Uno de cada diez, en el minuto uno de la privatización

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Ocho millones y medio de habitantes tiene Andalucía y, de ellos, 843.538 están en lista de espera. Es decir, uno de cada diez. Es el preocupante dato que acaba de ofrecer el peculiar flamante consejero de Salud, Jesús Aguirre, del PP, quien a la vista de tan apresurada cifra se ha lanzado en brazos de la sanidad privada en el loable objetivo de evitar que los enfermos de cataratas “se vayan dando trompazos” (sic) por las esquinas. Estamos en el minuto uno de un camino que conduce a la privatización de la sanidad pública. Un camino que, con diversas etapas de disimulo que frenarán los impulsos seguramente coincidiendo con momentos electorales, termina en un negocio para pocos con la salud de todos. Y en el proceso, al singular Aguirre se le ha ido la mano al exagerar.

Ojo al dato, que diría el otrora ‘rey de las ondas’ nocturnas: uno de cada diez andaluces está/estamos en lista de espera médica. Haga cada cual su cálculo: a la hora en que usted lee esta recóndita columna, ya sea en su hogar, en una cafetería, mientras va en el autobús, en tanto transita por una calle de su ciudad… mire discretamente a derecha e izquierda y sin demasiado esfuerzo detectará en el rostro atribulado de cinco (si viaja en el autobús entre una cincuentena de pasajeros, más conductor), de dos (entre la veintena de parroquianos y personal que desayuna café a esa hora de la mañana), veinte (si contabiliza los dos centenares de conciudadanos que transitan con sus prisas y sus pausas por la calle que usted pisa)… están afectados por las malvadas artes de la sanidad andaluza mientras estuvo gobernada por el yugo socialista hasta el reciente desembarco de Aguirre, quien en su noble empeño se apresta a depositar en las arcas de la medicina privada 15 de los 25 millones con los que el flamante gobierno de Moreno Bonilla, con el apoyo de Ciudadanos, busca redimirnos y situar la espera en sus justos términos. Si no fuera por lo que es, tendríamos que estar glosando esa derrama como también esa decisión positiva de acabar con la sucesión de contratos de un día que ha venido practicando el SAS y a la que pone fin la Junta presidida por el popular Moreno.

Tal vez no ha calibrado usted, estimado lector, el volumen del caso. Pongamos otro ejemplo: cuando este domingo acuda al Nuevo Estadio de Los Cármenes, en la espera perezosa que precede al inicio del partido otee en mirada panorámica las cuatro gradas, donde se agolparán no menos de diez mil espectadores. Mil de ellos aguardan en ese valle de lágrimas del que ahora les sacará la privada. Y más: cuando marque el Granada grite su júbilo, sí. Pero dedique al menos un segundo solidario de su alegría rojiblanca a la posibilidad cierta de que ese delantero que acaba de depositar el balón en la meta visitante acaso sea otro más de esos ochocientos mil andaluces a los que la sanidad pública anterior condenó al olvido y ahora, tras ese adanista 2-D, será rescatado por la privada. No es baladí el comentario: once futbolistas en pista, más siete en el banquillo, más entrenador, segundo entrenador, masajista, utilero, ayudantes… Total, más de veinte integrantes en la expedición rojiblanca. Pues bien: al menos dos de ellos esperaban el despertar del sueño de los justos del que ahora los rescata el consejero Aguirre en su amor por la privada.

Es lo que tiene colocar la medicina pública en el centro de la batalla política. De paso, pequeño detalle: el PP en la oposición reclamaba hasta anteayer televisión e internet gratuitos en los hospitales, una exigencia que ahora pasa al olvido a causa -¡oh, casualidad!- de esa repentina aparición de medio millón de andaluces arrumbados en la desesperada espera. Tendríamos -repito- que estar cantando las excelencias de esos millones con los que Moreno Bonilla trata de paliar el escándalo de las listas de espera, que es escandaloso -decimos- porque basta que haya un solo usuario en ‘stand by’ para que se exija diligencia a los anteriores dirigentes andaluces. Y eran más de doscientos mil, según lo reconocido hasta entonces por el gobierno socialista anterior. Ha llegado Aguirre y en una sagaz y celérica investigación ha encontrado ese medio millón de enfermos que los socialistas escondían no se sabe dónde, aunque debía ser un sitio muy grande para que cupiera tanta gente. Y, claro, le ha faltado tiempo para acudir a la privada para poner remedio.

En las cuentas de Aguirre hay 843.538 andaluces en lista de espera, bien para una consulta con un especialista, bien para una operación quirúrgica. Este consejero aprovecha algo cierto: que la lista anterior a su gloriosa llegada a la Consejería estaba maquillada por el socialismo en el poder. Pero no se crean, más o menos, como la de todos los gobiernos regionales de todo color político. Los datos que hasta ahora daba el SAS solo computaban intervenciones quirúrgicas, primeras citas para el especialista y pruebas diagnósticas sujetas a decretos de garantía a las que había que dar respuesta en plazo determinado. A decir de expertos, a los que tomo prestado el dato, es aquí donde se manipulaba con el objetivo final de que en los registros oficiales no figurase ningún paciente con los plazos superados. No se publicaban, entretanto, los datos de las intervenciones quirúrgicas, citas para el especialista y pruebas diagnósticas porque al no estar sujetas al decreto (estatal, de tiempos de Aznar) que regula las listas de espera no había por qué maquillarlas puesto que no estaban obligados a dar respuesta en plazo determinado.

“Tanto los de antes como los de ahora juegan con los datos a su antojo y conveniencia”, leo en las redes sociales, pues aunque Aguirre en su afán privatizador ponga el grito en el cielo no por ello están justificados sus conciertos con la privada, que “atenderá como siempre los casos con menor complejidad” y las complicaciones que surjan vendrán “de vuelta a la pública”, concluye el anónimo informador con quien comparto opinión.







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