Las inmobiliarias avisan: Granada vive una escalada sin freno

Profesionales del sector alertan de una “tormenta perfecta” provocada por la alta demanda, la falta de obra nueva y la presión inversora

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La carrera por encontrar una vivienda en Granada | Foto: GDAI
Toni Nogueras
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La vivienda se ha convertido en una carrera contrarreloj en Granada. Lo que antes era una decisión pausada, hoy se ha transformado en un proceso marcado por la ansiedad, la falta de oferta y la subida constante de precios. Las inmobiliarias lo tienen claro: Granada está viviendo una escalada inmobiliaria sin precedentes, alimentada por un cóctel de factores que, sumados, han llevado al mercado a un estado crítico.

José Luis Marín, agente inmobiliario en Grupo Torres, lo define como “una tormenta perfecta”, en la que se mezclan elementos estructurales y coyunturales que presionan tanto la compraventa como el alquiler. “La gente no quiere vender”, asegura. “Si pueden alquilar, lo hacen, porque la rentabilidad del alquiler es altísima, sobre todo tras años de tipos de interés muy bajos”. A ello se suma que desde hace una década apenas se construye en la capital o en los pueblos del cinturón, y que fenómenos como el aumento de los divorcios duplican la demanda de vivienda.

Alejandro Bortolussi, de Inmobiliaria CEMAC, coincide en el análisis y amplía el foco geográfico: “Estamos viendo subidas muy acusadas de precios no solo en Granada capital, sino también en municipios del área metropolitana como Armilla, Churriana, Las Gabias, Maracena o Albolote, especialmente en torno al trazado actual del metro y sus futuras ampliaciones”.

Una demanda que no para de crecer en Granada

Desde el sector inmobiliario coinciden en que la demanda no procede únicamente de familias o jóvenes buscando su primera vivienda. Hay una presión creciente del perfil inversor, atraído por la proyección turística de Granada y por la rentabilidad del alquiler para estudiantes. “Hasta hace poco, Granada era una de las capitales más baratas comparada con ciudades como Málaga, y eso atrajo a muchos inversores”, señala Bortolussi. “Ese movimiento ha hecho que los vendedores inflen los precios y que muchos pisos se hayan convertido en activos especulativos”.

Este fenómeno se intensifica con la inseguridad jurídica que muchos propietarios sienten a la hora de alquilar a largo plazo. “Existe un miedo extendido a impagos o incluso a la ocupación. Eso hace que muchos se resistan a sacar sus viviendas al mercado convencional y prefieran el alquiler vacacional o directamente no vender”, apunta Marín.

Precios disparados, compras exprés y nula capacidad de mejora

La consecuencia directa es una escasez cada vez mayor de viviendas disponibles y un alza continuada de los precios. “Pisos que hace un año costaban 150.000 euros hoy superan los 180.000, y si están reformados te los quitan de las manos”, afirma el portavoz de Grupo Torres. “No es una exageración: en los últimos meses hemos visto cómo muchos inmuebles se reservan sin haber sido visitados, solo para no perder la oportunidad”.

Este frenesí ha convertido el mercado en una carrera de fondo para los compradores. “Los pisos suben, pero se siguen vendiendo, y cada vez más rápido”, explica Bortolussi. “La gente que lleva meses buscando se desespera, porque no encuentra nada y cuando por fin sale un inmueble que se ajusta mínimamente a sus necesidades, ya tiene cinco personas interesadas”.

A esto se suma otro bloqueo silencioso: el de quienes sí poseen una vivienda pero no pueden permitirse cambiarla. “Hay propietarios que antes vendían para ir a una casa más grande o en otra zona, pero ahora no se atreven porque lo que reciben por su vivienda no les permite acceder a algo mejor. Eso reduce todavía más la rotación en el mercado”, señala el agente inmobiliario de CEMAC.

La presión turística vacía el Albayzín y el Realejo

Uno de los factores más señalados por el sector inmobiliario y los colectivos vecinales es el crecimiento descontrolado del alquiler turístico. Granada, ciudad Patrimonio de la Humanidad y uno de los destinos más demandados de España, ha visto cómo barrios históricos como el Albayzín y el Realejo se transformaban en zonas de alojamiento vacacional, reduciendo drásticamente la oferta para residentes.

“Se estima que más del 30% de las viviendas en algunas calles del Albayzín están destinadas a uso turístico”, alertan desde el sector inmobiliario. “Eso ha expulsado a los vecinos de siempre, ha subido los alquileres y ha generado un malestar social evidente. En lugar de un barrio, hay una rotación constante de turistas”.

Según los datos que manejan desde las inmobiliarias, los precios del alquiler han subido entre un 15 y un 25% en los dos últimos años, especialmente en los barrios más demandados y en el entorno del centro histórico. La entrada en vigor de una regulación específica para limitar los pisos turísticos ha calmado parcialmente el crecimiento, pero sus efectos aún no son visibles a corto plazo.

Un ciclo especulativo sin techo (por ahora)

La combinación de escasa obra nueva, retención de viviendas, presión inversora, auge turístico y ayudas hipotecarias por parte de la banca ha generado, en palabras de Bortolussi, “un círculo que alimenta una tendencia alcista disparatada, sin que nadie sepa dónde está el techo”. Y añade: “Lo preocupante es que, por ahora, los pisos suben… y se siguen vendiendo”.

Para el sector, la situación requiere una intervención planificada. “Por mucho que le pongan el CAP a los pisos turísticos, mientras no se construya vivienda, vamos a seguir igual”, sentencia José Luis. La construcción de obra nueva, la activación de vivienda pública y el equilibrio entre turismo y residencia son algunos de los ejes sobre los que insisten los profesionales para frenar la tendencia.

Ambos agentes, que han querido hablar para GranadaDigital, coinciden: Granada no solo enfrenta una crisis de acceso a la vivienda, sino también un riesgo de pérdida de identidad urbana. “No es solo un problema de precios”, concluyen. “Es un modelo de ciudad que se está rompiendo. Si no actuamos, muchos jóvenes no podrán vivir en su ciudad, y los barrios tradicionales seguirán perdiendo a quienes les dan vida”.

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