Un sueño paralímpico con inicio en Almuñécar

Tras alejarse del ciclismo por un accidente, Alberto Sánchez se entrena ahora en Granada para formar parte del equipo español en Tokio 2020

alberto entrenamiento
Alberto, durante un entrenamiento | Foto: Alberto Sánchez
Nacho Santana | @NachoSantana_27
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Donde un sueño terminó, comienza ahora un reto apasionante. Alberto Sánchez, un madrileño de 45 años afincado en Almuñécar, sufrió un accidente en 1992 que truncó sus esperanzas de dedicarse al ciclismo profesional, tal y como hicieron su hermano y su padre antes que él.

Por aquel entonces, con 19 años y tras haber aparcado los estudios para centrarse de lleno en el ciclismo, disfrutaba de una prometedora carrera en la categoría de aficionados, la que hace las veces de trampolín para el nivel profesional, pero un accidente de coche se cruzó en su camino. “Se me quedaron los pies colgando prácticamente, casi se me arrancaron”, recuerda, “estuve mucho tiempo en el hospital y la recuperación fue muy difícil porque estuve 6 meses prácticamente mirando hacia el techo sin poder moverme”.

Fue entonces cuando terminó su sueño, que ahora da paso al ambicioso reto de representar a España en los Juegos Paralímpicos de Tokio 2020. Sin embargo, para ello necesita correr con unos gastos que le obligan ahora a embarcarse en la búsqueda de patrocinadores y colaboradores que le apoyen en su andadura. “La bicicleta la compré de segunda mano y es buena, pero claro, ahora mismo cosas como cambiar el sillín o el manillar es una pasta”, lamenta, “súmale cubiertas, luego serán viajes, y eso es tiempo que no trabajas, sería de agradecer tener un patrocinador no solo por lo económico, también por ese acompañamiento que puedas tener”.

Tras esta petición de ayuda se esconden años de esfuerzo y una historia de superación personal. Tras recuperarse dentro de lo posible, continuó cogiendo la bicicleta y desarrollándose en su campo profesional, la psicología. El trabajo terminó por llevarle a Suecia, donde trabajó en hospitales y centros educativos hasta que, en enero, decidió volver a España. Tras buscar por la costa malagueña, finalmente tanto él como su familia eligieron Almuñécar para vivir, donde ahora se entrena duramente para poder cumplir su objetivo.

Desde agosto se ejercita, al menos, tres horas diarias. Sin embargo, fue a su llegada a Granada cuando todo se intensificó. Desde entonces, sigue las directrices de Javier Dafos, su entrenador, una experiencia nueva para Albero, que confiesa que “me estoy dejando llevar por el entrenador, no tengo un plan que pueda crear de la nada para entrenar, estoy siguiendo el plan que me va poniendo y me envía los entrenamientos por internet”.

Gracias a él, ha ido entrando de forma más profunda en el mundo del ciclismo adaptado. Pese a que competirá en la categoría MC3, donde se utilizan bicicletas estándar, está permitido realizar modificaciones que se adapten a las necesidades de cada uno de los participantes. “Dependiendo de la discapacidad que tengas y de tu problemática puedes necesitar unas cosas u otras”, explica Alberto, “en mi caso, son los pies, que no hay manera de meterlos en zapatillas. Hay gente que tiene una prótesis en un brazo… es adaptar un poco el manillar, los pedales, los frenos, para poder beber, etcétera”.

“Incluso algo tan común como los frenos ha cambiado muchísimo”, afirma, “hay muchas cosas que todavía no sé, pero tampoco me avergüenza preguntar, todo el mundo pensará que son preguntas chorras, pero a mí me hace conocer lo que estoy haciendo”. Por eso, su aprendizaje evoluciona a la par que su forma física, algo en lo que ya empieza a ver resultados cuando sale junto con gente de Almuñécar: “estoy al nivel de los que mejor van, y eso entrenando desde el verano, en base a ese feedback te haces una idea de a dónde puedes ir”.

En cuanto a su discapacidad, asegura que “la gente me ve cuando salgo en bicicleta y realmente no se dan cuenta de cómo estoy, voy a competir con gente a la que le faltan los brazos, estoy peor de lo que parece”. El desconocimiento del nivel de la competencia le lleva a tener sus expectativas “al diez porque no hay nada que me demuestre lo contrario”, explica, “para mí esto es como nacer, es una cosa totalmente nueva y en base a mi experiencia solo puedo pensar en que esto es posible”.

Para llegar hasta Tokio, se ha marcado una hoja de ruta ambiciosa con objetivos que le garanticen su participación. Entre ellos, destaca su intención de estar “entre los tres mejores de España en mi categoría” en 2019 para, al año siguiente, “intentar estar entre el primero y el segundo, porque me imagino que no irán más de dos personas”. Fuera del reto deportivo, destaca también que “uno de los objetivos sería hacer llegar esto a más gente”.

Sin embargo, mantiene los pies en el suelo y es consciente de que su itinerario lo marcarán los resultados. “En la primera carrera todavía hay posibilidades de hacer algo, pero en cuanto pasen unas cuantas carreras si ves que no estás donde tienes que estar, no merece la pena”, explica, aunque defiende que una mala posición “no quita lo bailado” y que, por el momento, solo puede “esperar lo mejor y prepararse para lo peor”.

Su experiencia como psicólogo le ha ayudado en momentos duros. Si se compara con cómo era antes de sufrir el accidente, reconoce que “las terapias y demás cosas hacen a uno mejorar”, de forma que “aunque no tengas el mismo cuerpo de antes, eres más capaz de organizarte, estructurarte, aprender, conocer… hay muchas cosas que te potencian mentalmente aunque tu cuerpo no esté”.

Con todos estos entrenamientos, se prepara a conciencia para los próximos retos que le vienen, una experiencia que resulta nueva para Alberto. “Antes te preparabas un poquito, pero no pensabas de esa manera tan planeada. Ahora tienes ese día y sabes cuándo tienes que hacer un periodo”, explica antes de recalcar que actualmente busca “repararme mental y físicamente para llegar al 100%” al Campeonato de España, que será aproximadamente en abril. En marzo llegará la Copa de España, aunque apunta que “el objetivo es el Campeonato de España”, en el que espera terminar en el podio.

“Mi sueño realmente sería patrocinar una idea de aprendizaje cooperativo o algo así, pero eso tampoco me va a dar el soporte que necesitaría para cumplir esos objetivos”, confiesa. Mientras tanto, se concentra en encontrar patrocinadores para poder cumplir su reto de estar presente en los Juegos Paralímpicos de Tokio 2020, demostrándose a sí mismo y al mundo entero que, con esfuerzo y perseverancia, todo es posible. El sueño que un día se truncó, ahora se acerca en forma de deporte inclusivo.







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