“Me planteo cerrar, nos están asfixiando y nos vamos a ir al garete"

El comercio de cercanía sufre como nunca los devastadores efectos del Covid-19 mientras se vacían los estantes de las grandes superficies

Reportaje pequeños comercios Coronavirus - Dani B-9
Los comercios aguantan el tirón de una crisis sanitaria que repercute en lo económico | Foto y vídeo: Dani B.
Miguel López Rivera
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Los barrios de Granada son ese pequeño refugio en el que los vecinos siguen confiando en sus dependientes de toda la vida. Las tiendas de alimentación resisten el tirón de las cadenas de supermercados. Algunas aglutinan cada vez más servicios, e incluso preparan comidas caseras recién hechas para llevar.

Y aunque hay quien se resiste a la tentación del ‘empaquetado y olé’, cada vez son más las personas que tienden a concentrar sus compras en un solo establecimiento, con el consiguiente perjuicio para carnicerías, panaderías, ultramarinos y toda esa red de locales en los que la confianza y los productos frescos son lo más ponderado entre sus usuarios.

Pero si ya de por sí es difícil nadar entre tiburones cuando las aguas están mansas, la crisis del coronavirus lo ha terminado de complicar todo. Mientras los estantes de las grandes superficies se quedan vacíos antes de cada media tarde, al pequeño comercio lo que se le vacía es la caja.

Las pérdidas son evidentes. Sirva como ejemplo una pequeña muestra tomada en el barrio de Los Pajaritos. En apenas 100 metros conviven cinco tiendas dedicadas a la alimentación: una panadería, una frutería, una carnicería, un ultramarinos y una pescadería. Además, también permanece cerrada una cafetería y estaba a punto de abrir un negocio de comida casera antes de que el virus saltara por los aires.

Todos gozan de la confianza habitual de los vecinos, sobre todo de las personas mayores, y, sin embargo, a ninguno le salen las cuentas en una calle circundada por dos supermercados pequeños y uno moderno y grande que, pese a estar retirado, absorbe cada vez más clientela.

Emilia Maldonado, responsable de la panadería que hace esquina entre la calle Tórtola y Avenida de Andaluces, abre la ronda. “Han dejado de venir personas mayores. El pan es casi lo único que se llevan. Hemos perdido un 50% de nuestra clientela y vemos gente que se desplaza lejos aunque tenga tiendas pequeñas más cerca”, sintetiza.

Apenas diez metros más allá, Francisco Titos habla desde el mostrador de su amplia carnicería. “Los dos primeros días hubo una demanda de aprovisionamiento enorme. La gente se llevaba lo que hubiera, lo consumieran o no, pero desde el martes se ha estabilizado todo. Hemos perdido la mitad de los clientes, aunque es verdad que quien compra se lleva más cosas. Como proveedores de bares y restaurantes estamos a cero. Dos días antes de que les obligaran a cerrar nos cancelaron 15 pedidos”, explica Titos.

Al igual que él, Gema Rodríguez recuerda que “antes entraban 60 personas al día, como poco, y ahora no más de 15”. “La gente va a comprar de una vez en lugar de acudir a varias tiendas, como solían hacer. No sé cómo vamos a poder sobrevivir. La ciudadanía tiene que concienciarse de que tenemos más calidad que los grandes. No hay otra solución”, reitera esta dependiente en una frutería del barrio.

Aunque si hay alguien que explica la situación de forma clarividente es Pablo Martín. “No quiero ni imaginar que se propague el estado de alarma. Las medidas del Gobierno con los autónomos son lamentables y nos están asfixiando. Lo estamos pasando fatal, nos vamos a ir al garete”, resume.

Martín regenta una pequeña de ultramarinos que abrió tras quedarse en el paro. “Me planteo cerrar. No queda otra salida. Ni me quiero imaginar que se prorrogue el estado de alarma porque no me llegaría para pagar el alquiler”, comenta este comerciante, quien le ofrece su receta al Ejecutivo de Pedro Sánchez: “Deberían suspender, de momento, la cuota de autónomos y el Impuesto de Actividades Económicas”.

La ‘tournée’ se completa en la otra esquina de la calle. Allí Abraham Bernal responde como empleado de una pescadería amplia, pero que no por ello se libra de los males de esta crisis del comercio de cercanía. “La gente tiene mucho miedo, siempre nos preguntan por el pescado antes de adquirirlo. Tienen que dejarse de grandes superficies y centros comerciales. De esa forma, todos nos ayudamos”, avanza.

Bernal calcula un descenso en el volumen de negocio cercano al 50% y lanza un mensaje de tranquilidad. “No habrá desabastecimiento. Hay género fresco en las lonjas y en los puertos todos los días”, recuerda.







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