Reivindican la importancia de una mayor concienciación en cáncer de cabeza y cuello

A pesar de su creciente prevalencia y de que es responsable de alrededor de 376.000 muertes al año, todavía se conoce poco socialmente

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Paz Hurlé, paciente de cáncer de cabeza y cuello | Foto: E.P.
E.P.
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Paz Hurlé, que venció un tumor en las amígdalas hace ya dos años y medio, y profesionales especializados en cáncer de cabeza y cuello han reivindicado, con motivo del Día Nacional de estos tumores, que se celebra este lunes 10 de diciembre, la importancia de una mayor concienciación sobre esta enfermedad.

El cáncer de cabeza y cuello define a un grupo de tumores malignos que surgen en la cabeza o en la región del cuello. Por lo tanto, incluye numerosas localizaciones anatómicas, entre las que se encuentran la cavidad nasal y oral, las cuerdas vocales o la laringe. Representa el 5 por ciento de todos los tumores detectados en el mundo, siendo el séptimo tipo de cáncer más común en Europa y el sexto en España.

A pesar de su creciente prevalencia y de que es responsable de alrededor de 376.000 muertes al año, todavía se conoce poco socialmente. En parte, porque las personas que lo padecen prefieren no hablar de ello, dado que a menudo les afecta a partes visibles de su rostro, a su voz, a la capacidad de tragar o al sentido del gusto.

No es el caso de Paz, que para visibilizar su caso ha participado con la Fundación Merck Salud y la Asociación Española de Pacientes de Cáncer de Cabeza y Cuello (APC) dentro de su campaba 'Bufandas Azules'. La iniciativa busca la participación a través de un vídeo en redes sociales con una bufanda azul en el cuello. A la llamada se han unido, entre otros, la modelo y presentadora Nieves Álvarez, la doble campeona olímpica Theresa Zábell o la cantante Sole Giménez.

Paz, infectada con el virus del papiloma humano (VPH), empezó a tener unas anginas con unas placas blancas que no se curaban con antibióticos. "Me encontraba cansada de una forma que no es normal. Te resignas a estar cansado, pero hay cansancios y cansancios. Este era exagerado. Estaba siempre un poco derrotada. Subía las escaleras y decía 'qué pereza'", comenta en una entrevista con Europa Press.

Tras visitar a su médico de cabecera "varias veces", finalmente fue derivada a un especialista, donde se le diagnosticó el tumor tras una biopsia. Su tratamiento, a base de quimioterapia y radioterapia, se extendió durante cuatro meses aproximadamente. "Yo tenía 44 años y lo útlimo que me esperaba desde luego que el diagnóstico fuera ese. Salvo por el VPH, yo no era un perfil de riesgo típico, porque es más clásico de varones, mayores, con antecedentes de tabaquismo o alcoholismo", rememora.

Sobre la etapa de tratamiento, recuerda que los dos primeros meses fueron llevaderos, pero que la última parte "se hizo larga". "Lo curioso de esta experiencia es que cuando empiezas el tratamiento te encuentras más o menos bien, no era insoportable, y según te vas curando te vas encontrando fatal. El día que estás mejor, estás peor. Esa es la parte que yo creo para los pacientes puede ser más deprimente. Pero poco a poco todo va volviendo a su cauce, va pasando y, de pronto, un día dices 'pues parece que me encuentro mejor'. En mi caso, ya han pasado dos años y medio y me encuentro muchísimo mejor que antes del diagnóstico", asegura.

PREVENCIÓN Y FACTORES DE RIESGO

Además del VPH, el tabaco y el alcohol están en el origen del 75 por ciento de los casos. Paz, no obstante, solo presentaba como factor de riesgo la infección por el virus. "Hacía 20 años que no fumaba cuando me lo diagnosticaron. Y mi consumo de alcohol era normal, ahora bebo menos claro, pero nunca tuve un consumo desaconsejado. No tomaba alcohol fuerte, por ejemplo", señala para recordar que cualquier circunstancia relacionada puede llevar a un posible cáncer de cabeza y cuello.

"En el caso del tabaco, se estima que a partir de dos cigarrillos diarios aumenta la probabilidad de padecer este cáncer", asegura Lara Iglesias, oncóloga del Hospital 12 de Octubre de Madrid, que también participa en esta campaña. La doctora apunta que hay que acudir a consulta si aparecen estos síntomas en la cavidad oral o la garganta durante más de tres semanas: lengua dolorida, úlceras, dolor de garganta, bulto en el cuello, ronquera persistente, dolor o dificultad para tragar o nariz obstruida.

"El cáncer de cabeza y cuello tiende a crecer hacia los ganglios del cuello, pero en estadios locales hay altas tasas de curación", explica Iglesias. Por eso, reivindica que la concienciación, que favorece la detección precoz, es especialmente importante en este tipo de cáncer. Dos datos lo ilustran a la perfección: se calcula que 2 de cada 3 pacientes con cáncer de cabeza y cuello se encuentran en un estadio avanzado al diagnosticarse; además, al detectar este tipo de cáncer de forma precoz puede reducir hasta en un 80 y un 90 por ciento su mortalidad.

SECUELAS: FALTA DE SALIVA Y GUSTO

Dos años y medio después de superar el cáncer, Paz, que lleva una vida "completamente normal", considera que sus secuelas son "muy llevaderas". La principal que sufre es la sequedad bucal. "Durante la primera parte de la convalecencia sí que era más incapacitante, porque con la boca muy seca te cuesta hablar, pero ahora poco a poco he ido recuperando y, aunque tengo mucho menos flujo de saliva que antes, ya puedo incluso comer un bocadillo siempre que tenga un vaso de líquido (preferiblemente leche o zumo) para acompañarlo", relata.

Esta falta de saliva le limita, por ejemplo, a la hora de comer fuera. "Cuando sales, tienes que tener la precaución de elegir con acierto. No puedes pedir cualquier cosa a lo loco, porque la falta de saliva te impide comer bien algunos alimentos, como arroz negro, algo que tenga mucha mayonesa... La boca no se limpia con cada bocado como ocurría antes", lamenta.

Paz también padece algunas alteraciones del gusto, pero "tampoco muy significativas". "Al final, te acostumbras. Puedo comer de todo, aunque algunas cosas me molestan, como los sabores muy ácidos (piña). La comida me sabe diferente, parece que ahora me cocina otra persona. Las mismas lentejas que hace mi madre, con la misma receta, ahora me saben como si las hiciera otro", bromea.

Además, también tiene la garganta más sensible a los cambios de temperatura, o se pone una mascarilla para mantener el calor en la garganta en los sitios con aire acondicionado muy fuerte. Tampoco puede levantar mucho la voz. "No puedo estar en un bar con mucho ruido porque me cuesta subir el tono de manera sostenida. Pero en mi caso, es todo bastante llevadero", se congratula.







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