Goles al hambre con la camiseta del Granada en Zambia

El equipo de fútbol del 4 Stars Academy, de Mwandi, juega con la elástica rojiblanca horizontal en una eterna lucha contra la pobreza, el alcoholismo y la drogadicción

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Alineación titular del 4 Stars Academy de Zambia en un partido de esta temporada | Foto: Remitida
Chema Ruiz España
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A Joshep Kasenga se le pasan las semanas pensando en fútbol entre fogones. Tiene 21 años y trabaja como cocinero, de cinco de la mañana a dos y media de la tarde. La espera, claro, se le hace eterna hasta que llega el partido. Pero ese día ni siquiera se acuerda de que está agotado. Le recoge un viejo microbús, o más bien una furgoneta, que va levantando el polvo a su paso. En el interior, todos sus compañeros de equipo sonríen entre palmas y canciones, como si ya hubieran ganado. Algunos, pese al jolgorio, logran estudiar. Tienen hambre, aunque por unas horas es lo de menos. En algún punto del camino hasta el campo rival, el ajado vehículo requiere incluso que bajen los futbolistas a empujar, encallado en un bache. Al llegar, se enfundan la elástica rojiblanca horizontal y se calzan las botas, en muchos casos remendadas con aguja e hilo, en lo que desentumecen las articulaciones. Entre la arena y los agujeros del terreno de juego, brota alguna brizna de césped que casi llega a las pantorrillas. Les da igual. Durante 90 minutos, la vida les va en defender el escudo del Granada.

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Kasenga vive en Mwandi, un pequeño distrito en Livingston, Zambia, con no más de 8.000 habitantes y en el que la pobreza cultiva la adicción tanto al alcohol como a las drogas. Es uno de los alrededor de 300 chavales que juegan en el equipo de fútbol del 4 Stars Academy, un modesto proyecto deportivo promovido desde 2016 por la ONG española Kubuka. Un club de barrio, uno de los miles que se asientan en cada rincón de África, donde el deporte rey todavía emociona más allá de los colores. Este, sin embargo, tiene algo especial. Una conexión peculiar, insólita. Centellean las franjas rojiblancas horizontales cuando sus futbolistas corren tras el balón. No es el conjunto que, sobre el césped de Los Cármenes, dejó escapar la Primera División hace apenas un mes, sino un grupo de jóvenes soñadores que visten la camiseta nazarí en sus encuentros como visitantes. Defienden la elástica que en 2015 portaron El-Arabi, Rochina o Success, entre otros, aunque la deban complementar con pantalones y medias dispares. Un Granada zambiano que, lejos del lujo del profesionalismo, labra sonrisas en campos de tierra.

"Hace cuatro años que las llevamos. Las conseguimos a través de Kubuka, de una donación de LaLiga", aclara John Sibeso, team manager de la academia o, en otras palabras, el encargado de, con pasión, alimentar esos sueños que mueven a los chicos. También precisa que el proyecto, en realidad, no tiene trato ni relación con la entidad nazarí, aunque admite que la siguen en la distancia. "La temporada ha sido pobre; su actuación no ha estado a la altura de LaLiga", lamenta, como lo haría cualquier otro granadinista, aunque desde un prisma optimista. "Creemos que volverá a ascender y jugará en Primera en la temporada 2025/2026", augura.

Lo de la eterna lucha es allí un estilo de vida, más que un lema, por el modo en que los muchachos deben pelear el día a día. "Todas las familias son muy vulnerables", apunta Carmen Loscertales, que siente en el club y sus jugadores un hogar y decenas de hermanos. Se vinculó primero como voluntaria de la ONG, pero no pudo evitar que el 4 Stars Academy le robara un pedacito de su corazón, así que, una vez finalizada su colaboración con la organización, permanece unida como una suerte de relaciones públicas. "Eligieron esas camisetas porque conocen todo el fútbol de España. Al Granada, al Deportivo de La Coruña -la del conjunto gallego es su equipación local-… Son unos frikis del fútbol en general. Escogieron esas dos porque querían ser un poco más originales", abunda.

Pobreza y alcohol

En Mwandi el fútbol es una vía de escape y vestir las franjas horizontales, un privilegio. Aunque esto va de mucho más que once personas pateando un balón. "Para ellos -los jóvenes integrantes de la academia-, lo es absolutamente todo. Es su motivación y lo que les hace cada día poder tener una ilusión, porque su vida es muy complicada. Normalmente, es lo único que hacen en su tiempo libre. Les da amistad, unión y empuje", detalla Carmen. "Es una zona en la que hay mucha pobreza. Eso genera que también haya muchos problemas de alcohol y drogas", precisa.

Su entusiasta voz lo narra en primera persona, y no solo por residir en el barrio. Acoge temporalmente en su casa a Joshep Kasenga, a quien considera "un ejemplo a seguir". "Es un chico con una vida muy complicada, pero ha conseguido terminar el colegio, hizo un curso de catering y hotel y le hemos empujado a luchar por su vida. Le han mantenido en casa porque sus padres se murieron cuando era pequeño y le han tratado siempre mal. Ahora, lo está dando todo por trabajar e ir al fútbol. Su vida es eso", narra. "Al final, va más allá de un equipo. Tienes ese cariño y amor por los jugadores porque conoces sus condiciones también", se encoge. 

La de Joshep es una de las cientos de historias que, por un ratito, endulza la camiseta del Granada en Mwandi. "El contexto socioeconómico es muy pobre. Solo el 5% de los niños completa el colegio. Los ingresos son muy bajos, ya que el 90% de los padres y adultos de la comunidad trabajan como obreros no cualificados. Otros tienen oficios diarios, por lo que trabajan para comer y todos estos empleos son a tiempo parcial, no permanentes. La comunidad no tiene hospital o mercado actualmente. Se está construyendo una comisaría. El colegio solo cubre la educación primaria", contextualiza Sibeso. Quienes quieren estudiar secundaria deben caminar "diez kilómetros o más".

Escapar de esa realidad es complicado. Los niños que pueden ir a clase se encuentran en casa, a la vuelta, una familia desestructurada, en algunos casos con padres alcohólicos o drogadictos; las niñas, siempre pendientes del reloj para evitar el riesgo de ser violadas al caer la noche, lo sufren de una manera más descarnada. Pero en el campo de fútbol de un colegio cercano, en el que hay más arena que césped y los límites se calculan a ojo, encuentran su zona segura los casi tres centenares de chavales desde 10 años que acoge el 4 Stars Academy. Suena el timbre de la escuela y su mirada se ilumina de martes a viernes, como si en realidad escucharan Baianá y pudieran verse haciendo virguerías con la pelota. Salen corriendo para terminar cuanto antes los recados, o los menesteres que deban realizar en casa, y, quienes las tienen, se ponen las botas de fútbol. Un paréntesis de tan solo dos horas, lo que duran los entrenos, durante el que su vida gira en torno a la redonda.

Equipo en ascenso, pero sin recursos

Los días de partido transcurren casi en su totalidad en la carretera esta campaña. "Desde hace tres años, el sénior ha ido subiendo y subiendo. Estaba en Division 5, como una quinta división, y en dos temporadas consecutivas ha logrado ascender a Tercera. Ha sido muy fuerte porque es la primera vez en la historia que pasa esto con un equipo de fútbol chiquitito en Zambia, de un barrio que tampoco es del centro de la ciudad", señala Carmen Loscertales. Una promoción que convierte a la primera plantilla del 4 Stars Academy en "un ejemplo para todos los juniors", pero que también hace emerger problemas hasta ahora desconocidos para el club. "Subir implica viajar fuera, a otras ciudades. La ONG nos dijo que no hay dinero. Les dan muy poco para comprar algo de comida cuando juegan como visitantes, pero, claro, ahora se van todo el día", expone la relaciones públicas del club.

Los fondos dan para lo justo: un par de rebanadas de pan de molde que comparten en el autobús y a jugar. Es la pasión lo que en realidad sostiene a la escuadra. La de los futbolistas, la de Carmen Loscertales -ha contribuido económicamente a que la plantilla pueda competir en esta campaña-, la de John Sibeso y la de los entrenadores. "Ganan como 30 euros al mes. Es poquísimo. Tienen que buscarse otros trabajos porque no les da. Todos son muy buenos, pero les cuesta mucho sacar su vida adelante con esto", puntualiza. Tesitura compleja que ha llevado a concluir que lo único que puede garantizar el crecimiento de este Granada zambiano es una suerte de escisión. "Como la sección de fútbol está creciendo, que sea un poco independiente y pueda conseguir más colaboradores, gente que nos pueda ayudar. De aquí a un mes o dos, estamos registrando el equipo para poder buscar patrocinadores. En España, aquí… Cualquier tipo de ayuda", relata la oficial española del club, que no quiere ni imaginar un escenario en el que los jóvenes no puedan seguir creciendo con la pelota.

"Me hace mejorar mi habilidad"

Pero eso se moverá en oficinas. En el verde -a decir verdad, el terreno de juego luce de un tono marrón amarillento-, el balón está a punto de echar a rodar. "Hola, mi nombre es Kaluwe Moonga", esboza una sonrisa, ataviado con la rojiblanca horizontal, el máximo asistente del 4 Stars Academy, de cuyos pases se beneficia casi siempre Michael Sepiso, el goleador. "Juego para el club desde que tenía cuatro años. Me encanta el fútbol, ha hecho mucho por mí desde que era un niño. Siempre sueño en grande", se le ilumina la mirada. Porque allí, en Mwandi, el escudo del Granada alimenta los sueños. Aunque la ambición no le despega los tacos del suelo. "Sé que lo que no quiero es desesperar a mi comunidad y a mis padres". 

"Me llamo Clancy Makungu", se presenta otro de los jugadores. "El fútbol nos ayuda a prevenir muchas cosas que pasan en nuestra comunidad. Aquí tenemos diferentes personajes, relaciones malas y buenas. Jugar evita y nos previene de las malas. En lugar de ir a beber o fumar y todo eso, puedo jugar al fútbol y hacer una carrera de ello", se entusiasma el joven. A su lado a Steven Hamunene se le escapa una sonrisa con solo verse con la indumentaria granadinista. "Me encanta ponerme la camiseta del Granada. Me ha hecho mejorar mi habilidad. Es muy bonita y un equipo estupendo. Me encanta ponérmela durante los partidos", asegura, convencido. Ambos miran el ribete de la manga y, aun con dificultad, leen el lema rojiblanco: "Luchar para ganar". En su caso, no solo se aplica sobre el campo.

El partido está a punto de comenzar. No suena el himno, como en Los Cármenes, sino un rezo. "Munga'nda yakwalesa takwaba nalusa or natakata", canta en el centro de un corro el capitán, que, en castellano, es una promesa de que "¡en la casa de Dios no hay derrota o rendición!". "¡Iré, iré!", responden los demás a coro. Pita el árbitro, arranca el partido. El balón es una liebre, imprevisibles sus rebotes, y cada paso levanta una nube de polvo. Los chavales del 4 Stars Academy, el Granada de Zambia, se zafan, enfangados hasta las cejas, en una noble pugna. No por tres puntos, ni tan siquiera por celebrar un gol. En juego hay mucho más. "Un futuro mejor es nuestro sueño", sonríen.