El campo granadino, ante el reto de la falta de relevo generacional

La excesiva burocracia, la pérdida de su identidad en el cultivo y la falta de jóvenes castigan diariamente a los agricultores de la Vega

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Juan García destaca que "los agricultores pequeños estamos desapareciendo por la edad y por la poca rentabilidad" | Foto y vídeo: Sandra Martín
Elena Parra
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La Vega de Granada ya no es la misma que hace diez años. Los productos propios de la comarca ya no generan los beneficios de antes. La burocracia ha mermado el oficio de la agricultura. Las trabas administrativas han terminado ahogando a los pequeños agricultores, quienes han tenido que deshacerse de su mano de obra ante la poca rentabilidad obtenida.

Desde hace unos años, el campo granadino está viviendo un proceso de transformación. Comenzó con la pérdida de su identidad tabaquera. La mayoría de las explotaciones han dejado de lado el cultivo de tabaco. Juan García es un pequeño agricultor de Cúllar Vega, ha dedicado su vida a este oficio, a sus 64 años observa con añoranza lo que un día fue "su vega" y reflexiona sobre cómo su completa dedicación al campo ha influenciado su vida.

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"Me ha permitido vivir muy bien, muy cómodo, pero es un trabajo muy duro y sacrificado", reconoce. "Cuando te dedicas al campo no tienes vida más allá de un fin de semana, yo solo he podido ir de vacaciones unos días a la playa de Granada, porque el campo requiere mucha dedicación", añade. Juan se siente "muy afortunado" de haber compartido su vida con una gran compañera, su mujer, quien le ha brindado su apoyo desinteresado y le ha hecho más llevadero su camino como agricultor.

Como la gran mayoría de los agricultores de la Vega granadina, Juan tenía sus explotaciones de tabaco, "el tabaco se pagaba muy bien, pero cuando te pones a pensar todo lo que conlleva, ya no piensas que estaba tan bien pagado", recalca, "imagínate venir al campo en pleno agosto a las cuatro de la tarde". Según cuenta el cultivo tabaquero fue desapareciendo por los nuevos requerimientos de la empresa que compraba el tabaco granadino. "La empresa que lo contrataba aquí en Granada dejó de comprarlo, empezó a poner excusas, a pagarnos menos, a decir que sí tenía mucho cloro, en definitiva, nos echaron indirectamente", detalla. 

A pesar de la pérdida de la identidad tabaquera, las tierras de cultivo de la Vega de Granada son muy ricas y los condicionantes medioambientales también lo son. "Nuestra orografía es única, tenemos Sierra Nevada y a media hora la Costa Tropical", y añade que "lo que hace que nuestra vega sea muy rica para cultivar cualquier tipo de cultivo", asiente orgulloso de sus raíces. 

A los grandes desafíos que enfrenta la agricultura granadina se une la pérdida del relevo generacional. Cada vez menos jóvenes quieren dedicarse al oficio, la "cultura del esfuerzo" está en declive.  

El auge de los estudios universitarios han puesto en 'jaque mate' la predisposición para dedicarse a la agricultura. "Yo como padre no he recomendado a mis hijas dedicarse a esto, siempre he querido que tuvieran una vida mejor", resalta Juan. Al igual que Juan, otros muchos agricultores se han encontrado en la misma tesitura. "Los agricultores generalmente no incitamos a nuestros hijos a que se dediquen a la agricultura porque preferimos que tengan un trabajo menos costoso, menos pesado y que les dé algo más de libertad", destaca Francisco, un agricultor jubilado que ha decidido arrendar sus tierras ante la falta de relevo.

Son muy pocos los jóvenes echados al campo, a pesar de la falta de mano de obra, esta pequeña minoría alienta las expectativas de cultivo en la Vega. "Los pocos jóvenes que hay están invirtiendo con mucho sacrificio, en maquinaria, en tractores de última generación y en contratar a gente que sí que viene a trabajar", subraya Juan. "Le debemos mucho a los inmigrantes, la gente dice que vienen a quitarnos el trabajo, pero no, ellos vienen a trabajar y si no fuera por ellos, el campo estaría muerto", recalca. 

Son cerca de las 12:30 horas, un sol radiante deslumbra en el cielo, las temperaturas rondan los 30 grados y el calor se hace notar. "Lo más duro del trabajo en el campo es la climatología", destaca Sergio, un joven agricultor de Loja. "Una lluvia mal caída puede destrozar todo el trabajo de casi un año y este calor pues también", señala. "Siempre dependemos del clima y eso no lo controla nadie", apuntaba Juan. 

"Desde mi experiencia creo que para dedicarte al campo tienes que tenerlo muy claro, que sea algo que te guste, que sepas que vas a dedicar tu vida a vivir de esto y que no vas a ser un joven convencional, de los de ahora, que sale todos los fines de semana de fiesta", explica Sergio. "Yo siempre lo he tenido claro, tanto mi abuelo como mi padre se dedicaban a esto y ahora me toca a mí", resalta y añade que "en este oficio es bastante difícil adentrarse si no tienes ‘padrino’ o alguien que te haya inculcado cómo se trabaja una tierra". 

Los avances también han llegado al campo, donde todo se hacía de manera rudimentaria, hoy se cuenta con profesionales de carrera para asegurar una buena cosecha, con todas sus garantías. "Dedicamos todos nuestros esfuerzos para tener una agricultura sana y criar productos de calidad, tenemos un ingeniero agrónomo de cabecera, el cual nos indica la trazabilidad, los productos que tenemos que echar, cuándo, cómo, o si tenemos alguna duda siempre está dispuesto a ayudarnos", puntualiza el agricultor. 

"Para que nuestra Vega sea productiva lo que hacen muchos es sacarle dos frutos a la misma parcela, así la tierra no descansa y produce más", resalta Francisco. 

"Los agricultores pequeños estamos desapareciendo"

Juan y Francisco, coinciden en que los pequeños agricultores están desapareciendo por el coste de inversión en el campo: "Estamos desapareciendo, primero por la edad y después porque ya no somos rentables". "Antes con el tabaco y una tirada de ajos, tirábamos muy bien, ahora es muy difícil competir con las grandes explotaciones, tienes que invertir mucho", señalan. 

Además, algunos intermediarios, como los supermercados, no dejan en muy buen lugar al producto local. "Suelen comprar productos extranjeros, porque les sale más barato, la mano de obra en Marruecos no es como aquí y se aprovechan", destaca Juan. "Parece que los agricultores somos la última cadena del eslabón cuando debería ser al revés", añade Francisco, que se muestra indignado con el poco valor que se les da. "El intermediario, siempre va a ganar más que yo, invirtiendo menos y con menos riesgos, ganan en un mes o dos lo que yo gano en siete meses de cosecha", aclara.  

Otra de las grandes quejas de este sector se vierte sobre el peso en sus cotizaciones. La mayoría de los agricultores nacionales reconocen que "es muy difícil llegar a tu jubilación con una pensión digna". "Las pensiones que nos quedan son ridículas, después de toda la vida trabajando no voy a llegar ni a los 900 euros", señala Juan, quien tacha de "abusivas" las cuotas de autónomos agrícolas. "Es verdad que muchos hemos pagado la cuota mínima, pero quién puede pagar 600 o 700 euros de cuota de autónomo trabajando en el campo, a veces es inviable", añade. 

Para la supervivencia de este oficio los agricultores trabajan a destajo para que sus productos gocen de una buena calidad y compitan con un precio digno en el mercado. "Nuestras reivindicaciones van en la sintonía de que a todos se nos pidan los mismos condicionantes, a los de fuera y a los de dentro”, señalan. 

"Las mismas empresas españolas se hacen entre ellas mismas la competencia. Hay empresas españolas que tienen hortícolas y producen tanto en Marruecos como en España, y está el trapicheo de que, le cambian etiquetas, aunque dicen que no, pero se está haciendo y lo venden por productos españoles siendo productos de Marruecos. Si esa gente que trabaja en Marruecos tuviera también unos derechos, unas garantías, una seguridad… Vamos a competir todos con las mismas armas", denuncian. 

Pese a los numerosos desafíos del campo, la Vega de Granada resiste con fuerza. Tal vez la sequía, la competencia desleal de mercados internacionales y la falta de apoyo gubernamental haga mermar este oficio tan próspero y vital para la ciudadanía. Los agricultores de Granada, pequeños y grandes, lidian a diario con estas dificultades y demuestran que su amor por la tierra va más allá del dinero. Son el testimonio de una vocación arraigada a sus raíces, a su tradición y a su labor esencial para la vida.