La esperanza e inmovilidad ante mejores comportamientos

FOTOS INCENDIO EN CERRO DE SAN MIGUEL (6)
Imagen del incendio acaecido en mayo en el Cerro de San Miguel | Foto: Javi Gea
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En la actualidad ante el atropello del bienestar social, la indolencia manifiesta, y la falta de concienciación sobre el valor de la naturaleza y un desarrollo sostenible, es innegable la importancia de las ciencias o artes en la necesaria humanización de los sentimientos, en la empatía sobre la extrema sequía y peligro de extinción de nuestros campos por la carencia de agua y por la falta de recursos de prevención de incendios, que padecemos. No cabe duda de que debemos exigir amparo y protección a nuestras Administraciones, independientemente del color político que representen.

Ser conscientes de que los argumentos esgrimidos de unos y otros no pueden caer en saco roto por desavenencias en protagonismos miopes, que no ven la dramática situación venidera a corto plazo si no se actúa de manera unísona y eficaz para prevenir y no culpabilizarnos después. De una parte es incomprensible que cada administración no asuma la responsabilidad que le corresponde y delegue, o justifique su inacción por lo que no hace alguna de las otras. ¿O acaso el agua y el fuego no nos atañe a todos? De otra parte, ¿no poner los medios necesarios a su alcance perjudica menos? Se podría aliviar los efectos demoledores que llevará consigo la sequía, y los incendios que arrastrarían lamentables consecuencias sin las suficientes acciones preventivas.

Otro tipo de mirada más humana y del alma haría falta para no caer en el desconcierto y en la soledad triste de nuestros campos abandonados, cuando no se prioriza y se consensúa un pacto por nuestra misma y única Naturaleza. Deberíamos dar ejemplo si queremos ser un referente solidario con lo nuestro, y empezar a cuidar de nuestra casa, meta a la que podemos llegar sin tener que recorrer la distancia y depender de los intereses de otros pueblos o naciones. No se trata sólo de un cambio climático por la devastadora negligencia del mundo globalizado sino de un cuidado y un deber moral para lo venidero de futuras generaciones en un compromiso que no debemos evitar. Así pues no se trata sólo de competencias sino de arrimar el hombro para que la carga del peso y sostenibilidad sea compartida, independientemente de lo que haga cada uno. Porque es evidente que hay que tomar medidas urgentes ante la devastadora sequía y la extinción de incendios. En este sentido, por otro lado es significativo que no nos pongamos a trabajar desde todos los sectores.

¿Podremos volver al “tópico literario y universal del Locus amoenus de Horacio, Virgilio, Garcilaso y Fray Luis de León”: como un lugar propicio para el amor, para el disfrute o gozo, y apartarnos de la contaminación acústica, y mano cruel del hombre que mata o envenena; no será posible en este siglo XXI? Se demuestra con nuestra actitud lo irracional e injusto de nuestra apatía e incompatibilidad tecnológica. Valga como ejemplo complementario e ilustrativo el deleznable comportamiento de tirar latas y otros residuos los ciclistas como vemos por televisión en nuestra vuelta a España, ¿acaso a nadie se le ocurre de la organización otra propuesta más ejemplar y rigurosa para evitar este tipo de conducta? Eso no significa que la promoción del deporte no sea saludable pero esas imágenes ante nuestro bello patrimonio lo afean.

Eduquemos y actuemos para ser voz y eco mejor de lo que hacemos en nuestro entorno más inmediato. Autoridades empiecen por favor con el ejemplo. No seamos cínicos y seamos mejores asesores. Juzguen ustedes...Pues no transforma ni mejora quien no actúa ni salva los problemas de la vida cotidiana, quien no lucha y no hace nada para dejar de ser oprimido aunque duela a veces defenderse.







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