Refugiados ucranianos en Granada: así viven un año después

Este viernes se cumplen 365 días del inicio de la guerra y los ciudadanos de este país en la provincia cuentan cómo viven y ayudan a familiares y amigos

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Ciudadanos ucranianos que viven en la provincia de Granada | Fotos: Remitidas
Quique Briz Farran
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El 24 de febrero de 2022, Rusia empezó a desembarcar tropas en las ciudades de Odesa y Mariúpol. Era el inicio de la guerra de Ucrania. Un año después, el conflicto armado sigue perdurando en el tiempo y muchos son los ucranianos que se han asentado en otros territorios del mundo. También en Granada, que se ha convertido en otro punto más de acogida de sus ciudadanos. Tras 365 días de conflicto, los ciudadanos de este país siguen con preocupación los acontecimientos y se mantienen al pie del cañón para ayudar a sus compañeros que llegan a España.

Según datos de la Cruz Roja, un total de 125.000 personas ucranianas han sido atendidas por Cruz Roja en su llegada a España. El 70% de estas personas son mujeres, en su mayoría de 31 a 40 años, y una de cada tres es menor de edad. En Andalucía, también se ha notado ese recibimiento. El número de plazas de acogida de Cruz Roja en la comunidad autónoma se ha llegado a triplicar, pasando de las 625 que estaban activas en febrero de 2022 a las 1.842 actuales. En algunos momentos se han llegado a alcanzar las 2.142 plazas. En la provincia de Granada, las plazas de acogida a ucranianos se aumentaron de 135 a 501.

4.500 kilómetros en coche para huir de la guerra

El incremento de esta cifra es aún más acentuado entre las mujeres. Sima, periodista que reside en Granada desde abril junto a su familia, es una de ellas. Llegar a España para ella y los suyos no fue fácil, pues lo hicieron en coche. "Recorrimos unos 4.500 kilómetros", explica a GranadaDigital. Con dos hijos a cargo, el camino requirió muchas paradas: noches en Polonia, Alemania, Francia y España. Más de una semana de viaje para escapar de la guerra y empezar una nueva vida. "Primero llegamos a Barcelona. Y allí, otros ucranianos nos aconsejaron que nos pusiéramos en contacto con la Cruz Roja", recuerda Sima. Y la organización les asignó Granada. "Sucedió por accidente y, aunque podría haber sido cualquier ciudad, estoy muy contenta de que todo haya sido así", comenta.

Sima es originaria de Dnipró, una de las principales urbes del país. Situada en el este de Ucrania, esta ciudad vive muy de cerca el conflicto. Sin embargo, cuando Sima y su familia se marcharon a los diez días de empezar la guerra, Dnipró era aún un lugar tranquilo. "Tuvimos que irnos porque no podíamos poner en peligro a los niños", asegura. El primer destino fue el oeste de Ucrania, una región donde la guerra llegó más tarde. "Pero cuando comenzaron las explosiones allí también, se tomó la decisión de abandonar Ucrania. Fue una de las decisiones más difíciles de mi vida", se sincera. El padre de Sima continúa en Ucrania, pues no pudo dejar su casa y su trabajo, pero se comunica todos los días con él. "Tengo muchas esperanzas de que pronto nos veamos y de que se una a nosotros en España", manifiesta.

Las primeras semanas de guerra, Sima admitió tener la certeza de que todo terminaría rápido. "Después de todo, vivimos en un mundo moderno, ¿No puede la gente simplemente sentarse en una mesa de negociaciones y ponerse de acuerdo?", se pregunta. "Ahora me doy cuenta de que puede durar años. Ha pasado un año, y la guerra está ganando más y más impulso", lamenta.

Ayudar a los paisanos que llegan de Ucrania

Los ucranianos residentes en Granada desde antes de la guerra han hecho lo posible para facilitar la acogida de sus paisanos en la provincia. Es el caso de Nadia, residente en Granada desde hace seis años. Al igual que muchos refugiados, ella pudo irse a vivir a España gracias a la ayuda de otros conciudadanos. "Les agradezco un montón. Si no fuera por ellos, tendría que haber vuelto a Ucrania porque al principio era complicado. Nadie quería alquilar el piso a alguien que no sabía el idioma y con un bebé de un año", comenta.

Ahora es Nadia quien ayuda a los refugiados a llegar a España. "Tenemos un piso cuya inquilina se fue justo antes de la guerra y cuando los conocidos y amigos pidieron ayuda, ni lo pensamos. Hay que ayudar sí o sí y hacer lo máximo posible", asegura. Ayudó a Svetlana, una mujer mayor acompañada por su hija y su nieta, a llegar a Granada. "Ellos lloraban, estaban rotos. Se sentían muy mal, pero también agradecidos por darles un hogar", recuerda. También facilitó la llegada de sus padres y sus tíos. "Mis tíos siguen aquí de alquiler, les hemos conseguido un piso con muchísima lucha y ya tienen todo para vivir aquí bien, aunque quieren volver al acabar la guerra. Mi padre ha vuelto a Ucrania y mi madre sigue aquí, no quiere volver. Cuando suena la alarma antiaérea, su cuerpo no aguanta todo el estrés", explica.

Para ella y su marido, esta situación no es fácil. "Estaba triste, dejábamos el trabajo para tener la cabeza metida en la ayuda humanitaria para los refugiados. Viendo que la guerra no para, el cuerpo ya no puede estar tanto tiempo mal. Al final, lo tomas con más tranquilidad, pues ningún organismo aguantaría este estrés continuo", comenta.

En la ciudad de Nadia, Kryvyi Rih, vive su hermano, que está en el ejército. No está en el frente y cada día duerme en casa con su familia, así que en ese sentido vive más tranquila. Esta ciudad está en el punto de mira por ser el lugar de nacimiento de Volodímir Zelenski, presidente de Ucrania. "En mi ciudad bombardearon un edificio, murió mucha gente. Ahora está mucho más tranquila, pero sigue en peligro porque Putin dijo en una ocasión que la ciudad del presidente tiene que estar arrasada", explica. El futuro de la guerra, tal y como cree Nadia, es impredecible. "Pensar cómo va a ir es imposible. Vivimos día a día, valorando las cosas más que antes. Pero predecir como será, nadie se atreve", asegura.

Los granadinos se suman a las ayudas a Ucrania

Ostap, miembro voluntario de la comunidad ucraniana en Granada, también ha ayudado en la recepción de refugiados de su país. Llegó hace más de diez años y estudió en la ciudad. "Todos nosotros lo vivimos con mucha preocupación", cuenta. Y aunque desarrolla toda su vida y tiene a la mayoría de sus familiares en Granada, asegura que "ha sido una situación dolorosa y muy inesperada". "Nunca hubiésemos pensado que la guerra iba a empezar así de pronto", apunta.

Cuando empezó la guerra, Ostap y otros ucranianos de Granada organizaron una manifestación. "Nos dolía esta situación y queríamos unirnos, saber lo que podíamos hacer desde aquí por ellos", recuerda. A partir de esa unión, empezaron a hablar y enviar ayuda humanitaria. "La idea era algo puntual, pero luego no nos esperamos la respuesta tan grande que tuvo, también de granadinos que se preocupaban por la situación", explica.

Con el tiempo, vieron que también necesitaban acoger refugiados. "Les facilitamos información y transporte para que lleguen aquí. Luego vimos que había mucha necesidad de acoger, entonces acogimos a gente refugiada aquí", comenta. Desde la comunidad ucraniana hicieron un comunicado y la ayuda no se hizo esperar. Se acercaron muchos ucranianos, pero también granadinos. "Había muchos voluntarios españoles, que nos echaban una mano y venían todos los días a traer comida, preguntar qué podían hacer para ayudar, ofrecían sus casas…", comenta Ostap, que a día de hoy sigue ayudando a los ucranianos que llegan a España.

Respecto al futuro, asegura que "como cualquier guerra, esto no dura poco". Entiende que será muy difícil vivir como antes, pero que hay que recuperarse cuanto antes. "Esperemos que acabe pronto, hay que confiar", concluye. Mientras tanto, seguirá en Granada ayudando a todos los refugiados que lleguen.







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