Feliz año (y todas esas cosas)

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Copas de champán con el escudo del Granada CF | Foto: Remitida
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Yo no soy de jalonar mi vida de doce en doce meses, ni hacer borrón y cuenta nueva cuando se me pasa la resaca de Nochevieja. Me muevo por etapas personales de duración indeterminada y no claudico mi mayor o menor ventura en los dígitos finales de la fecha. La verdad es que tomo con bastante escepticismo lo del cambio de año y desconfío un tanto de los que esperan a renovar el calendario de la cocina para enarbolar la bandera del cambio radical o de los que saludan a mediados de febrero con un “feliz año”.

No sé cuándo terminé de depositar mis esperanzas vitales en cada Año Nuevo, aunque sí cuando perdí gran parte del interés en el señalado día: cuando dejé de ir a cotillones (o de organizarlos). Ahora finalizo la noche de la forma más honrosa posible, con alguna de mis hijas o sobrinos encima de mí y aun sintiendo la aspereza de los huesos de las uvas machacados entre mis dientes. Si no se me olvida, brindo con oro y alguna vez hasta con un billete sobre la cabeza. Lo de los calzones rojos lo tengo más complicado, solo tengo unos en el cajón de la mesita de noche reservados para noches más especiales que la última del año.

Pero esta vez, quizá de tanto escucharlo, estuve a punto de creerme que sería diferente. Que realmente el 2020 era un año gafe y el 2021 venía cargado de esperanza. Estrené camisa en la cena, ayudé a mi hija mayor a comerse las uvas con la menos trampas posibles y brindé con cava. Pero entonces, llegó el Granada con su rutinaria derrota en Eibar para demostrar todo lo contrario y abrirme los ojos. Con o sin mascarilla seremos los mismos de siempre. El abono del gimnasio se hundirá en el fondo de la cartera y el curso de inglés se quedará sin terminar. Siendo sinceros, la ansiada vacuna salvadora llegó en el funesto 20 y viendo lo visto, el deseado 21 comenzará con otro confinamiento. Y es que el día a día no entiende de dígitos. Por ello, este cenizo escéptico os desea un año cargado de paciencia y de salud, aderezadas con alguna que otra victoria granadinista. No queda otra.







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