Roberto Navajas, el potenciador de porteros del Granada CF | Vídeo

El hombre que catapultó a Claudio Bravo al olimpo del fútbol mundial ha aterrizado en Granada para sacar lo mejor de Ivan Kelava, Oier Olazábal y Memo Ochoa

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Roberto Navajas | Foto: Pepe Villoslada/GCF
Redacción e imagen: Gabinete Granada CF
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“¿Qué necesitas?” Es la primera pregunta que Roberto Navajas (Logroño, 1968) formula a un portero nada más conocerlo, la misma que encierra la base de su filosofía. El hombre que catapultó a Claudio Bravo al olimpo del fútbol mundial ha aterrizado en Granada para sacar lo mejor de Ivan Kelava, Oier Olazábal y Memo Ochoa, una terna de arqueros entusiasmados con la llegada de algo más que un técnico: un psicólogo, un coach, un amigo.

El partido es la punta del iceberg de un trabajo que empieza cada mañana a las ocho y que nunca se sabe cuándo termina. “Porque si uno está de viaje y ha perdido, en ese bus de vuelta, a las dos o tres de la mañana, te unen muchas cosas: comunicas, apoyas…”, explica el riojano acerca del “vínculo especial” con las figuras más singulares de un vestuario, los porteros.

Roberto conoció como arquero la cara más amable del fútbol en equipos como la Real Sociedad (donde coincidió con Arconada) y el Valencia, y también la amargura de la suplencia y de las lesiones. “Un aprendizaje fundamental es que todo pasa, nada dura para siempre”, subraya. “Como portero, sólo me tengo que preocupar de lo que puedo hacer, hay factores externos de los que no me puedo preocupar o no puedo poner como excusa”.

El estudio pormenorizado y específico de cada caso, unido a su profunda experiencia y talento, dan vida a una aplicación creada por él mismo, Zero Gravity, a través de la cual le hace llegar a cada guardameta los datos que necesita. “La información es poder, pero lo realmente importante es qué haces con esa información”, señala antes de advertir: “No se puede condicionar; una parte fundamental de cada portero es la interpretación de lo que percibe.  Si no, podemos estar manipulando e impedir que esté al 100%”.

Roberto colgó las botas en el Alavés en 1996 y, por la “inquietud de crecer, ayudar, desarrollar” y dar a los demás lo que le hubiera gustado recibir en su etapa en activo, se convirtió paso a paso en un potenciador de porteros de talla mundial. Alguno de sus discípulos ha tocado el cielo deportivo, pero él nunca levanta los pies del suelo en sus reflexiones: “Se aprende de todo el mundo; uno de los mejores entrenadores que he visto es un chico que trabajaba en el Barcelona alevín”.

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