"¡Ya verás, ya verás, cuando juegue Echecopar!"

Candi fichó al mediapunta en enero de 1972, pero su incorporación a la plantilla rojiblanca quedó aplazada para la siguiente temporada

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Recorte de Ideal con 'El Tercer Tiempo' de Martinmorales donde apareció la frase por primera vez
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«¡Ya verás, ya verás, cuando juegue Echecopar!». A los granadinistas con medio siglo de perseverancia no hace falta explicarles qué significa esa frase, pero dado que éstos ya vamos siendo minoría, se lo contaremos a los de menor pedigrí rojiblanco, si es que entre los lectores de éste que suscribe hay alguno.

El pareado fue invención del gran Paco Martinmorales, quien por entonces hacía poco que se había estrenado como caricaturista en el diario Ideal. Apareció por primera vez en la edición del periódico de fecha 26 de septiembre de 1972, el martes siguiente al partido de la cuarta jornada de la 72-73 en el que el Granada de Pasieguito sucumbió por 3-0 en Oviedo, dentro del retablo humorístico que con la firma del dibujante solía acompañar la crónica de cada partido de nuestro equipo desde dos temporadas atrás. Como se ve, en su primera publicación la frase no era exactamente la misma, pero a la semana siguiente y por todas las demás el “ya verán” quedó sustituido por el más coloquial de “ya verás”. En un total de once ejemplares del diario granadino puede leerse la frase de marras como remate al recuadro de caricaturas de Martinmorales, hasta la jornada 14, mediados de diciembre. Después no volvió a aparecer porque ya se sabía que en todo lo que quedaba de temporada a Echecopar no íbamos a poder verlo de rojiblanco en un partido oficial.

La frase famosa resume oportunamente y simboliza una mediocre temporada granadinista en máxima categoría como fue la 1972-73, caracterizada por la escasísima cosecha goleadora de los de rojiblanco y en la que tampoco faltó la zozobra y la amenaza del descenso. Cuando Martinmorales la dio a conocer, el Granada había disputado cuatro jornadas y marchaba cercano a los puestos de peligro, con tres puntos de otros tres empates (más una derrota) y con sólo un gol en su haber por cuatro en contra. Hasta la jornada ocho, en San Mamés, no llegará la primera victoria, pero en toda la liga no conseguirá nuestro equipo respirar a salvo de contingencias y al final la permanencia en primera se alcanzará por sólo un punto. Hasta en 17 jornadas, la mitad de las disputadas, no serán capaces los rojiblancos de anotar al menos un gol, un récord negativo sólo empeorado por el aún más paupérrimo de cara al gol Granada de Néstor Rossi de tres temporadas antes. Sin embargo, la solución a tanta penuria realizadora la teníamos en casa, venía de Argentina en calidad de oriundo y se llamaba Juan Miguel Echecopar di Santo, de 26 años de edad, pero no podía ser alineado porque las autoridades federativas no acababan de dar su visto bueno.

Del 'Vasco' Echecopar dijo el que fue su compañero de equipo, Carlos Bilardo, que era un 10 de buen manejo, inteligente y de gran despliegue, y todo un ídolo de la torcida de Estudiantes de la Plata, el equipo “pincharrata” que en 1967 y durante tres años más dejó de ser uno del montón para empezar a ganar títulos nacionales e internacionales. En la historia del club platense figura en letras doradas el excelente gol en jugada individual, pleno de fuerza y dominio del balón, que Echecopar le marcó a Boca y que valió una victoria crucial para alzarse con el campeonato Metropolitano argentino 1967, un gol que mereció el titular de la revista 'El Gráfico' de 'El Poema de Etchecopar' (sic). Echecopar, lo mismo que Aguirre Suárez, el propio Bilardo y otros como Malbernat o Verón, integrantes de la promoción de canteranos que en La Plata conocen como “la tercera que mata”, inscribieron su nombre en la mejor historia del fútbol argentino en lo que a triunfos se refiere, aunque al mismo tiempo se ganaron la fama de ser el equipo más tramposo que se recuerda, pero ésa es otra cuestión de la que no vamos a tratar y sobre la que en la Red hay infinidad de entradas.

A Echecopar no le permitían disparar a las porterías contrarias, mientras tanto entretenía sus ocios disparando en las barracas de fotos al instante, acompañado de Juan Luis Álvarez

Candi lo fichó para el Granada en enero de 1972, pero su incorporación a la plantilla rojiblanca quedó aplazada para la siguiente temporada. Según manifestó a la prensa local el presidente, fue su intención ficharlo incluso antes de que surgiera la posibilidad de contratar a Aguirre Suárez, rojiblanco desde unos meses antes. Esa misma 71-72 se estrenó Echecopar en un partido de la no oficial Copa de Andalucía o liga de reservas disputado en Los Cármenes frente al Córdoba que ganaron los nuestros 5-0 y en el que fue autor de un extraordinario gol. Al día siguiente se marchó a su Argentina para volver ya en mayo y participar en distintos amistosos de final de temporada.

Echecopar era un media punta de gran técnica y con un poder goleador excepcional. Así lo acreditó en los distintos partidos amistosos de la pretemporada 72-73, de manera que cuando ya se había convertido en ídolo del granadinismo, que se las prometía muy felices con su inmediato debut en competición, el veto federativo dejó helada a la afición rojiblanca. Al principio la negativa era provisional, de ahí la famosa frase pergeñada por Martinmorales, pero en diciembre se convirtió en definitiva y con Echecopar de turista de lujo y sin jugar nos quedamos mientras el equipo titular en la liga de primera no marcaba ni por casualidad. La razón del veto fue que su documentación como oriundo presentaba irregularidades, dijeron desde organismos oficiales, lo cual no deja de ser, cuanto menos, paradójico, puesto que era un clamor la presencia en nuestro fútbol desde varias temporadas atrás de una legión de “oriundos” de los que se sabía que habían falsificado hasta su nombre verdadero, mientras en España estaba prohibido fichar futbolistas extranjeros. En la llamada Copa de Andalucía, que no organizaba la Federación, sí podía jugar Echecopar y ahí literalmente se salía, consiguiendo un total de 18 goles en los 17 partidos en que intervino. Era un consuelo menor verlo hacer goles hasta sin querer a los suplentes andaluces, y a la vez era una gran frustración el saber que, contando con semejante perla, no podíamos disfrutar de su arte balompédico mientras el Granada iba de mal en peor en la liga.

Toda la 72-73 transcurrió con Echecopar de espectador. El prodigio atisbado se produjo por fin a la temporada siguiente, cuando fue levantada la prohibición de los extranjeros en el fútbol español, dos por equipo. Y la cosa empezó sumamente bien, con el argentino goleando en las primeras jornadas y destacando en sus actuaciones de rojiblanco, y de esa forma en la jornada cinco el Granada consiguió por primera vez en su historia ser líder de la máxima categoría (marca igualada recientemente por Diego Martínez), pero en la séptima jornada Echecopar cayó lesionado mientras el Zaragoza se llevaba los dos puntos de Los Cármenes. A partir de ese momento, nuestro equipo no fue el mismo y sólo tres partidos después ocupaba plaza de descenso. Volvió a jugar tras tres jornadas ausente, pero pareció que había sido suplantado por un mal doble porque su rendimiento bajó notablemente y desapareció su facilidad goleadora. Además, nuevas lesiones lo apartaron otra vez de la titularidad. El Granada superó su mala situación y consiguió en la 73-74 repetir el sexto puesto final, pero eso lo logró sin Echecopar.

Finalmente, sólo pudo ser alineado en 16 partidos, y los abundantes goles que se preveía que conseguiría de rojiblanco se quedaron en seis (dos de penal), cuatro de ellos en las cinco primeras jornadas de la 73-74. Le quedaba un año de contrato, pero el Murcia de Mesones, por entonces también en primera, pagó casi nueve millones por el argentino y allí se marchó. A la vera del Segura tampoco le fue bien pues sólo intervino en seis encuentros, concluyendo la temporada 74-75 con un descenso murciano a segunda como colista descolgado. En la 75-76 ya sí jugó como pimentonero medio calendario, pero tampoco se puede hablar en positivo ya que un nuevo descenso, ahora a tercera, fue el fruto obtenido. Por fin en esa categoría pareció el argentino volver a encontrarse con lo que había sido y contribuyó a que el Murcia recuperara la categoría perdida en sólo un ejercicio. Con 30 cumplidos dijo adiós al balompié y a su Pergamino bonaerense natal se marchó, donde falleció en 2012 a los 65 de edad.

Se dice que cuando cruzó el charco para jugar en la madre patria estaba ya cascado para esto del balompié a pesar de contar con sólo 25 años, aunque el propio Echecopar declaró a la prensa nada más aterrizar en España que nunca había tenido lesiones importantes. Puede que las lesiones reiteradas sean la razón que explique su fracaso en el Granada y en el fútbol español, aunque en su día se publicó que el argentino y el míster Joseíto tomaban el chocolate de espaldas, es decir, no podían verse mutuamente. En cualquier caso, estamos ante otro de los ejemplos de futbolistas en la historia rojiblanca que levantaron grandes expectativas para al final salir ranas y decepcionar a la hinchada, como ocurrió veinte años antes con un húngaro de nombre Otto.

Echecopar era un media punta de gran técnica.







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