al poste al toque de corneta.

Los rojiblancos coleaban al descanso, pero ya manifestaban síntomas que auguraban la descomposición. Se deshicieron a la vuelta, desbordados por un Mallorca espumoso. Javier Aguirre olió la sangre y movió la pizarra para ganar agresividad. Entró Morlanes como un iceberg para la nave nazarí. A Batalla le empezaron a silbar las balas a un lado y a otro, especialmente indulgente Larin. Justo al reanudar, le entregó un pase que buscaba a Muriqi, vencido Piatkowski sin siquiera cuerpear. Después, el arquero rebañó una asistencia de Dani Rodríguez cuando el delantero canadiense ya salivaba en el segundo palo. No había quién frenara la atomización del Granada, pasivo el Cacique mientras su equipo se hundía.

El uruguayo contemplaba sin intervenir cómo los bermellones aguijoneaban sin cesar, incluso con un tanto de Raíllo con el banderín en alto en una falta. Robó más adelante Morlanes, aletargado Gonzalo Villar, para que Larin envolviera el gol, pero Muriqi, un delantero de los de toda la vida, erró de manera sorprendente. Fustigó de nuevo el ariete canadiense en un saque de banda. Batalla resoplaba y trataba de forzar el reseteo con su pillería habitual. Boyé, que se zafaba entre centrales, puso en órbita un disparo desde la frontal en busca de una reacción, pero lo del Mallorca ya era un chaparrón. Uzuni picó junto al poste el único remate de los rojiblancos entre palos justo antes de salir del campo, reemplazado por Arezo en un volantazo imprevisible del Cacique. También saltó Hongla por un Gonzalo Villar perdido entre fogonazos mallorquines. Abdón, refresco balear, desvió un remate, blando Piatkowski al despeje.

Al duelo se le ponía la misma cara de la cita nazarí en Las Palmas en la primera vuelta. Batalla achicaba agua como podía, meritoria su actuación, pero la mano de su técnico disolvió por completo al equipo. Entraron Ricard y Puertas para defender un lanzamiento de esquina, el segundo consecutivo tras un cabezazo de Raíllo que el arquero argentino escupió con elasticidad. El propio zaguero bermellón fusiló al portero en la oportunidad posterior, poderoso en el cabezazo. Un derechazo al mentón del Cacique Medina, noqueado; la rúbrica al virtual descenso del conjunto rojiblanco, si es que no estaba ya escrito el epitafio nazarí. El cierre del curso será traumático.


Ficha técnica:

RCD Mallorca: Rajkovic; Giovanni González, Nastasic, Raíllo, Copete (Manu Morlanes, 46’), Toni Lato (Jaume Costa, 82’); Omar Mascarell, Dani Rodríguez (Sergi Darder, 82’), Antonio Sánchez (Radonjic, 59’); Cyle Larin (Abdón Prats, 68’) y Vedat Muriqi.

Granada CF: Augusto Batalla; Bruno Méndez (Ricard, 84’), Piatkowski, Ignasi Miquel, Carlos Neva (Corbeanu, 90+3’); Pellistri, Gumbau, Gonzalo Villar (Martin Hongla, 72’), Józwiak (Puertas, 84’); Lucas Boyé y Myrto Uzuni (Matías Arezo, 72’).

Goles: 1-0: Raíllo, min. 84.

Árbitro: Ricardo De Burgos Bengoetxea, del comité vizcaíno. Amonestó a los locales Cyle Laryn y Nastasic.

Incidencias: Encuentro correspondiente a la 29ª jornada de Liga en Primera División, disputado en el Estadi Mallorca Son Moix, ante 16.477 espectadores.







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