Taxis, VTC y clientes

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Taxis en Granada | Foto: Javi G. / Archivo GD
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Seguramente lo habrán leído en este periódico digital o escuchado a través de la radio o la tele, y conocerán lo que es una guerra abierta entre taxis y vehículos VTC que sigue sin tener arreglo por mucho que digan y señalen todos, o casi todos los que trabajan para conseguirlo. Hay broncas, amenazas, parones y huelgas a la vuelta de la esquina, denuncias y unas normas nuevas de la Junta que, a muchos, entre ellos yo, no satisfacen en absoluto. Y lo digo como cliente que ha tenido que jugar poco menos que al parchís para que la jugada le salga y poder coger el vehículo que interesa y no el que quieran los taxistas o la Junta.

Porque aquí se habla de muchas reuniones entre unos y otros, de muchos plazos, de amenazas, de denuncias de presuntos agredidos y todo lo demás… pero nadie ha preguntado ni se ha reunido con los que son los que mandan, o deben hacerlo, y que son los clientes.

Y, por cierto, ¿quiere algún responsable del gremio explicar a los usuarios que hacía aquí un tío ‘listo’ de Cataluña, que dice que es el líder de los taxistas de aquella zona, que vino a declarar la guerra sin cuartel sin que nadie le llamara, utilizando un argot barriobajero y exigiendo lo que fuera para quitar a los pretendidos adversarios de las calles? Porque ese ser tan inteligente y preparado dijo lo que quiso, buscó la publicidad de los medios y nadie, que yo sepa, le dijo que aquí las formas son otras y sobran los guerrilleros baratos al margen de que el taxista normal y corriente no responde a esa forma de actuar.

Imagino que ustedes, lectores, no lo han hecho, pero les aconsejo si es que tienen estómago y están preparados para leer un galimatías de época, que lo hagan y lean la normativa que los señores sabiondos de la Junta han confeccionado para que todo el mundo esté tranquilo y los taxistas no griten tanto ni hagan parones. Y en esa normativa se marca que, para un hotel, un campo de fútbol, una estación, un hospital… y algunos sitios más, hay una cantidad de metros de cien, ciento cincuenta… para coger un VTC. Que es algo que parece sencillo, pero no lo es porque si usted hace cuentas, mide las distancias que hay entre muchos hoteles, que están muy cerca unos de otros, por ejemplo, se dará cuenta de que tendrá que andar mucho terreno, haga calor o frio, para coger el VTC que ha preferido. O sea, que olvídese de sus deseos y cambie de medio de transporte. Y eso no es justo.

Y aquí está el problema porque, que yo sepa, los mandatarios se han reunido con VTC, con taxistas o asociaciones que los representan, han aguantado parones a diestro y siniestro y, al final, no le han dicho ni pío ni le han preguntado al que paga y mantiene el lío que no es otro que el cliente. Porque está muy bien lo de querer diferenciar uno y otro servicio, lo de dar a cada uno el sitio que le corresponde, pero también hay que tener en cuenta lo que quiere el que paga y no caer en lo que quiere más de uno que es mantener un monopolio y que nadie que no se llame taxista pueda trabajar en mínimas condiciones.

Porque no voy a entrar en la dinámica interior, que no conozco, de los costos de una licencia, los gastos de tener un taxi, el acomodarse a las nuevas tecnologías y todo lo demás, pero es que hay un factor que se olvida y que no es otro que la imagen.

Porque creo que aquí nadie ha pensado en que al ‘paganini’ le interesa mucho la imagen. Vamos, que no es lo mismo que le espere un coche elegante, negro y de primera, más que limpio y con un señor con corbata, o señora enjaretada, esperándole con muchísima educación y maneras que tener que aceptar a otros, no todos, que conste, que muchas veces no apetece tomar por sus modos y formas.

La primera vez que vi este servicio tan distinto fue en Madrid, en la estación de Atocha, y en la salida había unos señores vestidos de oscuro con carteles, con nombres de clientes, y más atrás coches elegantes que esperaban. Pregunté a un amigo quiénes eran aquellos chóferes, que eran muchos, y me explicó el tema y me dejó claro que había muchísimos pasajeros que querían tener un chófer con clase y maneras. Puede que a más de uno le parezca esto un casi claro de vanidad, simulación y querer aparentar, pero es lo que hay y eso no se le puede quitar al ser humano. Todos queremos lo que más y si se trata de aparentar… pues bienvenido sea el chófer con traje y corbata.

Señor taxista, y me refiero a los educados, bien vestidos y serviciales, hagan caso de esto y téngalo en cuenta para el futuro. Puede que ahí, al margen de otras razones que ustedes conocen mejor y puede que sean más importantes, esté esta y por eso los VTC se estén convirtiendo en una competencia importante. Porque, ¿no siendo tantos, como están haciéndoles tanto daño?

Y discúlpenme, no estoy imponiendo nada, solo expongo una idea por experiencias vividas y puede que esté equivocado. Pero, a lo mejor… no.







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