Antipolítica

La aparición de VOX en la vida política de nuestro país nos alarmó a muchas personas y ahora asusta pensar que el devenir de nuestra democracia nos haya llevado hasta aquí

Rocio Monasterio VOX
Rocio Monasterio durante un acto de VOX | Foto: Europa Press
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La aparición de VOX en la vida política de nuestro país nos alarmó a muchas personas ya que sus planteamientos contrarios a los derechos humanos y hasta renuentes al estado de derecho constituían una amenaza al contrato social vigente en la sociedad española desde la transición. Creo que nunca pensamos que llegarían lejos, o dicho de otra forma que no lograrían los apoyos en votos para tener representación parlamentaria o institucional, sin embargo se hicieron realidad los peores presagios y, ya hace dos años, entraron en el Parlamento de Andalucía donde apoyaron la investidura del Sr. Moreno y donde cada día sostienen el gobierno de la derecha de Ciudadanos y Partido Popular en la Junta de Andalucía.

Las consecuencias son evidentes: recortes en los servicios públicos y desviación de los mismos a la gestión privada; y con ello el debilitamiento del sector público que deja sin atención a quien más lo necesita, lo hemos visto, lo estamos viendo, en sanidad, en servicios sociales, en educación. Los sistemas de protección están fallando cuando más se necesitan, bueno cuando más los necesitan quienes sólo pueden acudir a ellos porque carecen de recursos que les permitan otra alternativa. Siendo lo anterior muy grave, más grave aún si cabe es el discurso xenófobo, machista, clasista, en definitiva fascista, del que hace uso la derecha, toda la derecha ya que el PP se ve obligado a competir en su extremismo con VOX, un populismo vergonzoso, unas opiniones que rozan los delitos de odio y que dan miedo.

Sí, asusta pensar que el devenir de nuestra democracia nos haya llevado hasta aquí. El negacionismo y la provocación hace que los demás partidos reaccionen desde el frentismo y todo ello nos lleva a una polarización extrema, donde lo de menos son las propuestas para mejorar la vida de la gente, de todas las personas, pero especialmente de quienes sin política se convierten en excluidos. El fin último de la política que no es otro que avanzar en ciudadanía, en derechos, en democracia. Hay, aún otro efecto perverso y es que esta ausencia de la política es rentable a esos desestabilizadores de la derecha ya que mientras se combate por parte de los partidos democráticos lo que dicen parece que no se está resolviendo los problemas reales de la sociedad, estamos viendo un vergonzoso ejemplo en la campaña de la Comunidad de Madrid, y así cada vez mas la gente se siente huérfana, alejada de la política.

Es el triunfo del populismo frente a la decisión responsable de quien elige un proyecto de gestión pública que pueda representar los valores de una convivencia respetuosa, en paz y que quiere un reparto de los recursos y un acceso en igualdad a los servicios públicos. La política como la organización de lo común y con el respeto a las diferencias. Mucho se habla de cordón sanitario al fascismo y creo, junto con quienes ya se han pronunciado al respecto, que en democracia no vale todo, y que el estado de derecho debe autoprotegerse y con sus propias armas poner límites a quienes desde dentro pretenden socavar los cimientos de nuestra todavía delicada democracia. Una reforma de la Ley de partidos con los que forman parte de los incluidos en el denominado “bloque constitucional” será una prueba de la determinación en la defensa de los valores democráticos y un reto para algún partido que se salió hace tiempo del encuadre. Me refiero especialmente al PP que de un partido liberal se ha convertido en un proyecto populista y extremista que quita más que pone a la calidad democrática de nuestro país.

Rebajar la tensión y poner razones para llevar a la sociedad a un debate sosegado que recobre el valor de la política es una tarea urgente para todos, pero es a la izquierda a la que se le espera en esta responsabilidad y la que está en disposición de hacerlo.

Otra faceta perversa del momento político actual son los pactos espurios que no buscan la gobernanza basada en los acuerdos sino que tienen como único fin lograr el poder o perpetuarlo en las instituciones de las que se sirven para sus intereses, a veces partidarios y en ocasiones exclusivamente particulares de personajes que se sirven de la política para sus propios intereses, en Granada lo sabemos, el esperpento de nuestro Ayuntamiento es una buena muestra de ello.

A veces parece que nada podemos hacer, pero en buena parte depende de nosotros, de cada ciudadano y ciudadana que debe críticamente pronunciarse y exigir que no se use la palabra libertad en vano, porque no tenemos miedo, son menos esos antidemocrátas que pretender llevarnos al pasado, arrebatarnos nuestro derecho a decidir y a vivir en libertad con igualdad, porque la libertad sin igualdad es una distopía que diría Alicia Miyares.

En nuestra ciudad cuando llegue el momento, y en Madrid en unos días nada está perdido, frenarlos depende de nosotros, los votos son la mejor vacuna para combatir esta plaga, porque somos más quienes no tenemos miedo y estamos dispuestos a defender con firmeza la democracia.







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