La grandeza de dos humildes a ritmo de bossa y jazz

Jorge Pardo y Guinga convirtieron su noche en el Lemon Rock de Granada en un cita íntima, lleno de emotividad y cercanía

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Jorge Pardo durante uno de sus conciertos | Foto: Spotify
GranadaDigital
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Eran las 22:09 cuando las dos leyendas de la música pisaban por fin el escenario del Lemon Rock granadino entre aplausos impacientes de los asistentes. Se hicieron esperar una hora larga, pero se metieron en el bolsillo al público desde el minuto uno con sus bromas y deshaciéndose en elogios entre colegas.

El público peinaba canas; la mayoría había superado los 50 años hacía más de una década. También asistieron unos pocos treintañeros de alma vieja de amante del jazz. Unos y otros disfrutaron del concierto, que arrancó entre risas con temas calmados en un perfecto diálogo entre la virtuosa flauta travesera de Pardo acompañando la suavidad de la guitarra y la voz de Guinga.

Relató el brasileño, excusando su portuñol, cómo se conocieron hace años de la mano de Paco de Lucía, que, según el madrileño, le había hablado de Guinga diciendo que había conocido a un guitarrista increíble. Un guitarrista increíble, señores, dicho por Paco de Lucía son palabras mayores. Jorge Pardo había trabajado con Paco de Lucía más de 30 años, tanto grabando discos como en sus giras internacionales. En una entrevista contó cómo la noche que Paco falleció, tenía un concierto, pero no encontraba las fuerzas para poder tocar. Fue Chick Corea, el famoso pianista y compositor americano, el que le escribió diciendo que el show debía continuar, convenciéndole de que el mejor homenaje para su amigo era subirse a un escenario. Y así lo hizo.

Durante el concierto de este viernes, a pesar de ejercer de ocasional traductor de alguna expresión en portugués, Jorge Pardo habló bastante menos que su compañero. Desconfía de las palabras por considerar que son tergiversables y pervierten la realidad, al contrario que el sonido y la música, que para él son algo puro que habla directamente al corazón y al espíritu. Aun así, el flautista nos descubrió que Guinga era dentista de profesión. Bromeó con lo que ganaba. Y el guitarrista afirmó que lo dejó todo por el éxito: "-Están Madonna y Guinga" -sentenció.

En esta atmósfera de charla distendida entre amigos, risas y música, Pardo cambió su flauta por el saxo en dos temas que coronaron ambos intérpretes con miradas de complicidad. Las expresiones del saxofonista, la manera en la que acompaña con el cuerpo cada nuevo giro, cada brote de intensidad, cada lamento, son toda una danza digna de disfrutarse en directo, de cerca, como pudimos hacer en la acogedora sala del Lemon Rock.

Entre el público asistente, una niña de 9 años acompañada de su madre llamó la atención del guitarrista brasileño, que confesó sentirse conmovido cuando ve a los niños en los conciertos. Les ayuda a crecer, dijo. Preguntó su nombre y le dedicó la canción “Senhorinha” uno de los temas más populares que compuso, según explicó, para sus hijas.
Jorge Pardo declaró que en el lamento de las composiciones de Guinga hay algo de flamenco y que él, a veces, lo toma prestado. De nuevo con su flauta, se arrancó en una conversación entre viento y cuerdas que derrochaba sentimiento y pasión.

Una velada inolvidable en la que, si mirabas alrededor, podías ver los ojos cerrados de algunos asistentes que esbozaban media sonrisa embargados por la música. En los momentos más enérgicos, las cabezas y los cuerpos se balanceaban asintiendo gozosamente.

Jorge Pardo y Guinga vienen de su gira brasileña, donde han colgado el cartel de “entradas agotadas” en grandes ciudades como Sao Paulo y Rio de Janeiro. El concierto en Granada nada tuvo de multitudinario, pero sí de íntimo, de amigable, de humano y de grato para los que pudimos asistir a este momento único de la historia del jazz.
La grandeza de ambos músicos estuvo presente tanto como su humildad: Lo cortés no quita lo valiente, decían nuestras abuelas; en este caso, Lo legendario no quita lo cercano.







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