Francisco I: El Pontífice que cambió el rumbo de la Iglesia
El mundo despide a Francisco I, el primer Papa latinoamericano y jesuita, cuya década al frente del Vaticano dejó una profunda huella

El Papa Francisco, nacido Jorge Mario Bergoglio, ha fallecido dejando tras de sí un legado imborrable en la historia reciente de la Iglesia Católica. Su muerte marca el fin de una etapa de reformas, sensibilidad social y apertura que comenzó en 2013, cuando fue elegido como el 266º sucesor de San Pedro, convirtiéndose en el primer pontífice procedente de América Latina y el primero de la Compañía de Jesús.
Francisco I no solo rompió moldes desde su elección. Lo hizo también con su estilo, su mensaje y su manera de ejercer el liderazgo espiritual de más de mil millones de católicos en todo el mundo. Con una vida marcada por la sencillez, la cercanía con los pobres y un enfoque pastoral profundamente humano, su pontificado será recordado como uno de los más significativos del siglo XXI.
Un papado al servicio de los más pobres
Nacido el 17 de diciembre de 1936 en Buenos Aires, Argentina, Bergoglio vivió una juventud alejada de los focos, estudiando química y trabajando en un laboratorio antes de ingresar a la Compañía de Jesús. Fue ordenado sacerdote en 1969 y rápidamente ascendió en la jerarquía eclesiástica, destacándose por su austeridad y su compromiso social. En 1998 fue nombrado arzobispo de Buenos Aires y, en 2001, recibió el capelo cardenalicio de manos de Juan Pablo II.
Su elección como Papa el 13 de marzo de 2013 sorprendió al mundo. En una Iglesia marcada por las tensiones internas y la necesidad de reforma, su figura emergió como símbolo de esperanza. Al adoptar el nombre de Francisco, en honor a San Francisco de Asís, el nuevo pontífice dejó claro desde el principio que su prioridad sería una Iglesia pobre para los pobres.
Un Papa reformador y pastor
Durante su pontificado, Francisco emprendió una ambiciosa reforma de la Cúria Romana, buscando hacer más transparente y eficiente la administración vaticana. Promovió el diálogo interreligioso, revitalizó la misión ecuménica y abogó por una Iglesia abierta, tolerante e inclusiva, especialmente con los más vulnerables y marginados. Su encíclica "Laudato Si'" fue un llamado global a la conciencia ecológica y social, destacando la responsabilidad compartida de cuidar la "casa común". En otros documentos clave, como Fratelli Tutti, hizo un urgente llamado a la fraternidad universal y la paz en un mundo cada vez más dividido.
En cada uno de sus viajes y apariciones públicas, el Papa Francisco se mantuvo fiel a su estilo directo y empático, optando por gestos de humildad que contrastaban con la solemnidad de su cargo: renunció a los lujos del palacio apostólico, vivió en la residencia de Santa Marta, y no dudaba en abrazar a enfermos o escuchar a quienes se le acercaban con una súplica o una historia.
Un Papa de Frases Inolvidables
El Papa Francisco será recordado también por su elocuencia y claridad al hablar. Algunas de sus frases han quedado grabadas en la conciencia colectiva de millones de fieles:
- "Dios nunca se cansa de perdonar" — una reafirmación del mensaje de misericordia que marcó toda su obra.
- "Prefiero una Iglesia accidentada por salir a la calle que enferma por encerrarse" — su llamado a una Iglesia activa y misionera.
- "El dinero debe servir y no gobernar" — una crítica frontal al sistema económico global que perpetúa la exclusión y la injusticia.
El Papa del Pueblo
En vida, Francisco fue, para muchos, "el Papa del pueblo". Supo conectar con creyentes y no creyentes, fue una voz crítica frente a los abusos dentro de la Iglesia y frente a los muros físicos y mentales que separan a las personas. Su muerte deja un vacío profundo, pero también una herencia viva en cada comunidad que acogió su mensaje de compasión, diálogo y fraternidad.
La Iglesia Católica entra ahora en un nuevo periodo de reflexión y transición. El recuerdo de Francisco I perdurará como el de un pastor incansable, que caminó junto a su pueblo y devolvió al mundo una imagen de la Iglesia más humana, más pobre y, al mismo tiempo, más fuerte en su fe.
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