Admiración, amor

Sentir admiración, estupor y quedarse sin respiración ante un hecho es un arma de doble filo: puede hacernos felices, pero también provocarnos miedo e inseguridad.

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La admiración es el sentimiento de alegría que brota a la vista y que provoca el deseo de imitarlo | Foto: Archivo
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La admiración es un sentimiento parecido al amor sin duda. Yo siempre he pensado que cuando admiramos a alguien nos enfoca a la inteligencia de las personas, a la belleza de la vida y también al amor.

La línea que distingue a la admiración del amor es muy sutil. Tan sutil, que no es raro confundir ambos sentimientos. Se puede admirar, sin amar, pero no se puede amar, sin que al mismo tiempo exista una parte de admiración.

En el amor hay admiración porque se logra profundizar en el trato con el otro y se descubren sus múltiples virtudes, muchas de las cuales no se aprecian a simple vista. Hay una disposición positiva hacia esos hallazgos.

Entre tanto, la admiración sin amor es fruto de la reflexión. Implica el reconocimiento de virtudes, habilidades o cualidades que se estiman como valiosas. Se admira a un artista por su talento o a un líder por su tenacidad o a un maestro por su sabiduría ÍA personas diferentes por lo que aportan o nos aportan en la vida. Nada de esto implica amor en el sentido romántico del término. Por lo tanto, se puede admirar sin amar, pero no lo contrario.

La admiración es el sentimiento de alegría que brota a la vista y que provoca el deseo de imitarlo y de desarrollar por tanto las mejores posibilidades humanas, porque a través de ella cada cual vislumbra y quiere su mejor yo.

Seguramente hay gente que admira a gente. Pero también hay gente que envidia a otra gente. Es importante que aprendamos a ver a la otra gente, a las otras personas como alguien o alguien es a quien o a quienes admirar en lugar de alguien o alguien es a quien envidiar. Seguro que eso nos viene a decir que podemos aprender de ella en lugar de desprestigiarla.

También es importante que aprendamos a admirarnos a nosotros para admirar mejor a otras personas. Ello no nos hace poco humildes. Necesitamos vernos dentro y reconocernos en nuestras cosas bonitas.

La admiración es una emoción social que se siente al observar a personas de competencia, talento o habilidad que exceden los estándares. La admiración facilita el aprendizaje social en grupos. La admiración motiva la superación personal a través del aprendizaje de modelos a seguir.

La admiración es un sentimiento ambivalente. Solemos sentirlo como positivo y enriquecedor, pero dado que hace que nos sintamos pequeños, también puede afectar el ánimo.

Sentir admiración, estupor y quedarse sin respiración ante un hecho es un arma de doble filo: puede hacernos felices y ­reforzar nuestro vínculo con los demás, pero también provocarnos miedo e inseguridad. Se trata de una emoción con contrastes.

Para fomentar las experiencias positivas de la admiración deberíamos prestar atención más a menudo a los pequeños milagros cotidianos. Ello favorece la salud y bienestar. Existen esos momentos especiales que cada uno de nosotros ha vivido alguna vez. El corazón de nuestro bebé que vemos latir en la pantalla del ecógrafo; cuando la abuela, en fase terminal, nos aprieta la mano y nos sonríe, o cuando vemos una puesta de sol un cálido día de verano. En esos momentos se encoge el ego y nos sentimos unidos a algo grandioso. Dicho en pocas palabras: sentimos admiración, estupor, asombro, y nos quedamos casi sin respiración.

Experimentamos admiración en situaciones muy distintas­: una experiencia íntima, un fenómeno de la naturaleza, una revelación espiritual o, simplemente, un encuentro con una persona carismática. Incluso el casi imposible tiro a puerta del futbolista en el tiempo de descuento provoca ese sentimiento en algunos de sus seguidores.

De una u otra forma, siempre que hay amor pienso yo que también hay admiración. Amor y admiración van de la mano. Y recuerdo que no ocurre lo mismo cuando se invierten los términos. Admiración. Amor.







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