Los entresijos de 'La Sociedad de la Nieve': "Sólo en la pala de una máquina llevábamos dos millones de euros"

Víctor Torrecillas, jefe de departamento en Cetursa, y Luis Zea, guía de Sierra Nevada, explican cómo fue trabajar codo con codo junto al equipo de rodaje durante cuatro meses

Equipos en Sierra Nevada de La Sociedad de la Nieve
Dos máquinas pisapistas de la estación trasladan la maqueta situada en la pista del Cartujo | Fotos: Sierra Nevada
Miguel López Rivera
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Desde que se estrenó el pasado viernes, La Sociedad de la Nieve se ha convertido en uno de los mayores fenómenos cinematográficos del año. Dan fe de ello trece nominaciones a los Goya entre las que destacan las de mejor película, mejor dirección, mejor actor revelación, mejor montaje o mejor guion adaptado; una más a mejor película de habla no inglesa en los Globos de Oro y ser la candidata española a mejor película internacional en los Oscar. Será mañana jueves cuando se anuncien las quince preseleccionadas extranjeras para la gran fiesta del cine en el Dolby Theatre de Los Ángeles. El último cribado dejará en la estocada a diez de ellas y el 23 de enero se sabrá si la cinta filmada en Sierra Nevada es una de las cinco finalistas. Del filme de Bayona, que también suena en las quinielas para ganar una estatuilla a los mejores efectos visuales, destaca la crítica que es un obra maestra capaz de combinar rigor y realidad con una prodigiosidad técnica que se manifiesta en los planos, los efectos especiales, la recreación en maqueta del avión, los diálogos o la fotografía. Y precisamente en la fotografía tiene mucho que ver Granada, pues además de en Sierra Nevada, la película también se rodó en Güéjar Sierra.

Sumergirse en la cinta es hacerlo también en el equipo que ha trabajado en hacerla posible. Como Patricia Jaraquides, doble del personaje de Liliana Methol, quien declaraba a GranadaDigital que "las largas jornadas de rodaje de La sociedad de la nieve han sido una experiencia única". Pero en este viaje desde Sierra Nevada a los Andes también han contribuido de manera decisiva profesionales, operarios y técnicos que habitualmente desarrollan sus labores en la estación. Dos de ellos atienden la llamada de este periódico para contar cómo vivieron aquellos días y cómo adaptaron sus rutinas y conocimientos a los requerimientos del rodaje durante cuatro meses.

Víctor Torrecillas es el jefe del Departamento de Actividades, Ocio y Competición de Cetursa Sierra Nevada. En román paladino, esto se traduce en la gestión de todos los equipos necesarios en la estación para llevar a cabo cuantas iniciativas se planteen dentro del área esquiable. Perfecto conocedor de la nieve y de la maquinaria existente en las altas cumbres granadinas, sobre su espalda recayó la responsabilidad de coordinar el operativo que debía transportar a todo el equipo desde la zona de Pradollano hasta el set del área esquiable. No estuvo sólo. En la tarea de acompañar a las 140 personas implicadas en la producción de La Sociedad de la Nieve, así como de supervisar su seguridad, también estuvo Luis Zea, técnico en esquí alpino de la empresa Integral Sierra Nevada y guía de montaña del macizo montañoso.

La estación granadina no era la primera opción del equipo La Sociedad de la Nieve y, no en vano, desde El Arriero Films se contemplaron otras opciones. A Sierra Nevada la hacía especial, sobre todo, "la zona de fondo que tenía para los planos, con los montes de la pista del Cartujo", explica Torrecillas. Situada en el perímetro de Laguna de las Yeguas, muy cerca de las estaciones inferiores de los telesillas Laguna y Dílar, esta pista está considerada de nivel rojo para los esquiadores. Eso es 'difícil', que es el segundo más complicado tras el negro, o 'muy difícil'. Lo que da una idea de las condiciones cuasiextremas del Valle de las Lágrimas que podían simularse en el entorno. "Parece que era bastante similar a la zona del accidente en Chile. Al parecer, el sol que había aquí también se asemejaba al de Chile, aunque le cambiaron el lugar por donde salía. Vinieron Pedro Luque, jefe de imagen, y Félix Bergés, del equipo de VFX de El Ranchito, y todos coincidieron que era el mejor sitio para hacerlo. Vieron otras zonas que Medio Ambiente no recomendaba como el Valle de San Juan, pero eran más sensibles", añade el responsable de Cetursa.

En la misma línea, Luis Zea apunta "sobre todo a la disposición de las altas cumbres, bastante cerca de la zona donde estuvo el emplazamiento del fuselaje". "Las formas redondeadas cercanas a la zona del fuselaje y luego las grandes aristas como la del Cartujo o la cumbre norte del Elorrieta. Esas eran las principales cumbres que estaban lo más cerca posible tanto del emplazamiento de la cola como del fuselaje", añade. Pero el guía de montaña anota un factor más: "Sobre todo es que no había que recorrer grandes distancias para llegar a la zona del set. Teníamos entre 35 y 40 minutos desde donde la gran mayoría del equipo podía descansar, en la zona de Pradollano, hasta el set, que estaba en la laguna. El principal motivo para elegir Sierra Nevada fue ese, que teníamos la altura y la zona de descanso bastante cerca".

Y es que el traslado de una de las maquetas de 14 metros y 7.000 kilos –pues había tres, como se verá más adelante– desde la Hoya de la Mora hasta la Laguna de las Yeguas probablemente fue el desafío más complejo a nivel técnico. Pero no el único. Cada día había que trasladar a las casi 150 personas al set y luego llevarlas de vuelta por turnos con cuatro horarios diferentes de ida y vuelta. Primero iba el personal de organización, después los operadores de cámara, sonido, vestuario y efectos especiales; y el último viaje ya iba con actores y dirección. La vuelta, a la inversa. Y tanto una cosa como la otra sin interferir con el esquí turístico ni alterar medioambientalmente la zona.

La empresa no era nada fácil. "Lo primero fue ver cómo llevábamos el avión hasta la zona. Con siete mil kilos, y a esa altura, no era fácil hacerlo con un helicóptero. Ahí se guiaron por nuestro asesoramiento porque estamos acostumbrados a tirar contenedores con un sistema de patines. Me hicieron caso y construyeron un sistema de patines bajo el avión. A cuatro máquinas pisapistas que íbamos a dar de baja se le pusieron cabinas homologada alquiladas para llevar cada día a más de cien personas en el montaje. Era como una línea de autobús. Así estuvimos los cuatro meses. Al principio, la idea era que iban a ir a una hora determinada. Pero luego dependías de la meteorología e ibas viendo día a día, lo que dificultaba la tarea", cuenta Torrecillas como si lo estuviera viviendo todavía.

Toma de decisiones difíciles y confiar en que nieve

Para Luis Zea, el principal reto al que se enfrentó fue "fundamentalmente la toma de decisiones". "Había muchos días en los que nos sobrevenían aspectos climatológicos muy adversos. No es sencillo tomar la decisión de parar un rodaje y hacer volver a casa a 140 personas que no pueden seguir trabajando ante el riesgo de una tormenta con aparato eléctrico. O porque las condiciones de frío y viento fueran bastantes fuertes", relata sobre "esa toma decisiones que recaía directamente en nosotros porque éramos los que conocíamos el entorno y los tiempos de respuesta a la hora de tener que recoger un material carísimo". "Al menos a nuestro equipo nos costó al principio mucho trabajo. Luego vimos que era absolutamente necesario", agrega.

Víctor Torrecillas compara la logística del rodaje con "un evento de una envergadura bastante grande, como los que solemos hacer con carácter internacional". Esto es, por ejemplo, un Mundial o la Universiada. No cabe duda, porque de manera idéntica a lo que pasó meses antes de Sierra Nevada 1995, y como suele suceder cada vez que una de estas grandes competiciones se acerca, la falta de nieve comienza a ser la preocupación de la mayoría. Y en La Sociedad de la Nieve, al principio, faltaba nieve. "La peor complejidad que hubo fue que al inicio de la temporada no nevaba. Tuvimos la suerte de poder llevar la maqueta por un camino de nieve que se abrió tras una pequeña nevada. Si no llegamos a estar preparados nos podríamos haber quedado sin poder transportar el fuselaje del avión. Ya estaban planteando incluso irse a los Pirineos". Al más puro estilo Granada 2010. Que nevara tampoco iba a ser el maná caído del cielo ni la absoluta panacea, pues, tal y como explica el trabajador de Cetursa, "empezó a caer nieve marrón que no podía disimularse tanto en la película". Por suerte, un nuevo manto de casi medio metro ponía fin a los contratiempos por mor de las precipitaciones: "A partir de ahí transcurrió todo de forma más o menos tranquila, aunque todavía quedaba una ventisca que rompió un set con cuatro contenedores". "Nos pasó de todo y algunas cosas al límite", rememora.

Versión que también suscribe Luis Zea. "El trabajo fue duro. Son muchísimas horas. Nosotros, como miembros de seguridad en montaña, estábamos una hora antes de que subiera el equipo y volvíamos una hora después de que todo lo que es el grupo del set de rodaje funcionase. Hacíamos labores de supervisión, nos encargábamos de la seguridad del grupo, de por dónde se movía, el entorno o cómo estaban las condiciones. Si había alguna necesidad de montar alguna línea de vida, o algún sistema de retención anticaídas, nos encargábamos nosotros tanto del montaje como del desmontaje. En definitiva, hicimos todo lo posible para que el riesgo fuese mínimo, como cursos destinados al equipo técnico y de rodaje con la idea de que estuviesen preparados en caso de alguna adversidad climatológica. Teníamos muy claros los protocolos de evacuación y para ello contamos con la maquinaria y el equipo de Cetursa, que hacían un apoyo también fundamental a la hora de cualquier evacuación o ayuda", desarrolla. Entre tanta responsabilidad, también había tiempo para el orgullo por el trabajo bien hecho, ya que "pese a todo resultó una labor supergratificante". "El equipo, del primero al último, nos acogieron muy rápido, hacían caso de todas las recomendaciones y siempre con una sonrisa. Una experiencia muy muy positiva", matiza el guía de montaña.

"Sobre todo me quedo con el buen ambiente que reinó desde el primer al último día. El compañerismo del que el mundo del cine hace gala no sólo es un tópico, sino que lo ves y lo vives cada día, cómo todo el mundo trabaja no sólo para sí mismo, sino para facilitar la labor de los demás", manifiesta Zea, quien reitera que "tuvimos una serie de factores climatológicos como que durante la primera parte del rodaje tuvimos poca nieve y luego nos sobrevino una gran nevada. Si algo cabe así como anécdota fue el día que nos cayó prácticamente en la zona del fuselaje una especie de borreguil que acumula muchísima nieve y tuvimos que cavar agujeros de más de tres metros de profundidad para encontrar los cables que daban abastecimiento eléctrico al set de rodaje. Aquello fue una aventura. Parecíamos topos".

Tres maquetas para recrear un sólo avión

Lo que Víctor Torrecillas también recuerda son las hasta tres maquetas del accidentado Farichild FH-227FD de la Fuerza Aérea Uruguaya que se instalaron en el área de influencia del Parque Nacional y Natural de Sierra Nevada para rodar. La primera, la ya consabida a los pies del Cartujo. Pero había dos más. Porque si en la Laguna de las Yeguas se rodaron las escenas de exterior del avión, en el parking de Los Peñones se instaló un hangar gigante para filmar las escenas mayoritariamente del interior del aparato con otra recreación perfecta del Farichild. Una tercera se llevó hasta el Cortijo La Argumosa, en Güéjar Sierra, donde se instaló el backlot, o 'campo de atrás' del set, que en esta ocasión o estaba atrás sino a una hora en coche por ser un lugar idóneo para grabar las escenas en las que el fuselaje del avión había de desplazarse. Por ejemplo, en el momento del alud de nieve. "Los días que iban al hangar o a Güéjar Sierra, no venían aquí. Luego había días que estaban los tres equipos rodando en la montaña porque había tomas que no eran solo en el avión. Por ejemplo, en la escena de cuando salen a reconocer el terreno, cuando buscan ayuda o cuando encuentran la cola del avión", explica Torrecillas. Imagínense el arduo trabajo de rácord –continuidad escénica, de guion, vestuarios, sonido, etcétera– para la secretaria de rodaje con el fin de evitar anacronismos o los famosos gazapos cinematográficos.

Las maquetas, de hecho, se hicieron en dos partes "porque pesaban muchísimo", tal y como desvela Víctor Torrecillas. El chasis se montó en Madrid. Con camiones pluma se trasladó ese esqueleto hasta una nave en el Polígono Juncaril donde le pusieron el revestimiento. La idea, que el acabado final no tuviera que recorrer demasiados kilómetros desde la factoría hasta el set para evitar daños o desperfectos en el fuselaje de los modelos. Tal era la responsabilidad de responsables ajenos al equipo de rodaje como los granadinos Luis y Víctor que este último lo ejemplifica de manera ilustrativa: "Un día llevábamos dos millones de euros sólo en la pala de una una máquina. Si la plataforma que llevábamos en la máquina se cae por un bache, que eso a veces pasa, habría costado dos millones al presupuesto de la película". En otra ocasión lo que sucedió fue que se averió una máquina pisapistas cuando llevaba a todo el equipo a bordo, lo que obligó a los técnicos profesionales a cambiar todo el plan. "Más o menos porque hemos hecho otros rodajes más pequeños y los eventos internacionales sabíamos que teníamos la experiencia de que todo era bastante imprevisto, pero el reto sí fue muy grande por la cantidad de material que había que mover. Se requería de mucha coordinación. Algunos elementos se fabricaron sobre la marcha. Cuando acabó el rodaje, la productora me dijo que el desgaste me dijo que le podía suponer como una película de diez años", concluye el responsable de Cetursa.







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