Una alegría compartida se transforma en doble alegría; una pena compartida, en media pena: comprometidos con la amistad para una mejor salud

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Como dijo Shakespeare: “Dad palabras al dolor, la pena que no habla, cuchichea al corazón demasiado cargado y lo invita a romperse”. Y es que las penas compartidas saben a menos y las alegrías compartidas saben a más. Sonreír siempre a los niños en homenaje a su inocencia; a los débiles para darles coraje; a los enfermes para calmar su dolor; a los tristes para contagiarles Alegría; a los amargados para endulzarles sus días; a los egoístas para enseñarles a dar; a todos porque una sonrisa no cuesta nada y sin embargo lo puede todo.

Y todo esto nace de la lectura del artículo de Macarena Gálvez titulado “Emociones bajo candado”. Decía Macarena en el blog de @Humanizalauci que hay que seguir. Y seguía diciendo: La mujer que se despide de su pareja en cada visita sabiendo que puede ser la última, los hijos que acuden a ver a su madre toda la vida enferma pero ahora en riesgo vital, la madre del joven accidentado que vive angustiada la evolución del mismo, el paciente que cree que despierta tras la operación y descubre que lleva 10 días sedado en UCI… Las historias son infinitas, la carga emocional muy alta, pero hay que seguir.

Y es que la mayor parte de las veces, las emociones se guardan. Cada uno las encierra, como explicaba, bajo su propio candado. En unos casos se llevan hasta casa y se mezclan con la vida propia, en otros quizás se queden en la taquilla del hospital, pero en cualquier caso no se ventilan, no se manejan y no se digieren.

Y seguía diciendo: Al terminar la tarea se desechan los guantes, se manda a lavar el pijama manchado, se siguen las pautas de higiene… pero no tenemos momentos para ventilar los corazones, limpiar la negrura del pesimismo, dar cabida a la esperanza y llenar de sentido lo vivido. No hay tiempo de procesar los estados emocionales que acompañan al trabajo para que sean fuente de aprendizaje y de resiliencia vicaria. Pero eso será una utopía si no les cuidamos a ellos primero. No podemos esperar que los profesionales sanitarios sean empáticos y compasivos en su labor si no les damos el momento y las herramientas necesarias para romper los candados, explorar, gestionar, regular y procesar la carga emocional del trabajo. Escuchar a nuestras emociones es un verdadero acto de fortaleza.

La amistad, como garante de una mejor salud

Por todo ello, hay que partir de que la amistad duplica las alegrías y divide las penas y las angustias por la mitad. Y alegrías compartidas agrandan el corazón.

La amistad es un elemento protector de nuestra salud. Está evidenciado que el aislamiento tiene una gran incidencia en la mortalidad; de hecho, hay estudios que afirman que la falta de apoyo entre amigos puede equiparar sus efectos nocivos sobre nuestra salud al tabaco, la tensión arterial elevada, el nivel de colesterol alto, la obesidad o la falta de ejercicio físico. En este sentido, los estrechos lazos y las relaciones familiares y de amistad que creamos con los demás duplican nuestro bienestar y dividen la angustia por la mitad.

La amistad, la formación de lazos afectivos o estar rodeados de gente que nos quiere nos hace más fuertes y previene dificultades emocionales derivadas de cosas que nos afectan. Es decir, tener amigos nos ayuda a minimizar el estrés. Es necesario poder tener una persona que pueda ofrecernos ayuda, consejo o un hombro en el que llorar. La sola presencia de gente querida en nuestra vida disminuye el impacto de los contratiempos vitales con los que nos toca lidiar. La amistad se basa en la empatía. La coherencia, la flexibilidad, la generosidad, el agradecimiento y la lealtad son valores a tener en cuenta para consolidar una relación de amistad. La amistad, por tanto, es importante en la vida de una persona por lo que aporta a nivel emocional.

Los vínculos emocionales duraderos, raíces para fortalecernos

Cuanto nos ayuda reconocer, canalizar y dominar nuestros sentimientos. Cuan importante es tener buenos amigos alrededor para fortalecer nuestras habilidades emocionales. Que aspectos nos permiten tener una mejor disposición para que los demás se acerquen a nosotros (y viceversa). Como de beneficioso es la risa para el alma.

Porque la sola presencia de la gente querida en nuestra vida nos ayuda a disminuir el impacto de los contratiempos con los que nos toca lidiar. Por ello, la calidad y la frecuencia de nuestras relaciones de amistad son clave.

Ser conscientes de que quieren verte, hablar contigo e interesarse por cómo estás, nos pone un nivel emocional que nos ayuda a crecer en los buenos momentos y nos rescata del abismo en infinidad de ocasiones. Por eso podemos estar seguros de que esas personas a las que tantos queremos constituyen una parte importantísima de nuestra supervivencia.

Los amigos tienen la capacidad de aliviar los dolores más intensos. Ellos, sin lugar a dudas, se convierten en ángeles protectores de nuestra salud y nos ayudan ante nuestros sufrimientos. La amistad es una bonita palabra y un mejor sentimiento. La amistad, que nace con personas que se cruzan en nuestro camino, es ese lazo que nos une a otros, es un vínculo de afecto que nos convierte en seres imprescindibles en nuestra vida. Es una relación entre iguales que nos otorga la satisfacción de compartir. Y en ello hay mucho de compromiso.

La importancia del compromiso de la amistad

El COMPROMISO es algo más que una mera actitud. Es una forma de entender la vida y de vivirla. Es una forma de disfrutar de los demás al mismo tiempo que ellos disfrutan de tu presencia. El compromiso es determinación y la determinación implica incondicionalidad. El compromiso no admite excusas, sólo resultados, es el resultado de una decisión sobre algo. El compromiso favorece la consecución de resultados. La presencia del compromiso es lo que transforma una intención en una determinación. La palabra compromiso significa: “hacer lo que haga falta el tiempo que haga falta”. Se trata, además, de una decisión que solo admite dos opciones: me comprometo o no me comprometo. La opción de «me comprometo un poco» o «me comprometo bastante» es incompatible con el carácter de «absoluta incondicionalidad».

Cuando el compromiso no es total y absoluto, entonces ya no es compromiso, sino algo distinto. Cuando un compromiso no es incondicional, entonces lo que tenemos es una intención. Y, a diferencia del compromiso, las intenciones sí admiten grados, tiene que ver con intentar y los intentos pueden ser puntuales, esporádicos,…

Precisamente de ahí viene el error de confundir el compromiso con un recurso. Por tanto, la solución al problema no es dosificar el compromiso, sino enfriar el pensamiento, integrando los deseos con la realidad. Cuando te comprometes bien, de manera genuina, el compromiso potencia tu efectividad al máximo. Se puede tener demasiadas buenas intenciones, pero no las confundamos con compromiso.

Por todo ello, hay que entender que la amistad verdadera y real es un compromiso. Un compromiso que se establece entre personas. Y además, una persona que aprecia a otra apuesta por ella al cien por cien. Y no tira la toalla ante el primer obstáculo o la primera dificultad.

Es decir, no lo olvidemos: una sonrisa, una conversación o una palabra de ánimo son verdaderos salvavidas que nos mantienen a salvo cuando caemos presas del miedo o del malestar. Difundamos nuestra alegría (también nuestras penas). Y como dice Virginio Gallardo: las tres cosas más difíciles de la vida son saber que quieres; saber conseguirlo y saber disfrutarlo. Disfrutemos de la amistad. Vivamos nuestras emociones de forma duradera. Es básico para crecer. Es nuestro compromiso, el compromiso de una amistad que nos hace más alegres y más saludables.







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