El asfalto y el cemento convierten Granada en un horno

La naturaleza de los materiales con los que se construyen carreteras, aceras y edificios acentúan el denominado efecto isla de calor; Ecologistas en Acción denuncia la falta de cubierta vegetal para paliar con las altas temperaturas

OLA DE CALOR 10
Uno de los termómetros ubicados en la capital | Foto: Archivo GD
Chema Ruiz España
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El asfalto y el cemento con el que se construyen las aceras están convirtiendo a Granada en un horno durante la presente ola de temperaturas extremas. Las características de estos materiales propician la retención e irradiación de la calidez, lo que acentúa la elevación del mercurio y potencia el denominado efecto isla de calor. Basta con medir con un termómetro la hipertermia en estas superficies, a diferencia de aquellos suelos cubiertos por vegetación o en los que esta produce sombra. Entre una marca y otra puede haber más de 17ºC de margen. Sobre ello incide la denuncia que la organización granadina de Ecologistas en Acción ha lanzado a través de sus perfiles en redes sociales. "La cubierta vegetal es justo la tecnología urbana que necesitamos para volver las ciudades algo resilientes frente al caos climático. Tenemos unos años para hacer la transición del hormigón al árbol", reclaman.

"Lo que está claro es que si te apartas de una carretera, se nota mucho la diferencia de temperatura. Hay que tener en cuenta que el asfalto es un cuerpo negro que absorbe calor, lo mantiene y lo expide", expone Javier Egea, miembro de Ecologistas en Acción Granada. Sin embargo, este fenómeno no depende tanto de la tipología de los materiales, sino de su naturaleza, como precisa Fernando Moreno, ingeniero de Caminos y profesor titular del Departamento de Ingeniería de la Construcción de la Universidad de Granada. "Habría que distinguir entre un suelo natural y uno hecho a base de materiales fabricados por el ser humano. Esa diferencia es notable cuando se va a la piscina. Si hay césped, caminas por él y no te quemas, y en cuanto sales a la losa, aunque sea blanca, te quema. Ese aspecto es clave", ejemplifica.

Por ello, esta situación no se da solamente con el asfaltado, sino también con el cemento, los ladrillos o el hormigón con el que se componen aceras y edificios. La organización lo comprobó, termómetro en mano, en dos céntricas ubicaciones de la capital. En Plaza Einstein, el mercurio se fue hasta los 52,3ºC en el pavimento, pero cayó a 35,6ºC en aquella zona cubierta por la sombra de unos arbustos y hasta los 34,8ºC en la propia superficie vegetal. En los Jardines del Triunfo, la variación fue similar, con una marca de 44,9ºC en el suelo descubierto, de 34,8ºC bajo la sombra y de 23,1ºC en la vegetación.

Al margen, existe otra circunstancia que propicia el aumento de los termómetros. "Cuanta menor cantidad de material haya, mayor temperatura alcanza. Si tienes una losa sobre un suelo, que tiene debajo su arena, se va a producir una transferencia de calor a través de ese suelo y, por tanto, la capacidad de elevar su temperatura será menor. Si tienes un suelo hueco por debajo, va a generar mucha mayor temperatura en esa superficie, porque no tiene nada a lo que transferir el calor", abunda Moreno. Así, zonas en las que confluyen parkings subterráneos o por las que pasa el metro, como sucede en el centro de Granada, alcanzan marcas más altas que otras localizaciones.

Egea sostiene que "una ciudad donde no hay árboles y todo es cemento o asfalto, la temperatura se va varios grados por encima de lo que tendría si hubiera arboleda o zonas verdes". "Simplemente decimos que una de las causas que tiene este cambio climático, sobre todo en las ciudades, se agrava más cuando no hay vegetación. De hecho, la gente se va a los parques y lugares similares porque la vegetación te da una isla de frescor dentro de la urbe, donde todo es cemento y hormigón", abunda. Reclama, por ello, una mayor presencia de árboles en las calles de la capital, donde ya observa una reducción de la sensación térmica en algunas zonas en las que se ha actuado para reducir el impacto solar, como la calle Reyes Católicos, donde permanecen instalados unos toldos.

Isla de calor

La naturaleza de los materiales propicia que el denominado isla de calor, aquel que advierte el aumento de temperatura en las zonas urbanas, se acentúe. "Todas las ciudades son una isla de calor. Lo que ocurre es que algunas tienen muchos espacios verdes y eso mitiga bastante las temperaturas", puntualiza Egea. "Se trata de un efecto bien estudiado. Dependiendo de la superficie, el centro de una gran ciudad, la periferia o zonas de las afueras, se llega a alcanzar una temperatura más o menos alta. El efecto es más acusado por las noches. Hay una gran diferencia de las mínimas si estamos en una urbe o en un espacio más rural", ahonda José Miguel Viñas, meteorólogo de Meteored en el portal www.tiempo.com. 

Esta tesitura, en un contexto de ola de calor, hace "que haya noches cálidas en las que la temperatura esté por encima de los 20ºC, incluso en zonas no urbanas". "En condiciones normales, sí que se da ese contraste con una gran ciudad, donde hay muchos elementos refractarios que durante el día absorben calor: el cemento, el asfalto, el hormigón… Todo eso retiene una gran cantidad de calor que no puede salir y provoca que la temperatura mínima nocturna no baje ya tanto como en una zona más alejada, sobre todo con una zona rural en la que predominan suelos con vegetación", subraya Viñas.

Espacios verdes

"Granada se caracteriza por no tener prácticamente espacios verdes. Por eso, mucha gente se va a la Vega. Cuando sales fuera y llegas a un lugar donde hay vegetación, se nota la diferencia", concreta Egea. Fernando Moreno incide en este aspecto. "¿Dónde se podría actuar? En modificar la estructura de una ciudad. Si observas la ciudad desde arriba, vas a ver mucho material hecho por el ser humano. Cuanta más superficie de este tipo haya en contraprestación de jardines o arbolado, mayor efecto isla de calor vas a tener, sin lugar a dudas. Tratar de sustituir esa superficie realizada por el hombre. Siempre hemos hablado de que la ciudad carece de los pulmones verdes. Lo que pasa es que en ellos no se puede vivir, no se puede construir", indica.

Además, sugiere otras alternativas. "¿Dónde hacemos un gran parque en el centro de Granada? No se puede, pero sí podemos explorar otras posibilidades, que se hace en problemas más acusados. Podemos incrementar los techos verdes, que son jardines tanto en los tejidos como en los edificios horizontales, una pared de césped…", propone en esta línea. "Cuando disminuyes la radiación sobre el pavimento, por ejemplo con toldos, evidentemente, también se va a calentar menos. Otra manera de disminuir la temperatura es rogándole regularmente. Eso lo hacemos, además, en las terrazas", enumera. No obstante, el profesor titular de la Universidad de Granada insiste en que "nunca está de más superficie arbolada y césped, evidentemente. No solo ayuda con el efecto isla de calor, sino que combate la contaminación de la ciudad", concluye.







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