La era de la conexión

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Es un hecho que vivimos en la era de la conexión. Gracias a un estudio publicado recientemente por la Asociación para la Investigación de Medios de Comunicación (AIMC), sabemos que el 45% de los internautas asegura estar conectado a la red casi constantemente de manera activa y si sumamos a este colectivo a los usuarios que declaran acceder a internet “varias veces al día”, la cifra alcanza casi la totalidad de los encuestados, un 89,5%. Y ahora, con el uso de los nuevos sistemas tecnológicos como los asistentes del hogar o altavoces inteligentes (Alexa de Amazon, Google Home Mini...), la conexión permanente parece que alcanza nuevas cuotas. Una circunstancia que pone a prueba cualquier intento por separar los distintos ámbitos de la vida para conciliar las parcelas personal, laboral y familiar, que con tanto afán se ha sostenido como la panacea del equilibrio.

Precisamente, sobre la ineficacia de este intento de separación, ya hice referencia al escribir en su día sobre las actitudes que se esperan del profesional en este nuevo entorno, en el que la capacidad de estar conectado y localizable todo el día hacen que mezcle de forma frecuente la vida laboral y la vida personal, sin que ello suponga un detrimento del equilibrio entre ambas facetas.

Es en este contexto cuando cobra sentido la darwiniana adaptación al cambio apostando por la integración de todas las áreas que conforman nuestra naturaleza en lugar de seguir luchando por una conciliación de las mismas. No olvidemos que una de las acepciones del término conciliar significa hacer compatibles cosas opuestas entre sí, como si lo profesional fuera excluyente o contrario a lo familiar o personal.

Por ello, creo firmemente que cuando una persona está completamente comprometida con su trabajo, llevará a cabo esta integración, prestando atención a cada área de su vida de forma flexible y dinámica. Que levante la mano quien no haya comprobado el correo por la noche, dedicado parte de su tiempo libre a leer artículos en internet para estar al día de las novedades de su actividad, además de para intercambiar experiencias en redes sociales y profesionales como es el caso de LinkedIn.

Por mucho que se haya reconocido legalmente el derecho a la desconexión digital laboral amparado en el respeto a la intimidad personal y familiar, no deja de ser una opción de cada cual, más personal que empresarial. Si sentimos que nuestra empresa, trabajo o profesión, es una prolongación de nosotros mismos, difícilmente querremos desconectar. Lo que sí buscaremos, y de manera individual, será la forma de aprovechar nuestro tiempo de modo que nos permita desarrollar cada una de las parcelas de nuestra vida. Eso sí, permaneciendo conectados, ya sea por un interés personal o profesional. Paradójico, pero real. Y muy gratificante.







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